La sola idea de salir a cenar o a tomarse unos vinitos con sus amigas la hace sentir culpable. Diana (nombre ficticio), de 43 años, no puede evitar el cargo de consciencia que le causa dejar a sus dos hijos y esposo en la casa durante un par de horas, mientras disfruta de un rato de desconexión. 

Tampoco se siente a gusto dejando a sus hijos con una niñera para así poder celebrar su cumpleaños junto a su esposo, muy a pesar de la insistencia de él. 

Ya no sabe ser Diana, la mujer, porque por más de 15 años se ha concentrado en solo ser la madre de Isabella y Darío, y la esposa de Daniel. De esta forma, su identidad e individualidad quedó enterrada bajo las conductas que tradicionalmente se les adjudica a las mujeres en la sociedad puertorriqueña, donde se priorizan las responsabilidades relacionadas con la maternidad y el matrimonio y se deja a sí misma en el último lugar. 

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La sicóloga Karen Vázquez que el lugar en el que muchas mujeres se han colocado a través de los años en relación con sus hijos y parejas responde a una perspectiva sobre los géneros donde la balanza siempre se inclina en contra de ellas. 

“La perspectiva de género lo que quiere decir es que la sociedad ha creado unas características para lo que es ser mujer y lo que es ser hombre. La mujer –y no cualquier mujer– la mujer buena, la mujer responsable, la mujer amorosa, la mujer bajo esa perspectiva, para ser una buena madre, debe quedarse en casa, debe posponer su preparación académica, si trabaja, debe considerar dejar el trabajo, debe dedicarse plenamente a sus hijos y la pareja, pasa a un segundo plano. La prioridad pasan a ser los hijos e hijas. Esa perspectiva ha hecho muchísimo daño tanto a nivel individual en la mujer porque la ubica a ella en un tercer plano: primero los hijos, segundo la pareja y tercero, ella”, expresó la experta.

“Le ha hecho mucho daño a los varones también porque dan por sentado que esa perspectiva es la correcta, y le hace daño a los menores porque les transmitimos esas costumbres. Seguimos transmitiendo esa idea de lo que es la mujer y lo que es el hombre, que no es correcto ni saludable, pero se sigue promulgando”, criticó. 

Estas ideas, afirmó, no vienen con el matrimonio, sino que están desde antes y se manifiestan durante la relación de pareja y con la llegada de los hijos. Es común, de este modo, ver en las familias puertorriqueñas a una esposa que no comparte tareas en el hogar porque las asume como responsabilidades propias, y que ante la iniciativa de su esposo o hijos de “ayudar” dirá que no o, simplemente, ejecutará los trabajos en automático, aunque le cause molestia, porque no sabe actuar de otra forma. Con los hijos, de igual manera, se sentirá culpable si se toma un tiempo para relajarse, en lugar de estar con ellos. 

La también educadora y terapeuta sexual aseguró que a pesar de que ese pensamiento está arraigado a la sociedad, nunca es tarde para un cambio de mentalidad, que puede conseguirse con educación. 

En las generaciones más jóvenes, la tarea de reajustar esos conceptos con el objetivo de lograr relaciones familiares y de pareja más equitativas es menos compleja que en las personas de mayor edad. 

“Nosotros somos seres evolutivos; necesitamos ir rediseñando (estas ideas) porque los constructos de género son inventados, alguien se los creó. Los constructos de género no son estáticos, por lo tanto, hay que ir rediseñándolos y educar a las nuevas generaciones bajo una nueva perspectiva de género que sea más equitativa”, aseveró. 

“En las personas que ya están formadas, que llevan muchos años en la relación de pareja no es que no se pueda hacer una modificación, yo trabajo con eso todos los días. Muchas (mujeres) lo logran, pero el lograrlo puede incluso poner la relación de pareja en juego, en tanto y en cuanto, tenemos a dos personas acostumbradas a funcionar de una forma, aunque eso les ocasionaban conflictos frecuentes que podían llevar a la relación a colapsar para salvarse a sí misma. Hay otras relaciones donde se trabaja con ambos miembros de la pareja y se logra fomentar esa equidad. Es como vaciar el disco duro de una computadora y volverlo a llenar con información nueva”, continuó. 

Vázquez indicó, por otro lado, que aunque no lo expresen, muchas veces las féminas en una relación desventajosa con relación a sus hijos o parejas, experimentan estados como la falta de tranquilidad y sensación de vacío. Llegan también a pensar que sus vidas no tienen significado. 

“No es necesariamente porque estén en depresión, es que han reajustado tanto su vida a la vida de pareja, que a veces se convierten hasta en un clon. Dejan de ser quienes son, sienten que están sin dirección, crean mucha dependencia tanto en lo afectivo, que muchas veces se une a una dependencia económica, lo cual agrava el asunto porque son personas que sienten que dependen de la otra parte para poder hacer sus cosas. El impacto mayor que yo he visto en la cantidad de casos que yo veo semanalmente, es que la persona identifica un vacío existencial y lo definen como ‘he dejado de ser quien era’”, subrayó. 

Al recalcar que toda mujer debe defender su individualidad, la profesional en conducta humana sugirió que una manera trabajar para ello es entender en primer lugar, que antes de ser madre y esposa es una persona con necesidades y aspiraciones propias. 

“Tiene que reconocerse como persona, reconocer que como persona tiene unas necesidades que sus hijos no pueden satisfacer, que incluso, su compañero no puede satisfacer, y que se lance a revincularse, a establecer nuevas relaciones de amistad, relaciones eróticas, Tiene que reconocer que tiene ese derecho porque realmente lo tiene”, sostuvo.

Es imperativo, según señaló, que comience a recuperar sus espacios individuales, decir que no, delegar tareas ceder responsabilidades y evitar la actitud de rescatista o salvadora. De igual manera, la fémina que se identifique con este comportamiento debe evitar los sentimientos de pena o culpa cuando actúe en contra del comportamiento fijado socialmente para las mujeres. 

“La pena me lleva a seguir sirviéndole el plato de comida. Si tú al plato de comida le sumas lavarle la ropa, guardarle la ropa, estar pendiente de sus citas médicas y atenderlo en cualquier tipo de necesidad y hasta tomarse unos medicamentos, cuando tú vienes a ver, esa relación de pareja se fusionó y se da en muchas ocasiones, un cambio en los roles: ‘ahora yo no soy tu esposa o tu compañera, ahora yo soy tu mamá’”, destacó. 

Empieza a retomar tu vida

Vence el sentimiento de la culpa y abandono a tus hijos que se activa cuando decides tomar tiempo para socializar con tus amistades.

Identifica sistemas de apoyo efectivos, como la familia o allegados, que podrían ayudarte con el cuidado de tus hijos, en caso de tratarse de una madre soltera o divorciada. 

Si cuentas con el poder adquisitivo, puedes contratar servicios de cuido responsables. 

Atrévete a disfrutar ese momento, porque te lo mereces.