Cuando Belinda Román Avilés estudiaba su bachillerato, fueron muchas las veces que tuvo que acostarse con el estómago vacío.

En aquellos días como estudiante de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez (RUM), ya estaba acostumbrada a la dificultad para contar con comida mientras se hospedaba.

El panorama se repitió cuando se fue a estudiar su doctorado a Estados Unidos en Michigan State University (MSU), luego de ganar una beca (2001).

Pero más allá de las dificultades, pudo lograr su doctorado en Mejoramiento genético de cultivos agrícolas. Hoy día es profesora del Departamento de Biología de la Universidad de Puerto Rico, recinto de Cayey.

Inspirada en su realidad, el año pasado creó la fundación sin fines de lucro Almacén de alimentos para la comunidad.

“Vengo de un hogar sumamente humilde donde se comía usualmente una vez al día”, rememora la profesora, natural de Moca. “En la universidad, mi mamá me hacía mi comprita o me daba $5 y me decía ‘para que compres arroz y habichuelas’. Pero en la universidad, cuando uno se hospeda, a uno le roban la comida”, menciona. “Ya para el segundo día en la semana ya uno no tenía comida”.

En aquellos días, observaba que su caso no era aislado. “Había otros estudiantes pasando por situaciones iguales”.

Al ir a estudiar a Michigan, enfrentó  dudas sobre dónde alojarse y, de nuevo, con el hambre. 

“No conocía que el scholarship me cubriera gastos extraordinarios, una parte para vivienda”. A raíz del desconocimiento, “estuve un tiempo entre lo que es el aeropuerto y la universidad, en lo que me podía establecer”. 

Aclara  que en el aeropuerto “no es que tenga uno dónde quedarse, pero sí te provee espacio para que te asees”. Luego de que la universidad hiciera arreglos para su hospedaje, también le proveyó una lista de bancos de alimentos. De ahí que se motivara a hacer lo mismo en Puerto Rico.

“Cuando llegué aquí, en Cayey, para mis estudiantes de investigación mantenía un potecito con dinero donde si ellos necesitaban para almuerzo, cogían de ese dinero y regresaban lo que podían“, explicó. Con el tiempo, se corrió la voz y cada vez eran más los que buscaban la ayuda, que se sustentaba principalmente del sueldo de Román Avilés. De ahí que su esposo le sugiriera materializar su anhelo de crear un banco de alimentos para estudiantes.

El rector del recinto, el doctor Mario Medina, la ayudó en su propuesta. “Mediante un contrato colaborativo, nos provee el espacio para poder tener las facilidades lo más cerca posible”, mencionó.

Desde entonces, busca el modo de ayudar en la medida posible para que ningún estudiante pase hambre. “Uno no se atrevía a pedir”, recuerda de cuando estudiaba. “Yo sentía vergüenza cuando iba al banco de alimentos”, confiesa. “Pero uno aprende que sí, que  a veces es necesario pedir. Ahora pido para mis estudiantes. Ahora pido para otros”.

Para contar con la ayuda, los estudiantes tienen que estar matriculados en alguna universidad -no tiene que ser la de Cayey-. La distribución se realiza el primer viernes de cada mes.

En la actualidad, la fundación, que se apoya en donaciones de alimentos no perecederos y de productos de aseo, también ayuda a personas de la tercera edad que cumplan con ciertos requisitos, como no depender del Programa de Asistencia Nutricional (PAN), entre otros.