Cuando una pareja  se  jura amor  eterno afirma  que  será  en las buenas  y en las malas. Pero, ¿qué  sucede  cuando  esas   malas  parecen  no  tener  fin  pues ese compañero es  simplemente  un   mantenido  que no   da  un tajo ni en  defensa propia?

En la actualidad,  hay  muchos  hombres  que ante la crisis  económica  han sido  despedidos  de sus  trabajos y  son las  féminas  quienes llevan el sustento  del hogar. Muchos  de  ellos  asumen  con   responsabilidad el quedarse en la casa hasta  encontrar   trabajo lo  antes posible. 

Sin embargo,   hay  otros   que ante  este panorama deciden quedarse  en la  zona de la comodidad,  ya  sea por sacarle ventaja o dejadez   por la tediosa búsqueda  de trabajo. Es ahí  cuando se  comienza  a  vivir  la  pesadilla del  hombre vago. 

 Le sucedió a  Milagros  (nombre ficticio para  proteger su  identidad), madre de dos  niños    y  quien  afirma  que  la  razón principal  por la  que  su  matrimonio de diez  años terminó  fue el factor  económico,   ya  que  su  esposo vivía  literalmente  a  cuenta  de  ella.

  Milagros  cuenta que  cuando se casó  su  entonces  esposo  tenía un   trabajo  en  el  campo  de la publicidad.  De  momento, la inestablidad  laboral   comenzó a sentirse en el hogar  ya  que,  curiosamente, a  su  esposo   lo despedían con frecuencia  de diferentes   trabajos. 

 “Siempre  me  decía  que  como era  el último que  llegaba, lo despedían. Luego de estar desempleado  por esas  irregularidades en la industria para la que él trabajaba, como esposa mi compromiso era estar de manera incondicional y de apoyar entonces sus planes de tener su propio negocio cuando por última ocasión quedó desempleado”.  Milagros recuerda    que  a  partir  de  ese  momento acordó  con su  esposo asumir  todos los  gastos  del hogar   en lo que  él  montaba  su  negocio.  

La  mujer  asalariada asumió  todas  las  deudas, desde  la hipoteca,  el cuido  de los niños,  cuentas a  pagar,   y  hasta la tarjeta  de crédito  de él  que  cada  día se  inflaba  más. Él,  mientras  tanto,  se quedaba en el hogar con la fantasía  del negocio que nunca  funcionó. 

 Milagros detalla  que  pagaba    el celular de él, todas las salidas a comer y al colmado, los pañales y la leche de los niños  y unos gastos particulares para que pudiera operar su negocio. Incluso,  por  meses  le    dio su  carro incluyendo gasolina mientras ella se quedaba a pie. 

  “Pensaba que era el momento de que se dedicara a algo diferente a lo que hacía y tenía esperanza de que iba a resultar. Sin embargo, su negocio no prosperó y era evidente al pasar los meses. Al yo ser asalariada, él prefirió quedarse en esa zona de comodidad”, añade  la  mujer   que  estuvo  seis años   inmersa  en  esta situación.

 El fin de  la  relación

 Al revivir  este  proceso  se reafirma en que por  más  que  intentara reestablecer la relación,   su  matrimonio  no tenía otra  salida  que  no  fuera  el  divorcio. 

 “Dije ‘basta ya’ cuando miré hacia atrás y me di cuenta que no podíamos salir del estancamiento, cuando sentía que lo estaba dando todo y en cambio él estaba sumido en el abandono. Mantenía a mis hijos y a él, quien no tenía motivación por buscar un empleo con una entrada de salario fijo. Al llegar a la casa  me daba cuenta que tampoco recibía ayuda en los quehaceres del hogar porque ‘estaba trabajando’. No tenía iniciativa… Atrás se estaban quedando mis planes, mis sueños y mis proyectos de vida porque económicamente lo estaba dando todo. Esto empeoró y laceró las diferentes áreas que componía nuestra relación”, mencionó  la  mujer,  que  tras tomar la decisión se divorció  del padre  de  sus hijos. De esto  hace ya  un  año.  

