Pocas personas llegan a tu vida a marcarla significativamente. Sus acciones logran acapararnos el corazón de tal manera que se convierten en entes importantes o ángeles guardianes en la tierra. Estos aseguran su espacio dentro de nuestra alma sin darse cuenta.

Amor, respeto, simpatía y agradecimiento son algunos de los sentimientos más importantes y valiosos con los que pretendemos reciprocar lo que hacen estas personas por uno. Claro, si se tienen buenos valores.

Cuando se es agradecido, se vive recordando y valorando, y nunca es suficiente para terminar de agradecer. Ese es mi caso con Papo Brenes, a quien Dios ya tiene en su gloria y la debe estar pasando espectacular.

Este hombre tan querido, al que públicamente y en el interior de mi alma y de mi casa he llorado, ha dejado un legado muy grande. Su partida la he sentido tanto, que incluso ahora, mientras lo recuerdo al escribir, lo sigo llorando.

¿Que por qué lloro? ¡Ay Dios! Se me aprieta el corazón de solo pensarlo porque recuerdo cómo y cuándo lo tuve de frente por primera vez.

Papo fue mi mentor, la persona que me trajo al mundo profesional con el que siempre soñé, la persona que me ofreció hacer periodismo de entretenimiento para la revista TeVe Guía en el 2005. 

No solo eso, sino que fue quien me dio la oportunidad de trabajar (en un momento crítico a nivel familiar) cuando me encontraba ahogándome en compromisos y deudas y con Valeria de apenas tres añitos de edad.

¡Uff! Una prueba de fuego muy dura, que él me ayudó a vencer porque creyó en mi. ¡Imagínense cuán agradecida puedo estarle y cuanto he de quererlo!

Si a eso le sumamos su amistad, sus enseñanzas, sus consejos, su comprensión y su gran sentido del humor, (con el que tantas carcajadas me sacó a lo largo de estos 12 años), se vale llorar su ausencia.

Ahora que no está físicamente, repaso tantas vivencias juntos que me llenaron de mucha satisfacción y confío en que se haya ido sabiendo lo mucho que lo respeté. Esto, dejando a un lado el negro corazón de algunos que con su mala fe trataron de indisponerme con él.

Gracias a Dios pude demostrarle siempre que mi amor, respeto y admiración hacia su persona eran más grandes que las mentiras fabricadas por algunos pocos. Sentimientos que me acompañarán toda la vida.

Confío en que su buen trato hacia mí haya validado mi agradecimiento y mi genuino cariño. Confío en que pudo ver más allá de la envidia de otros. Papo siempre tenía un chiste particular que hacer, y solo salían de su boca consejos y palabras de cariño para mí, las nenas y para mi esposo Iván.

En este proceso aprendí que se vale llorar por un amigo que ya no está con nosotros, siempre y cuando lo hayas querido, siempre y cuando lo hayas valorado, siempre y cuando hayas luchado por proteger su amistad, aun cuando esta amistad te haya costado muchas lágrimas y paciencia. Se vale llorar cuando se es agradecido con quien te dio la mano y cambió tu vida para bien. Se vale llorar porque lamentas la pérdida, porque aunque el mundo necesita gente buena como él, Dios las requiere en el cielo más que en la tierra.

¿Conformidad? ¡Sí! Están sus hijos y seres queridos fortalecidos para continuar agradeciendo y brindando cariño en su nombre.

Papo... ¡gracias! Gracias por siempre creer en mí, por abrirme la puerta al mundo profesional al que pertenezco, por todo lo aprendido, porque aun tu silencio me enseñó que hay momentos de la profesión que merecen eso; un sencillo silencio.

Amigo, ¡vuela alto! pero no te alejes tanto de quienes te queremos. Manténnos informados de lo bien que la estás pasando. Danos la esperanza de que más allá se vive y se pasa mejor.

Mis respetos, agradecimiento y cariño siempre para ti...