Así le dijo él cuando ya por fin la tenía en sus brazos. “Una historia interrumpida”, le respondió ella correspondiendo la mirada y acurrucada en su ternura. 

Se habían amado antes y lo estaban haciendo otra vez. Mil veces, de muchas maneras. Ella, toda una sacerdotisa del sexo, acostumbrada a servirle a la diosa del amor y del placer. De ella lo había aprendido todo y hoy era justo el momento de manifestarlo. Sabía qué hacer y cómo hacerlo, para su bien y el de quiénes tuviera cerca. Manifestarlo se le hacía fácil, él lo sabía. 

“Aviva tu memoria”, le repitió, acaso sin tomar en cuenta todo el tiempo transcurrido mientras cada quién andaba y desandaba la vida. La besó tan apasionadamente como pudo y de inmediato entendió la disposición. 

“Hoy no”, le dijo ella, a pesar de desearlo con todas sus fuerzas. El pensamiento la dominaba, no le permitía concentrarse, manifestar lo que sabía, dominaba y le encantaba. “Está bien”, le contestó él mientras sus cuerpos desnudos todavía permanecían abrazados. “Hablemos”, le dijo, tratando de desviar la atención y entretenerla en otra cosa para que se relajara y olvidara eso que tanto le estaba atormentando. “Solo necesito que me abraces”, le dijo en un tono que acaso parecía una súplica. En uno de esos momentos en que solo necesitamos sentirnos amadas, así, sin nada más. 

La tomó de la mano y la llevó hasta el borde de la cama lo más pausada y cariñosamente que pudo. Por nada del mundo quería parecer que estuviera insistiendo en algo que, si bien es cierto era la intención original, ahora carecía de importancia y no era prioridad. Ciertamente, no le importaba continuar con su plan de conquista sexual, sabía que en ese momento ella necesitaba que le penetraran el alma. 

“Nuestras vidas, acaso otra vez pospuestas mas jamás olvidadas, nos tienen aquí. Tú lo sabes”, le comentó ella dejándose llevar con la misma dulzura con la que la estaban dirigiendo. Solo hizo falta esa comprensión para ella de inmediato entender que su negación estaba sustentada en el aparente vacío, el suyo, el de su imaginación. Un pensamiento errado, frecuente, recurrente e irracional que no edificaba en absoluto. Por el contrario, contrariaba. 

Como sacerdotisa, no se podía dar el lujo de caer en la trampa de lo externo, de lo que no viene de adentro, de su esencia. Aceptó las caricias con tranquilidad, ya su alma estaba regresando. Ambos lo sintieron, no hicieron falta palabras, sencillamente continuaron… 

Si tu presente no te permite avivar tu memoria, ven, quiero ayudarte. Para citas y contrataciones: @dracarmitalaboy en las redes sociales, 787-989-0188.