Rodillas y tobillos son las principales zonas que más sufren cuando se trota y las que más cuidados reciben. Pero luego de ellas, es la espalda la que más acusa recibo del impacto sobre el suelo y, sin embargo, no siempre corre la misma suerte.

Según un estudio presentado en Estados Unidos, la falta de una atención adecuada eleva el riesgo de desencadenar problemas crónicos a largo plazo.

La advertencia de Neeru Jayanthi, autor de la investigación presentada en la Conferencia Nacional de la Academia Estadounidense de Pediatría, toma especial relevancia en la gente joven que aún no ha terminado su proceso de desarrollo.

"Una razón detrás de las lesiones es el uso repetitivo del mismo grupo de músculos, o tensiones en áreas en crecimiento, como la columna vertebral", explica Jayanthi, en cuyo estudio evaluó a 1.200 adolescentes menores de 18 años.

Del total de lesiones que sufrían, el 31,1% afectó las rodillas, el 16% los tobillos y el 15,1% la espalda. De estas últimas, la mayoría eran leves, pero en hasta el 40% el dolor lumbar estaba asociado a lesiones serias, incluyendo fracturas por estrés y complicaciones asociadas, como espondilosis (desgaste de los discos vertebrales) y espondilolistesis (deslizamiento de una vértebra sobre otra).

Las molestias iniciales en la zona lumbar suelen ser más suaves o llevaderas que una lesión en la rodilla o el tobillo, por eso no se consulta y, peor aún, se sigue entrenando. Hasta que la molestia es mayor.

"El dolor en la parte baja de la espalda es el síntoma clásico; con el tiempo se puede ir perdiendo flexibilidad en la zona. Si esto se repite, hay que consultar", indica Gonzalo Fernández, deportólogo de la Clínica Alemana. Sugerencia que el doctor Jayanthi complementa: "Si hay dolor lumbar por dos semanas o más, es imperativo que la persona sea evaluada por un especialista".

Consejos para evitar dolores

Como la idea no es terminar sufriendo después de hacer deporte, Lo primero que recomiendan es ajustar el volumen de entrenamiento a las condiciones de cada persona.

Segundo, es recomendable complementar diferentes tipos de ejercicios y no limitarse a uno solo.

En tercer lugar, un programa de entrenamiento físico y fortalecimiento muscular a nivel abdominal, lumbar y de caderas es recomendable para dar mayor estabilidad a la columna, mejorar la postura y soportar mejor el impacto. No basta con tener una musculatura fuerte.

En cuarto lugar, los ejercicios de elongación ayudan a que la columna esté suficientemente elástica, lo que facilita los rangos de movilidad y reduce el riesgo de lesiones.