Ya se va acercando el fin de año y con ello surgen los cuestionamientos sobre lo que se ha logrado o no se ha logrado en torno a las metas personales. El escrutinio personal puede estar basado en los hechos reales. Sin embargo, estas reflexiones muchas veces terminan con sentimientos de culpa y frustración que nada aportan a la motivación, la estima personal, al progreso y al movimiento hacia el futuro. A su vez, la insatisfacción que surge al encontrar culpa y frustración como “resultados” del año genera aún más bagaje emocional.

Desde ahora la recomendación es estar más alerta de estos pensamientos o de cualquier indicio de que estamos acogiendo la culpa y la frustración como propios en torno a este año. La idea es que hay que liberarse de ellos para empezar el próximo año con una base emocional que lleva a las acciones presentes y futuras que queremos.

La culpa y la frustración crean un ambiente de estancamiento, donde se pierde la noción de lo que sí funciona o lo que sí se logra. El sesgo que se crea es desfavorable para el "yo". De hecho, la versión del "yo" puede tergiversar la realidad. Por ejemplo, aunque se piense que no se ha logrado nada en este año, por definición siempre se logra. A medida que se acumulan los resultados del día (completar un día es en sí un logro) se van definiendo las posibilidades futuras con cada acción. Es así como se crea el futuro. 

Aunque se piense que no se está creando; se está haciendo se quiera o no. Ahora bien, siempre se puede revisar el enfoque que se tiene en torno al presente para mejorar el futuro. Para lograrlo, solo se necesita tomar esta consciencia y realizar las acciones congruentemente.

Hay momentos en que se está frustrado y todo culposo sin necesidad, puesto a que se han planteado metas que son irreales. A veces el resultado no llega porque no tiene que llegar. Aquello que se ha pedido simplemente no es. Entonces, ¿para qué agobiarse más de la cuenta? Es mejor ser realista. Revisar las metas no viene mal. ¿Realmente son posible desde donde se está ahora? Si no lo son, ¿qué hay que hacer primero?

No importa que el sentido de culpabilidad y frustración sean reales o solo un efecto de la percepción, como menciono, hay que salir de ambas. Supera la culpa y la frustración de la siguiente manera:

1. Asume la responsabilidad de la culpa y la frustración desde tu rol de adulto; el adulto simplemente se mueve y no se queda estancado en nada.

2. Deja de asumir la culpa que no es tuya. Evalúa el lenguaje de los demás y el tuyo para eliminar cualquier indicio de otorgación de culpa sin necesidad.

3. Conecta con tu espiritualidad.

4. Ante la frustración, lleva a cabo lo que se necesita para salir de la inacción.

5. Repasa los eventos significativos de este año. Analiza cómo cada uno de ellos te ha ayudado a seguir hacia delante… A ese futuro que es posible y que deseas.

6. Piensa en lo que sí funciona. Aquello que no funciona ponlo en la lista de asuntos pendientes y por atender.

7. Practica la tranquilidad mental realizando ejercicios de visualización donde te ves feliz, realizado y totalmente seguro.

8. Comienza a estructurar tus metas del 2017.

9. Utiliza estos meses que quedan del 2016 para ir preparando el camino para alcanzar esas metas futuras.

10. Libérate de todo aquello que crea más ansiedad de lo que entiendes puedes manejar o de aquello que te desenfoca.

11. Asume una actitud de “Sí se puede”.