En Chile, cerca del 45% de las mujeres se declara soltera o sin pareja, y buena parte de ellas acusan además que sobran los “pasteles”. El tema, sin embargo, es que el número de hombres solteros también va en aumento y algo pareciera estar pasando que ambos sexos no logran juntarse. 

La publicista ecuatoriana Cristina Vásconez, instalada hace 25 años en el ya mencionado país, ha observado este proceso, y desde que se convirtió en coach siempre estuvo atenta al fenómeno de solteras en busca de. Su conocimiento del ‘consumidor’ y las tendencias la llevó finalmente a iniciar coaching para solteras a fin de que sean las mismas mujeres las que generen cambios en su situación.

Esta coach señala que se debe derrumbar el concepto de 'media naranja' con el que nos referimos a la pareja porque no sólo es cruel respecto de una misma, sino que nos priva de la posibilidad de ser compañeros de ruta.

Hablar de coaching para solteras parece sofisticado, pero a la vez insólito.

“Sí, pero apunta a que a los seres humanos no somos preparados para las cosas importantes como ser padres o ser pareja. De alguna manera vamos improvisando en la vida y la psicología y el coaching son disciplinas que se hacen cargo de los entornos en que nos movemos y la impresión que hará como huella en nuestra personalidad. Los seres humanos no nacemos enojados o hiperactivos, eso lo tomamos del contexto”. 

Ya, pero hacer pareja se viene haciendo desde los inicios de Adán y Eva. Era algo natural e intuitivo, ¿ya no es así?

“Es verdad que se movía por la intuición, pero en este mundo donde todo se cuantifica nos hemos olvidado de eso, cuando la intuición es tremendamente relevante en el minuto de elegir una pareja. Ahora, la intuición está mal entendida, no es sólo la química o las mariposas; implica un conocimiento profundo del yo, de quién soy yo y cómo opero en ese ámbito”. 

Pero había algo antes que funcionaba. Después de los matrimonios arreglados, nuestros abuelos y padres lo aplicaron y no fueron a coaching.

“Sí, pero los contextos son distintos. Antes las relaciones estaban sujetas a un mandato social muy fuerte, con marcos muy conservadores donde te casabas para toda la vida, y la felicidad no era relevante. Pero eso cambió y hoy los seres humanos están más conscientes de la necesidad de ser feliz y en eso, a veces, nos ponemos impacientes y resolvemos vínculos con una rapidez que antes no se daba. Hoy las personas están más preocupadas de por qué no funcionan las cosas; la modernidad impone situaciones que antes no existían como que las mujeres tienen menos tiempo”. 

¿Apuntas a un escenario que cambió? ¿A una mujer autosuficiente?

“La mujer no es la misma de antes, salimos a la calle con ganancias y pérdidas. O sea podemos tener una vida, pero hemos perdido espacios, feminidad, fragilidad, y lamentablemente adoptamos un rol que no es el nuestro, uno masculino. Y en paralelo a todo eso, los hombres se empezaron a sentir sin pega, desplazados, porque las hordas de mujeres superpoderosas no dan espacio para hacer pareja”.

¿En el momento que nos convertimos en un par las cosas se fracturaron?

“Sí, perdimos cosas de nuestra emocionalidad que son profundas y que los hombres también las tienen. Ni hombres ni mujeres estamos ocupando esos espacios de sensibilidad y en la vida a mil en que estamos nos olvidamos que hay momentos para ser competitivas y hay espacios para ser compañera”. 

Cristina apunta a una serie de ritos que hombres y mujeres han perdido y que han afectado las posibilidades de relacionarse como que el hombre pase a buscar a la mujer (ahora se juntan en el lugar), o que él pague la cuenta. 

Cualquier feminista diría que tú eres Satanás. 

“No tiene que ver con ser feminista o no, tiene que ver con el hecho de que hay momentos para ser frágil y acoger la fragilidad del otro. La fragilidad no es terreno de las mujeres, es de ambos, ambos se tendrán que acoger en su momento, turnándose. Se nos olvidó el gozo del galanteo, el que uno quiere y vamos a dos cucharadas y a la papa. Esto es necesario porque se necesita tiempo para saber si esa persona es la que nos conviene”. 

¿Hay otros factores que estén interviniendo? ¿Miedo al compromiso y al fracaso? 

“Sin duda, y esto no es nuevo. Muchas cosas inciden en la manera cómo abordamos las relaciones, la manera cómo aprendí el afecto, cómo se interpreta el apego. Si se tiene confianza en saber levantar en otro afecto, probablemente sentiremos que somos capaces de generar una relación igualitaria, sin duda. Pueden surgir problemas, pero esos son posteriores. 

