“Mamá, ¿Valeria es niña o niño? Porque ella dice que prefiere que la llamen Álex”. 

Con esta pregunta Mateo,  de 7 años, dejó perpleja a su madre, Cristina Reyes (nombres ficticios para proteger las identidades), al abordarla sobre la identidad de género de una amiguita de la escuela. 

Como la mayoría de los padres lo hacen cuando consideran que sus hijos no tienen la madurez suficiente para entender ciertos asuntos o, sencillamente, no saben cómo abordarlos, la progenitora  ignoró la interrogante y cambió el tema. 

De inmediato, las madres de otros  compañeros de clase comenzaron a enfrentar situaciones similares ante las dudas planteadas por sus hijos sobre  el  género con que deben identificar a  la pequeña, y al no saber qué contestar, buscaron apoyo entre ellas. Crearon un chat en el que  comentaban cada anécdota contada por los niños, pero más allá de la discusión, no surgía un plan sobre cómo explicarles en un lenguaje que entendieran que Valeria podría haber nacido en el cuerpo de una niña, pero que se reconocía más a sí misma con la identidad  un niño. 

“En una ocasión, la nena le pidió a la maestra ir al baño y cuando ella le dio el permiso, uno de los nenes la interrumpió y le dijo: ‘Miss, ella tiene que ir al baño de nenes porque ella dice que es nene’ ”, comentó. 

Esta es solo una de las muchas situaciones que se dan en los planteles escolares donde no existe un protocolo para el manejo de posibles casos de niños y niñas que sienten una discordancia entre su sexo asignado al nacer y el género con que se identifican, afirmó el sicólogo Miguel Vázquez, especialista en casos de la comunidad  Lésbica, Gay, Bisexual, Transexual y Transgénero (Lgbtt). 

El doctor explicó que a   esta contradicción entre el sexo con que nace un niño o niña y el género con que se identifica se conoce como disforia de género, y comienza a manifestarse desde los primeros años de vida de una persona.   

“Yo tengo recuentos (de pacientes) desde los 4 o 5 años. La verbalización es ‘desde que tengo uso de razón’ y los estudios nos dicen que desde los 4 o 5 años es que los niños comienzan a verbalizar esta inquietud por esta incongruencia”, indicó el Coordinador del Comité de Asuntos Lgbtt para la Asociación de Sicología de Puerto Rico. 

Valeria no es paciente de Vázquez y nunca ha sido evaluada por él, por lo cual evitó clasificar a la niña bajo alguna de las categorías de la identidad de género. Argumentó que para poder hacer un diagnóstico él o la paciente debe evaluarse sicológicamente durante algunos meses para descartar que solo sea un deseo de utilizar ropa  e incurrir en conductas asociadas al género opuesto, porque eso un niño o niña lo puede hacer y no necesariamente implica que tenga  disforia de género.

“Habría que evaluar el caso para ver cuál es el mejor tratamiento para él o ella, porque hay muchos niños y niñas que simplemente con vestir y hacer una transición social, que es lo primero que se hace, le es suficiente, y no tiene que hacer ningún cambio que invada su cuerpo físicamente”, detalló.

¿Qué responderles?

Aunque afirmó que lo ideal sería establecer un protocolo de manejo donde los componentes de tratamiento sicológico, familiar, escolar y social estén en sintonía, no siempre ocurre que los padres  reconocen, entienden y aceptan que su hijo o hija sufre de disforia de género.  Preguntas sobre cómo deben llamarle las personas, cómo  deben tratarle basado en el género  y hasta qué baño debe utilizar en la escuela quedan sobre la mesa mientras  este no esté recibiendo tratamiento y no se acuerde cómo proceder.

“A la escuela se le debe orientar y educar en cuanto a esto”, enfatizó. 

Mientras, tanto en las casas de sus compañeros como en las escuela debe mantenerse un discurso no sexista.

“La orientación y educación inicial debe ir en contra del sí sexismo. Nosotros como sociedad somos sí sexistas; asumimos que todo el mundo es congruente, está de acuerdo o está cómodo con el sexo con que nació. Si nosotros vamos a hablar con nuestros hijos del tema,  debemos  hablarles y decirles que hay niños que se sienten niñas y quieren ser niñas, y hay niñas que se sienten niños y que quieren ser niños. Y uno debe trabajar y tratarlos y aceptarlos según ellos se identifican y cómo ellos quieren compartir con uno y dejarlos, y jugar con ellos acorde a lo que ellos deseen hacer”, subrayó.

Recalcó que las personas transexuales y transgénero sufren muchísimo por el rechazo social, por la falta de educación sobre el tema y por la escasez de servicios y tratamientos para ellos. 

También observó que en Puerto Rico los tratamientos para niños y niñas con disforia de género son casi inexistentes. 

“Se espera  a que tengan mayoría de edad para entonces dar el tratamiento y ahí perdemos mucho tiempo, porque la adolescencia es una edad crítica para estos niños identificarse y definirse como lo que son. Lo que estamos haciendo es dejándolos que se desarrollen como lo que no son, y el daño emocional es bien grande”, apuntó.  

Aprender de los niños

A pesar de que en el caso de Valeria, sus compañeros de escuela le han expresado sus dudas a sus madres, la mamá de Mateo aseguró que los niños allí han tomado el asunto con naturalidad y nunca, hasta donde conoce, la pequeña ha sido víctima de rechazo o acoso. 

A juicio del experto en conducta humana, los niños y niñas en sus edades tempranas no han sido contaminados aun con prejuicios sociales. Es por ese motivo que, según recalcó, que la educación con perspectiva de género es tan fundamental en los planteles escolares. 

“Tenemos mucho que aprender de los niños, demasiado porque es que ellos son un canvas que todavía no ha sido pintado por la sociedad. Nosotros tenemos en nuestra mente muchos prejuicios, muchos mitos y unas definiciones bien rígidas a veces de cómo debe ser el mundo, y nos perdemos lo esencial, que en este caso es dejar que el niño o la niña juegue y sea feliz y pueda ser él o ella”, sostuvo.