Cuando se tiene coraje, muchas veces se busca suprimirlo y no darle paso a que se manifieste. Mi recomendación es todo lo contrario. Se debe buscar la expresión de coraje para que haya una liberación emocional y fisiológica de aquello que nos puso en contacto con el coraje. Hay que recordar que el coraje construye o destruye. En muchos instantes es el coraje lo que nos permite movernos de una situación adversa para el ser o que simplemente no trae salud. Por tal motivo, siempre es bueno manifestarlo.

En un momento de coraje podemos dejarnos llevar por su expresión máxima: la ira y perder el control. Cuando se está manejando ira es mejor distanciarse de la situación, de la persona e irse a buscar un poco de aire. A veces es necesario esperar unos cuantos días para que la emoción no esté desbordada. 

En estas circunstancias, en donde se maneja la ira, hay que pensar que el manejo de ella con uno mismo nos protege de herir al otro, ya sea emocional y hasta físicamente. De esta manera, también, se logra evitar meternos en problemas derivados con la ira (lo que puede llegar a ser hasta un problema con la justicia). Usualmente, como todas las emociones, la ira solo necesita tiempo para que ella misma se maneje de forma efectiva. Siempre ayuda practicar el ‘mindfulness’ (ser observador de la circunstancia y mantenerse sin hacer juicios) y ejercicios de respiración.

En cambio, cuando se está manejando coraje, hay que darle espacio para que se manifieste. De la ira se puede ir al coraje o simplemente uno solo tener coraje. El primer paso para manejar el coraje es la aceptación. Al aceptar que se tiene coraje, se comienza a manejar el mismo, ya que de lo contrario se crea un bloqueo en el sistema nervioso y la emoción se queda comprimida en el interior. 

La aceptación conlleva dos elementos: la aceptación para con uno mismo y el compartir esa realización con otra persona que no necesariamente tiene que ser con quien se tiene coraje. Al exteriorizarlo, se vuelve más real. Al ser real, estamos aceptando.

Lo segundo para el manejo de coraje es lograr identificar la verdadera razón por la que se tiene coraje. Identifica lo que te molesta. ¿Fue un manerismo o el cómo se dieron las cosas? ¿Es una razón existencial como, por ejemplo, tener coraje con la vida misma? Pueden ser un sinfín de razones las que generan tu coraje. Lo importante es no conformarse con un “no sé” como respuesta a lo que causa el coraje. Saber lo que causa el coraje abre la posibilidad para que se pueda lidiar con ello y de esta manera trascender el coraje mismo.

Lo tercer y lo último para lograr un manejo de coraje efectivo es la manifestación del mismo de una manera saludable y protegida. Hay que buscar hacer algo con el coraje. Se puede desde hacer alguna actividad física o pasivamente hacer algo de motor fino, como alguna manualidad con la intención de manifestar coraje. 

Lo que sea que se haga no debe causar daño al otro ni a uno mismo. Tampoco debe poner en riesgo la integridad personal. De esta manera se le gana al coraje. De esta manera el coraje se maneja y se saca del organismo. De esta manera el coraje se vuelve constructivo, pues nos mueve de lo que incomoda y nos lleva a construir algo mejor. Inténtalo.