Se presume que la muerte es un desenlace que busca evitarse la mayor cantidad de tiempo posible, pero hay quienes viajan hacia ella porque  la existencia que llevan, llena de dolores y limitaciones, ya no parece vida.

Suiza, un país donde es legal la muerte asistida, anualmente recibe a decenas de turistas que van allí a morir. Como las leyes no están tan claras, organizaciones que defienden el derecho a la muerte digna coordinan lo que será el último viaje de una persona enferma.

Según los resultados de un estudio piloto publicado en Law, Ethics and Medicine, entre 2008 y 2012 en Suiza recibieron muerte asistida 611 turistas. El “turismo suicida” en el país se duplicó entre 2009, con 86, y 2012, con 172.

En los 611 casos objeto de estudio el 58.5 por ciento eran mujeres entre los 23 y los 97 años. Tanto en los hombres como en las mujeres la mayoría de las condiciones que los aquejaban eran de origen neurológico, con un 47 por ciento; cáncer, con un 37 por ciento, y un 28 por ciento con padecimientos reumatológicos y cardiovasculares.

Aunque la procedencia de los pacientes incluye 31 países, la mayoría eran europeos. De Suramérica hubo uno de Brasil y de Estados Unidos, 21.

Los autores del estudio señalan que en Suiza no hay regulaciones para establecer cuáles son las condiciones en las que una persona puede recibir una muerte asistida y destaca el aumento en pacientes de enfermedades que no son terminales pero que igual optaron por escoger la muerte.