“Hay casos en que una mujer se lanza a una relación precipitada por una evidente carencia afectiva que se arrastra de la infancia”. 

¿En todo esto, las expectativas de perfección son muy altas?

“Sí, porque buscamos una felicidad más bien externa, es decir que emana de otro; buscamos en el otro aquellas cosas que no encuentro en mí. Al establecer una relación de pareja se debe parar y ver cuáles carencias tenemos y esperamos que otro supla; que el otro nos llene problemas de autoestima”. 

¿Imponerse cumplir roles como ser buena profesional está anulando la posibilidad de formar pareja?

“Hay de todo y hay polos. Hay mujeres que se casan jóvenes, estudian una carrera y no la desarrollan. Hay otras que empiezan tarde a hacerse preguntas que son elementales como ¿qué quiero en la vida? Una pregunta profunda, no bobalicona de ‘quiero ser feliz’. 

“A partir de esa respuesta hay que generar proyectos sin limitarse, hay que desplegarse en distintos espacios; el problema es que cuando no se tiene una respuesta podemos llegar a los 30 años con más títulos, más viajadas, pero no necesariamente más completas. Y en el espacio de pareja esperamos que otro nos supla aquello que no hemos construido”. 

Y además sumamos el ‘reloj biológico’.

“Tal cual, a los 35 años decimos aplicar el mandato gigantesco de que las mujeres tienen que ser madre y se salen como locas a embarazarse a como de lugar. Está bien tener un proyecto de familia, lo importante es hacerse las preguntas elementales. Mientras menos sepa de mí más vulnerable estoy frente a una relación, tenemos que hacernos cargo de nosotras antes de salir al mercado de las parejas”.

Esta coaching profundiza en que las mujeres deben preguntarse cosas tan básicas como ¿qué tipo de hombre nos interesa, cuál es el patrón que he ido armando en la búsqueda (es siempre un loco, o terminé siempre de mamá), o ando siempre empoderada o, al contrario, soy demasiado geisha. Hay que preguntarse qué es lo que se está transmitiendo al otro y resolver. 

¿El modelo del hombre ideal todavía pesa?

“Sí, efectivamente los queremos exitosos, guapos y ahora femeninos, conectados. En cambio olvidamos proyectarse para ver cómo será ese hombre a los 50 años. Se trata de ver lo medular, pero el tema es que muchas veces no resolvemos qué es lo medular en una”. 

Las solteras dicen que está lleno de pasteles.

“No es así, ese pastel que descartes ahora está comprometido con otra. La pregunta es ¿era yo, o él? ¿No habrá sido que no expuse claramente lo que quiero?; andamos con el miedo de espantar a los hombres con el cuento de llevar el vestido de novia en la cartera, pero es un derecho saber si ese hombre quiere ser un picaflor o quiere algo a largo plazo”. 

¿Todo se ha agravado por un pésimo manejo de las frustraciones?

“Sí, estamos en una cosa de consumo inmediato, de ponerse exigente, de huir de relaciones complicadas. Si hay un porcentaje alto de solteras también lo hay de hombres, y nadie dice que se debe terminar en matrimonio, pero es rico tener pareja”. 

Cuando se llega a cierta edad soltera, ¿se cae en la profecía autocumplida?

Y eso que, por suerte, que el mote de solterona ha ido quedando atrás. “La verdad es que se aplican ciertos paradigmas como ‘hay pocos hombres’. Cuando socialmente se instala eso en el ambiente eso predispone a las mujeres. ‘Me tocara un separado’ o ‘me voy a quedar con lo que botó la ola’ son otros y en eso no hay alegría y por lo tanto, no hay buena disposición y menos se está siendo activa. 

“A pesar del empoderamiento que vivimos, de algún modo tomamos una actitud pasiva en donde sentimos que somos elegidas todavía. Algunas creen que no tienen chance de decir ‘tú no’ porque estamos con la idea clavada de que hay pocos hombres”. 

¿Cuánto está influyendo en esto la libertad sexual?

“Hombres y mujeres tenemos una aproximación distinta, biológica y psicológica al tema sexual. Si bien, hay avances que derribaron imposiciones como que las mujeres no pueden tener relaciones casuales, no sé cuánto está afectando. Creo que las mujeres hemos sabido discriminar el sexo casual del sexo que me interesa como vínculo más profundo. No sé si esto está haciendo ruido”.