Una situación similar le ocurrió a  Liza, solo que  ella lo  experimentó  con  un novio. En el caso  de  la  maestra de  preescolar, cuando conoció a su entonces  pareja, él trabajaba  por  su cuenta y   en   algunos proyectos  en los medios  de  comunicación, pero su trabajo no  era  estable. 

“Nunca  veía  el dinero.  Recuerdo que vivía  alquilado y  luego  tuvo  que entregar  el  apartamento. A  insistencia mía empezamos a  vivir  juntos  en mi  apartamento y  yo pagaba todo, porque  todo  estaba  a mi  nombre. Recuerdo que  le  daba  dinero para gasolina”, narra  Liza sobre el noviazgo  que  mantuvo  por  cuatro años.

  Liza  aclara  que  cuando su excompañero tenía  dinero pagaba algunas   salidas, pero  siempre  estaba  atrás  y  ella  terminaba  costeando otros  gastos. Lo que   Liza nunca  entendió  es  cómo lograba  viajar  por supuestos  proyectos, ya  que  eran viajes  costosos. Igual dice que  aprendió a  ser  conformista ya  que  no  recuerda  algún  detalle  de parte  de  él por    algún cumpleaños o aniversario. 

  “Siempre me decía que  estaba  pela’o. Viajamos varias  veces  y  era yo quien   pagaba el viaje.  Para colmo  no   cambiaba  ni  una  bombilla   en la casa. Un día le  pedí  que  fuera a  comprar  leche  y  unas  cosas,   y  me  exigió que le  diera  dinero para  gasolina. Ese día  recuerdo que le  di   siete dólares  que  era  lo que tenía en  la cartera.  A  partir de ese  instante lo  saqué  de  mi  vida. Ese  día supe  que  nunca  él iba a  salir del hoyo por  su comodidad. Me distancié emocionalmente  y al  mes  terminamos”, subraya.  

Inminente  abismo 

El  consejero  profesional  Juan Marrero  explica  que  este  panorama  de  hombres mantenidos  no  es una  novedad, pero que  ante  la precaria  situación   económica cada  vez  hay más   casos. El terapista  de parejas  afirma  que hay   varios  factores  por  que  un hombre  puede  asumir  esa  actitud  de  vagancia  y comodidad. 

 “Están los  que pierden el interés  de seguir  buscando trabajo  y  caen en un  abandono, hay  otros  que  una  vez  están  en la  zona cómoda  y  la mujer  sigue  con  su  doble  jornada  de trabajo  se  aprovechan  de  eso  y  no hacen ningún  esfuerzo. Aunque ella  asuma  la  responsabilidad total  por un tiempo, no  es sostenible  para  ninguna  mujer. Por  eso llega   el divorcio”,  menciona  el  consejero, que ha  sido testigo  de  cómo  culmina  el  matrimonio por  esta  situación.

 En su  consejería  ha  trabajado  con  parejas  que  enfrentan  este  problema   y  aunque  busquen  ayuda con psicólogos  y otros profesionales, el  fracaso  es  un hecho. 

 Marrero  subraya  que si  el  hombre  no tiene  un  compromiso genuino en una búsqueda de  empleo  y  cambiar  su realidad, la  mujer  no  va  a  poder  sostener  por  tanto tiempo  la   relación  y el hogar.

La recomendación del consejero  es que una  vez  se  da la pérdida  de empleo la  pareja  se  comunique  y  se   haga  un acuerdo con tiempo  prudente  para esa  nueva  oportunidad laboral. 

“Sabemos  que los trabajamos  están  difíciles pero  no  es que  vamos a  estar un año a  tres  años  buscando empleo. Igual, si  el plan es un negocio  propio  hay que  establecer un plazo,  no  es  dejarlo  todo  y  gastar  el dinero en un negocio que no  va a  prosperar. Si  se  llega a  la fecha  del  acuerdo y el  hombre  sigue  en las mismas  hay que  tomar  decisiones”, concluye.