El día que María Almodóvar dijo “no me caso”, no solo le dio la espalda a su entonces prometido, sino también a los sueños que había construido junto a él durante los seis años que fueron novios.

La boda que habían planificado y que se materializaría en tres meses, la familia que siempre deseó y el hogar para la cual ya había puesto un depósito para su edificación, se derrumbaron con aquella firme decisión de romper su compromiso.

María tenía entonces 20 años y era mucho más madura que cuando comenzaron su noviazgo siendo unos adolescentes. Fue según fueron creciendo como personas y como pareja que ella empezó a darse cuenta de que él reunía todas las características de un hombre maltratante.

“La relación se formalizó cuando estábamos en high school. Ya entonces empecé a notar ciertas cosas de él que no me gustaban, como que era un poquito dominante, controlador, posesivo”, comentó quien ahora tiene 36 años.

Cuando ambos se graduaron de cuarto año, él decidió asistir a la Academia de la Policía de Puerto Rico. Durante ese tiempo se distanciaron, la relación se enfrió y ella determinó dejarlo. No obstante, él insistió en volver y decidieron casarse.  

“Ya teníamos todo. Tenía el traje, hasta los recordatorios que se iban a dar en la boda. Tenía todo contratado: las sillas, las mesas, el local, las invitaciones. Teníamos hasta casa, porque habíamos puesto hasta un depósito para que la comenzaran a construir”, recordó.

  “Un día yo estaba en su casa y comenzamos a discutir por una bobería y él levantó su mano para pegarme. Cuando me fue a dar yo viré la cara, no me llegó a dar. Me monté en el carro, me fui y ahí terminamos todo”, sostuvo.

 “Cuando él me levantó la mano yo dije: ‘Que se chave todo el mundo; que se chaven los invitados. No importa que tengamos hasta la casa, el local, el traje, todo’. Decidí romper el compromiso que tenía con él y gracias a Dios que lo hice...  Se había tomado el atrevimiento de levantarme la mano y ahora tenía un arma. Lo próximo que iba a suceder es que yo iba a  salir en la primera plana de un periódico,  asesinada por  violencia doméstica”, continuó. 

Pero poner fin a su relación fue lo más sencillo del proceso. Tenía entonces el reto de mantenerse firme en su decisión a pesar de sus sentimientos y, además, le quedaba la difícil tarea de cancelar todos los servicios contratados para su fiesta de boda.

Lo más duro, rememoró, fue deshacerse del vestido de novia y recuperar el depósito que había puesto para la casa que compartiría con quien sería su esposo.

“Además de bregar con el proceso de mi corazón roto, a mí me tocó hacerlo todo porque todo estaba a mi nombre. El traje, fui a una casa de novias y lo vendí. Eso fue lo más difícil. Eso y pedir que me devolvieran el depósito de la casa son los eventos que yo recuerdo más, como si fuera el día de ayer”, indicó.

Otro  hecho que siempre está en su memoria es cuando le comunicó a su progenitora que había roto el compromiso con su novio, sin brindarle mayores detalles.

“Su reacción fue de echarse a llorar y decir: ‘Qué pena me da con él’ ”, comentó.

De esa  experiencia,  precisó que la lección más grande fue  reconocer que su lugar siempre estará al lado de su hija.

“De eso aprendí que siempre voy a respaldar a mi hija. Primero voy a procurar por el bienestar de mi hija y saber qué es lo que pasa con ella, y qué es lo que pasa  por sus sentimientos antes de preocuparme por los sentimientos de otra persona, porque ese evento me hizo sentir tan poquita cosa. Me hizo pensar que quizás no había tomado la decisión correcta. Por un comentario así pude haber vuelto con él y ahora estar muerta”, argumentó. 

A pesar del sufrimiento que vivió prácticamente a solas, María se reafirma en que dejar a su novio fue la mejor decisión. Con el tiempo se enteró de que aparte  del control y dominio que él pretendía ejercer sobre ella, también le había sido infiel en numerosas ocasiones.

Con una de las chicas que la engañó contrajo nupcias poco después de roto el compromiso entre ellos, pero antes de dar ese  paso el mismo día la llamó para decirle que si ella se lo pedía, él terminaba con la otra muchacha. Dos semanas antes, la había contactado para pedirle los recordatorios que habían comprado para su fiesta de matrimonio y ella se los vendió.  

 “Esos son los recordatorios que él entregó el día de su boda. Me dijo que si yo le decía que no se casara que él era capaz de dejar la novia plantada en el altar por volver conmigo”, señaló.

Hoy día María tiene tres niños producto del  matrimonio que contrajo dos años después de haber cancelado su boda. Hace poco tiempo se divorció. Asegura que en el amor no ha sido afortunada y en parte se hace responsable por eso.

“No me di tiempo para estar sola. A los dos o tres meses comencé a salir con el padre de mis hijos. Mi error fue  tratar  de sanar dos cosas al mismo tiempo”, dijo al referirse a las heridas que traía de su relación anterior y de las situaciones que enfrentó junto al papá de sus niños. 

Aun así, no pierde las esperanzas de encontrar al compañero correcto y tener la boda que siempre quiso. 

“Siento que me debo eso a mí misma. Siento que me debo dar esa oportunidad algún día, que tampoco es que  debo cerrar puertas al amor porque las veces que he estado con alguien no ha sido una buena experiencia, pero ha sido por inmadurez, por falta de decisión. Creo en el amor, creo en el matrimonio y no creo que sea tarde para mí. Tengo 36 años, sí, tengo tres hijos, pero sí sueño con la posibilidad de algún día amar intensamente y que me amen de la misma manera”, subrayó.