Sus padres están encantados con su perseverancia y determinación. Su médico de cabecera no podría estar más orgulloso de su compromiso. Sus amigos y familiares apenas pueden creer lo que están viendo. Y, por su parte, el propio Andy Arreaga Valentín está más que satisfecho con su monumental logro. De hecho, “monumental” es la palabra clave porque este joven de 31 años ha alcanzado lo que pocos se hubieran atrevido a predecir: ¡ha perdido 225 libras!

Un giro inesperado

Lo menos que Andy se hubiera imaginado es que, cuando tenía alrededor de 20 años, y luego de toda una vida de ejercitarse vigorosamente –jugando baloncesto, soccer, squash y fútbol, entre otros deportes, además de natación y levantamiento de pesas–, un traspiés en una cancha lo llevaría a permanecer encamado por más de dos meses. Y es que, debido a que no le prestó atención al golpe que se dio en una pierna, sufrió de una celulitis que casi le cuesta la vida.

A consecuencia de ello, Andy –quien, debido a su atletismo se había mantenido siempre en forma– se encontró de buenas a primeras comiendo como de costumbre, pero prácticamente inmovilizado, razón por la cual las libras se empezaron a acumular... y a acumular. Y de unas 175 libras de peso, el joven de 5’ 6 ½” de estatura llegó a pesar 450 libras.

“Mientras hacía deportes, mi dieta era bastante alta (en calorías) porque quería subir músculo”, nos dijo. “Cuando estuve en cama con la celulitis, seguía comiendo como de costumbre, unas 3,000 calorías diarias. Empecé en talla 32 y llegué a talla 62 (de pantalón). Subía y bajaba de peso, pero volvía a engordar. Tomaba la decisión de rebajar, pero recaía. Las últimas 150 libras las engordé en un año”, recordó.

Enfrenta su realidad

Con el paso del tiempo, a todo lo anterior se sumó el hecho de que Andy pasó de trabajar como realtor a un empleo totalmente sedentario.

Entonces, una noche, luego de festejar con sus amistades –“Siempre he sido bien sociable y me encanta estar con la gente”, mencionó el joven–, Andy sintió un fuerte dolor en el pecho. “No se lo dije a nadie en casa y no me atrevía a decírselo a mi médico, el doctor José A. Sepúlveda Torres, porque ya él me había orientado en cuanto a nutrición y en varias ocasiones me había advertido que mi mayor problema de salud –más allá de la hipertensión y la incipiente diabetes– era mi gordura”.

Al otro día, todavía sintiéndose mal, recapacitó y optó por visitar a su médico generalista. Pero, en esa ocasión, el doctor Sepúlveda, viéndolo visiblemente asustado por el episodio de la noche anterior, decidió darle un ultimátum. “Tú no me haces caso, ya tú no me respetas como médico porque somos demasiado amigos”, le dijo el galeno. “Si no me haces caso, te vas a morir”, lo amonestó.

Lejos de una exageración, el doctor le estaba haciendo una advertencia muy real a su amigo y paciente.

“Andy era una bomba de tiempo”, dijo el facultativo en entrevista telefónica con Primera Hora. “Estaba prediabético, tenía mala circulación, hígado graso, inflamación del hígado... Podía tener una trombosis en la pierna izquierda (en la que había tenido la celulitis). Podía infartar en cualquier momento”, agregó.

¡A tomar cartas en el asunto!

Andy sabía que, más allá de sus padres y sus familiares, él contaba con infinidad de personas que lo querían, y lo quieren, bien. Pero, por delicadeza, muy pocos se atrevían a abordar el tema de su obesidad. “El que no me lo decía con palabras me lo decía con miradas”, rememoró el joven.

Por ello, no es de extrañar que menos gente aún confiara en que, una vez decidido a rebajar, Andy fuera fiel a sus propósitos. Pero él los dejó a todos atónitos. Organizado y metódico, lo primero que el joven hizo fue ponerse nuevamente en manos de su médico de cabecera. Además de esto, visitó a un nutricionista y contrató a un entrenador personal. “Del saque empecé con dieta y ejercicios. Un amigo me había prestado el programa de ejercicios Insanity y me atreví a hacerlo. ¡Los primeros días, a los tres minutos, tenía que cortar!”, dijo.

No obstante, Andy ni se frustró ni se rajó. “Todos los días hacía un poco de ejercicio, caminaba por casa, combinaba vídeos como el P90X y Les Mills Combat. Tardé varios meses, pero a las 100 libras menos, ya podía hacer el Insanity completo”, recordó orgulloso.

Perder en grande para ganar en grande

A medida que Andy rebajaba cada vez más libras, se iba entusiasmando con la idea de enviar fotos de su progreso a la compañía productora de los vídeos que utilizaba.  Para sorpresa suya, su primer premio fueron $500 en productos. A ese jugoso dinerito le siguió otro premio de $1,000 en efectivo. “Después, entré en otra competencia trimestral con un premio de $5,000”, anotó.

La gran sorpresa fue cuando le avisaron que era finalista en la competencia anual, en la que se premia al ganador  nada menos que con $100,000. Pero eso no es todo. Por el mero hecho de haber sido escogido como finalista, Andy recibió $25,000 y una invitación para ir este mes de junio a Las Vegas, con todos los gastos pagos, a ver si resulta ganador del Beach Body Challenge de Insanity.

“Soy el primer puertorriqueño y el primer latino en llegar a la final”, dijo rebosante de orgullo.

Huelga decir que sus amigos y familiares desean fervientemente que Andy salga victorioso en esta competencia. Pero, cualquiera que sea el resultado, para todos –sobre todo, para sí mismo– ya él es un ganador. Y, a decir verdad, el triunfo sabe mucho mejor que cualquier manjar en el mundo.

Este joven de 31 años ha alcanzado lo que pocos se hubieran atrevido a predecir: ¡ha perdido 225 libras!