El aumento de patologías como alergias, dermatitis atópica o asma en niños parece estar íntimamente relacionado con la alteración de la flora intestinal debido, entre otros factores, a una mala alimentación durante la infancia e, incluso, de la madre durante el embarazo.

Así lo ha advertido el dietista, nutricionista, investigador y docente del departamento de Pediatría, Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Valencia, Jesús Sanchís.

El experto explicó que la microbiota intestinal empieza a programarse desde la gestación, por lo que resulta trascendental que los progenitores cuiden su alimentación incluso antes del nacimiento.

La disbiosis de la microbiota (así se denomina a la alteración) también puede estar relacionada con futuras enfermedades, como por ejemplo la obesidad o la resistencia a la insulina, cada vez más presentes entre la población infantil.

La falta de ejercicio físico y el desarrollo de los pequeños en ciudades alejadas de la naturaleza son algunos de los componentes que debilitan su sistema inmunológico.

“Es muy importante que los niños estén en contacto con la naturaleza, pues son numerosos los estudios que revelan que los pequeños que crecen en entornos rurales tienen índices de alergia y asma significativamente menores que aquellos que lo hacen en entornos urbanos”, ha incidido.

Sin embargo, a pesar de todos estos factores, quizá el más importante termina siendo la alimentación.

A una edad temprana, Sanchís recomienda una dieta basada, principalmente, en frutas, vegetales y verduras, evitando productos “altamente procesados”.

El motivo es que suelen contener cantidades importantes de azúcares, edulcorantes artificiales, grasas perjudiciales, emulsionantes y otros aditivos que perjudican a la microbiota y, por tanto, a la salud.

Esta recomendación se extiende más allá de la infancia, puesto que es imprescindible para que los adultos también dispongan de una microbiota intestinal sana y se muestren coherentes con el mensaje que trasladan a los niños.

En cuanto a los bebés, lo ha dejado claro: “no hay nada mejor que la leche maternal” ya que contiene probióticos (microorganismos vivos procedentes del intestino de la madre) y prebióticos (el alimento de los probióticos) que son claves para una salud intestinal idónea.

Pero no solo eso, Sanchís ha explicado lo que se denomina “eje microbiota-intestino-cerebro”, el cual certifica que cualquier alteración de una de estas partes afecta, invariablemente, a las otras dos.

“Uno de los grandes problemas actuales es la mala gestión del estrés y las emociones, porque terminan por alterar la microbiota de la madre y, por ende, la de los bebés”, ha especificado.

El pediatra y profesor titular de la Universidad de Murcia Vicente Bosch coincidió en los incontables beneficios de la leche materna, también para el desarrollo de los bebes prematuros.

De ahí que los diferentes expertos busquen, desde el primer momento, alimentar al bebé prematuro con nutrientes similares a la leche de la madre, puesto que “previene de infecciones y, sobre todo, mejora su desarrollo motor e intelectual”, según señaló a Efe.