Si usted no ha buscado en la red una escena de lesbianas en una página porno, lo más seguro es que la persona que tiene al lado, sí lo ha hecho. Esto, a juzgar por las estadísticas que sentencian que ocho de cada diez accesos a internet se deslizan hacia sitios con contenidos sexuales explícitos en los que, ojalá, sus protagonistas sean mujeres.

Pues no se aterre ni se haga cruces. Los tiempos han cambiado y la pornografía dejó de ser una oculta transgresión propia de atrevidos o de ‘depravados’ y se convirtió en una práctica cotidiana –de hombres y mujeres– en todas las culturas y condiciones a nivel mundial.

Análisis recientes (del portal PornHub Insights y del Observatorio de Internet de Argentina, por citar algunos) demuestran que el consumo de gemidos, poses, actrices y dotaciones masculinas a través de las pantallas de computadores y de dispositivos móviles ha crecido más del 45 por ciento, lo que supera de lejos las búsquedas en línea de deportes, datos económicos o noticias. En otras palabras, en la red, el departamento inferior del cuerpo y sus aledaños –en pleno desempeño– son más populares que Ronaldo o el mismo Barack Obama. Nada que hacer.

Y valga decir que nosotras, las mujeres, en esas excursiones somos cada vez más asiduas. Tanto que hoy siete de cada diez aceptamos –me incluyo sin pudor– que ojeamos polvos por la web y que la mitad lo hacemos, al menos, una vez por semana; un poco más recatadas que los señores, quienes se pueden ver tentados a husmearlos en cualquier momento del día, incluso en sus espacios de trabajo, sobre la base de que nueve de cada diez de ellos son consumidores habituales de porno.

Claro, estos son promedios, porque los números reales ubican a los gringos como los más fanáticos por el sexo en línea, seguidos por el Reino Unido, Canadá, India, Japón y Francia –países con mayor acceso per cápita a dispositivos y a internet–. Por estos lados, a la cabeza están Brasil, México y Argentina.

Ahora, ‘lesbianas’ es la palabra más buscada, seguida por ‘madrastra’, la infaltable ‘Milf’ (mamá que me lo haría) y ‘lesbian scissoring’ (la tijereta), lo que demuestra que los polvos genéricos, al parecer, se tornaron aburridos. Y esto es una muestra de que la gente en la red proyecta sus fantasías y quiere algo diferente. En fin.

No se trata de juzgar. Son estadísticas que dejan entrever que la sexualidad se abre espacio a pasos agigantados y que exige, por un lado, dejar la mojigatería, y por otro, adaptarle los espacios que merece y que siempre le han negado. Por ahora, dejo aquí, porque la semana se está acabando y necesito este dispositivo para otra tarea. Hasta luego.