Los callos en sus manos, de largos dedos, evidencian cada martillazo sobre las lascas de metal que en pocas horas se convertirán en piezas únicas para lucir y admirar.

Raramente el sonido de los golpes puede ser indicio de algo hermoso, pero en el taller de la artesana Luisa Roque, sí lo es. Sortijas, brazaletes, pantallas, collares inspirados en la naturaleza y la vida marina son el resultado del ingenio y la precisión con que su imaginación dibuja y su manos moldean.

Desde hace seis años, esa no es solo su pasión, sino además es su método de sustento.

“Yo empecé a hacer piezas y a venderlas porque había que vivir, y vi que había un tipo de interés por parte de las personas a quienes les estaba haciendo el producto”, señaló la artesana.

Por muchos años, Luisa había coqueteado con la confección de bisutería, sobre todo cuando a la hora de dar obsequios únicos a sus amigas, pero cuando su trabajo como relacionista público en Los Ángeles dejó de brindar los frutos necesarios, decidió regresar a Puerto Rico y emplear todo el conocimiento que había obtenido sobre el arte del metal para salir adelante.

Aunque  su taller está  ubicado en su residencia, en Vega Baja, la orfebre mantiene la disciplina  y metas que le requería un trabajo asalariado.

“Yo creo que las relaciones públicas y el trabajo por mi cuenta me ayudaron mucho a obtener esa disciplina”, sostuvo.


El estilo de sus piezas lo define  como uno  “crudo, orgánico, un poco medio rough (tosco), y que a su vez, es una pieza que termina siendo clásica dentro de ese  marco; es una pieza que quiero hacer para que te la pongas hoy, pero también para que te la puedas poner mañana y pasado mañana, y que tenga esa efervescencia”.

Como mujer y como amante de los accesorios reconoció que las  puertorriqueñas no son distintas de las demás féminas en cuanto a la costumbre de adornarse, que viene de tiempos inmemoriales. De hecho, afirmó que en las boricuas esa fascinación por la bisutería es aun mayor.

Luisa es la artífice de un brazalete que cada semana Miércoles de Mujer le obsequia a la fémina destacada como Mujer Maravilla. Se trata de una pieza en bronce, que pasa por un proceso de oxidación para darle un tono anticuado, y que lleva en una esquina el logo de la revista.

La orfebre se inspiró en  un brazalete que tenía creado con el  nombre  I'm my own queen warrior (Yo soy mi propia reina guerrera), porque a su juicio, la prenda “te da esa fuerza; la joyería da fuerza”.