No quería terminar, no quería irse, no quería despegarse, separarse de aquel cuerpo que tanto disfrutaba y que al tenerlo en sus brazos le provocaba seguir hasta el cansancio. Alegre vivía cada encuentro,  cada caricia,  cada beso. 

Sus cuerpos se conocían y la danza de movimientos entre ambos era sutil, sublime, divina. Tanto así que provocaba suspiros, unos que tan bien conocían.  Su acoplo era perfecto, su sincronía majestuosa, sus orgasmos garantizados y sus ganas de repetirlos ya existían aún antes de terminar.  Se deseaban, punto. Se conocían y ya no hacían falta protocolos ni disimulos. Sus cuerpos se necesitaban, lo sabían. Allí estaban, satisfaciendo toda lujuria, placer, deleite y entrega sin remordimientos. 

Es navidad, le dijo ella. Todavía, le contestó él. Las octavitas, dijo él. Nuestras sexy’s octavitas, le susurró ella al oído mientras su lengua humedecía todo lo que encontraba a su paso. Sintió que su mano rozaba su espalda con tal sutileza que le erizó toda la piel. Su cuerpo, a veces tenso y otras totalmente relajado, gritaba  que quería más, mucho más. 

Completo respondía a cada toque, cada roce por suave, duro, áspero o blandito que fuera. Todo me gusta, dice ella, mientras le saca un suspiro ante el roce inesperado de ambos cuerpos desnudos. Sentirse piel con piel tiene su magia, piensa, mientras sus manos van recorriendo la misma escena una y otra vez. Quiero que se la memorice, piensa, mientras ambos cuerpos responden a tanto placer. 

No más, grita ella, mientras lo  aprieta hasta absorberlo todo. No más, repite, ahora con una voz tan leve que apenas se oye. No más, dice sin fuerzas, mientras le da la bienvenida a ese rincón tan especial de su cuerpo que con gusto le está esperando, listo, ansioso, deseoso. 

Ese rincón al que no todos pueden llegar a pesar de querer. Los movimientos continúan, la fuerza también. La respiración responde, el corazón quiere explotar, los labios se humedecen, las bocas se re encuentran recorriéndolo todo. 

De repente y aún adentro unen sus manos tal cual  están uniendo sus cuerpos. Siempre tienes tus detalles y sabes, eso es lo que más me gusta de ti, de este encuentro, le dice ella, mientras le ofrece su toque especial a tan divino momento. Uno que él espera con ansías locas. 

Ese movimiento, esas contracciones  pélvicas que le acarician todo y lo seducen con tanto placer. Sabes que con eso me absorbes, lo sabes, le dice él. Sexy’s octavitas, le dijo ella, mientras continuaba deleitándose de tan sublime momento. Ahí están, uno dentro del otro, fusionados, celebrando en cuerpo y alma y conscientes de que la fiesta continúa.

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