La costarricense Hannia Fallas representa a muchas inmigrantes que residen en Puerto Rico. Hoy, esta mujer irradia un brillo especial al hablar de sus planes como futura empresaria en un país lejos de su familia. Pero la inspiradora historia de quien se esforzó por trabajar para pagarles los estudios universitarios a sus hijas y de quien estudió para crear su compañía de limpieza tuvo un inicio difícil de conversar.

Fallas es sobreviviente de violencia de género. Llegó a la isla en el 2007 para visitar a una tía sin saber que ese año comenzaría a vivir una pesadilla. “Él fue lo primero que conocí de Puerto Rico. Me enamoré de su acento. Nos casamos. Todo cambió a los tres meses”, recordó quien nació en San José,  Costa Rica.

Como no podía trabajar por su situación como inmigrante, él se la llevaba a trabajar en lavado de techos, arreglo de patios y otro tipo de labores bajo el sol. Ella se descomponía, sin saber que era una señal de maltrato. “Trabajaba horas para luego cocinar, recoger la ropa y responder como mujer. Como no quería, me amenazaba con migración. Me agarraba por el cuello contra un clóset y me decía que el hombre de aquí tenía sexo todos los días. Como no quería, me ponía a dormir en el suelo”, rememoró mientras se secaba las lágrimas.

En busca de ayuda, le tocó la puerta a sus vecinos, quienes prefirieron cerrarla para no involucrarse en “problemas”. “Nadie me volvió a hablar”, comentó quien decidió ir al Departamento de Inmigración, pero el miedo no le permitió poner una querella contra su agresor.

“No podía irme a un albergue porque solventaba los gastos de mis hijas. Pero cuando se puso peor se me ocurrió llamar al 911. A partir de ahí, tuve muchas ayudas”, mencionó Fallas, para quien, después de tres intentos,  un juez autorizó una orden de protección que ahuyentó a su ahora ex esposo, que recogió todo y la dejó sin nada en  donde vivían.

“Tú volverás y te vas a morir de hambre sin mí”,  repitió las palabras que le quitaban el sueño, pero que hoy forman parte de su pasado tras recibir ayuda legal y psicológica del Centro de la Mujer Dominicana, que asiste además a inmigrantes de otras nacionalidades y que fue esencial para regularizar sus documentos. 

Aunque podría regresar a su país para estar cerca de sus hijas, Fallas, de 49 años, aseguró que una mujer con su edad no tiene oportunidades de empleo allá. “Ahora es mi vida, luché y pagué lo de inmigración. Superé mis lágrimas y golpes. No puedo tirar este momento. Las extraño y sufro”, comentó quien cada año se reúne con su familia.

“Con la residencia, mis alas se abrieron, ya no soy una paloma, sino un águila. Tomé un curso de coordinadora de eventos, estudié para ser empresaria en el Centro para Puerto Rico y estoy organizando mi empresa de limpieza de oficinas. El logotipo es una gota de agua, que significa vida, todo lo lindo”, comentó con entusiasmo. 

Busca más historias de Miércoles de Mujer

“Este año, ha renacido el sol. Soy otra mujer, tengo mis metas, las puertas se me abren. Estoy tan cargada de energía y tengo tantos proyectos en mi mente”, compartió quien además quiere crear una red de ayuda con las empleadas que formen parte de su compañía, pues, aseguró, muchas mujeres que limpian son maltratadas por sus empleadores.