Alexandra Román “necesitaba algo más”.

Sentía que la homosexualidad que había estrechado no era el final de su búsqueda de identidad.

Se encontró entonces con una definición con la que se sentiría  a gusto:  transgénero, un  término global que define a personas cuya identidad de género, expresión de género o conducta no se ajusta a aquella generalmente asociada con el sexo que se les asignó al nacer, según la Asociación Americana de Psicología. 

“Eso era lo que yo necesitaba. Vestirme como yo quería vestir. Autodenominarme como una mujer. Como lo que quería ser. Que la gente me tratara como una mujer”, sostuvo.

Le tocaría emprender la transición de hombre a mujer. 

Hoy, a sus 26 años de edad, ha logrado su objetivo de salir a la calle sintiéndose mujer, no solo por su apariencia, sino porque está convencida de que esa es su identidad. “Las personas siempre van a  querer que tú seas lo que ellos quieren que tú seas. No lo que uno quiere que uno sea”, explicó. “Si tú no estás en las cajas de hombre o mujer, tú eres diferente y estás mal”, agregó.

Antes de terminar la escuela superior, Román se definía como homosexual porque sentía atracción hacia personas de su mismo sexo, no se identificaba con los gustos de varones y le gustaban las muñecas y los vestidos de mujer. “Era lo más fácil y lo que la gente podía entender”, dijo.  

Trazó el inicio de esa definición cuando cursaba el quinto grado, luego de  un periodo de confusión. “Uno se hace muchas preguntas: ¿Por qué? ¿Qué debo hacer? ¿A quién debo acudir?… En ese proceso son demasiadas preguntas que uno se hace. ¿Cómo yo sé lo que soy? Obviamente, uno tiene miedo a preguntarle a tú mamá, tú papá… porque nadie quiere, según la sociedad, un hijo gay”, mencionó.

Su miedo surgía porque se crió en un hogar católico y conservador, lo que define como  “estar encajonado en lo que es hombre y mujer. No quieren saber lo demás porque es diferente”.

Durante ese periodo “retante” y “drenante” de autodefinición lo más espinoso era “aceptar lo que tú eres porque acuérdate que estás en esta confusión de si estás correcto o no estás correcto”.

Ante la familia

Eventualmente, su padre pudo aceptar que fuera homosexual, pero aún no ha hecho las paces con su identidad de  mujer trans. Por el contrario, su madre ha logrado aceptar su transición, a pesar de que sí había mostrado resistencia cuando dijo que era homosexual. “Me presenta como su hija”, expuso, y  eso la hace sentir “bien contenta porque mi mamá abrió su mente”. 

Fue a partir de los 18 años, cuando ya había terminado la escuela, que se desprendió de la vestimenta de varón, animada por el mundo del transformismo.  “Me reconocí yo misma y dije: ‘esto es lo que necesito para yo ser feliz’. Porque sí me definía como un chico gay, pero no estaba feliz. No era lo que yo quería”, confesó. 

Habría querido hacerlo antes, pero su mamá siempre le decía que “podía ser un chico gay pero que jamás viniera a mi casa vestida de mujer… Me decía que hasta me iba a botar. Y ahí estaba el miedo. El miedo de decir... necesito algo más para sentirme bien”. 

Hasta que identificó el momento de dar el próximo paso. “Llegué a mi casa un día y saqué toda mi ropa de varón. La eché a una bolsa y la boté. Era un proceso un poco difícil porque no tenía prendas femeninas”, contó.

Todavía recuerda la primera vez que se presentó como mujer ante sus familiares, vestida con un mahón, una blusa fusha y zapatos de tiras negras. “Fue un quinceañero de una de mis primas. Yo le dije a mami: ‘Este es el momento de saber cómo reacciona la familia’”, detalló. “Ese día, que me vio maquillándome, su cara era de asombro. No me reconocía. Estaba como sosa”, recordó. Sin embargo, la reacción de varios de sus familiares fue de apoyo.

Román, quien tiene un certificado técnico en enfermería práctica y actualmente ejerce como trabajadora de alcance comunitario en el Proyecto Carib en Mayagüez, explicó que cuando “tomas esa decisión de hacer la transición, la familia tiene que transicionar contigo porque la familia está viendo un cambio en ti que no había visto y tienen que educarse sobre el tema. Saber cómo te van a tratar”.

¿Y si no pasa?

“Si no pasa es difícil. Y pasa, pasa muy seguido. Hay muchas chicas trans que no tienen el apoyo de la familia. Es bien difícil. Es bien difícil porque no vives feliz… He conocido chicas que tienen que vivir dentro de su casa como varón y cuando salen fuera de sus casas es que pueden ser chicas porque en sus casas no las aceptan y es algo triste porque  tú quieres ser liberal”.

Para Román ha sido “esencial” que su madre y hermano aceptaran su identidad transgénero.

Ahora, parte de sus planes son iniciar una terapia hormonal para continuar su transición, lo que implica un reto no solo por lo costoso sino por las dificultades de acceso a profesionales especializados en la Isla.

¿Cómo quieres que la sociedad te vea? 

“Como una persona normal, como una persona normal, igual que ellos”. 

Es ese precisamente el reto mayor de una mujer transgénero, dijo, que la gente “entienda lo que tú eres y te acepte como tú eres”.