Si te levantas exhausto día tras día, no importa cuánto hayas dormido la noche anterior pues, obviamente, eso no es normal. Pero, ¿cómo saber si lo que tienes es, sencillamente, un montón de cansancio acumulado… o algo llamado trastorno de fatiga adrenal? 

Esto último es algo para tomarse en serio porque se trata de un trastorno endocrino (hormonal) que ocurre cuando las glándulas adrenales –que están ubicadas una encima de cada riñón– producen muy poca o demasiada cantidad de ciertas hormonas, entre ellas, cortisol. 

La fatiga adrenal está considerada por muchos galenos como una “forma menor de insuficiencia adrenal” y a la misma se le adjudica una infinidad de síntomas que no tienen explicación exacta. Por otro lado, es un trastorno que no está reconocido por la Asociación Americana de Medicina (AMA, por sus siglas en inglés), algo que preocupa sobremanera a la nutricionista de diagnóstico funcional Debi Silber, R. D., quien –según lo detalla en un reportaje en el portal de Mother Nature Network– ha padecido el trastorno antes mencionado dos veces en su vida.

“Fui sometida a un montón de pruebas exhaustivas sin obtener respuestas ni ayuda, y fue solo cuando hice mi propia investigación que descubrí cómo la fatiga adrenal se ha convertido en una de las enfermedades más comunes, y menos diagnosticadas, que está padeciendo la gente hoy día”, dice Silber.

De hecho, Silber opina que el trastorno es reconocido por los médicos solo cuando llega al extremo y se presenta, entre otras, como la enfermedad de Addison –que causa que las glándulas adrenales gradualmente dejen de funcionar– o enfermedad de Cushing –que es provocada por niveles de cortisol demasiado elevados en el cuerpo–.

Las glándulas adrenales son claves porque funcionan como un regulador de las hormonas que nos ayudan a controlar el azúcar en la sangre, quemar proteína y grasa, reaccionar a los estresores y regular la presión arterial.

Lo que dificulta el diagnóstico del trastorno de fatiga adrenal es que los pacientes pueden experimentar una miríada de síntomas desde aumento de peso, cansancio extremo, ansiedad, trastornos hormonales, insomnio, pérdida de la libido, problemas digestivos, tensión muscular y problemas con la tiroides. Y lo que ocurre es que todos esos síntomas también pueden estar presentes debido a otros trastornos, por lo que se dificulta el diagnóstico acertado. “Todos esos síntomas que nos hacen sentir tan mal pueden deberse a otros problemas de salud”, se lamenta Silber.

No obstante, algunos expertos están decididos a lograr que el trastorno de fatiga adrenal reciba el reconocimiento y la atención que merece. “Este trastorno es el resultado de la falta de la producción adecuada de cortisol que reduce la inflamación en el cuerpo”, opina Barry Sears, Ph.D. –investigador, científico y autor de “The Zone” –, quien sostiene que “al igual que la diabetes Tipo 1, la fatiga adrenal es la consecuencia de una destrucción inflamatoria similar a la de las células que secretan cortisol en las glándulas adrenales”.

Por si fuera poco, eso significa que el trastorno de fatiga adrenal tiene síntomas parecidos a serias enfermedades autoinmunes como la artritis reumatoide. Y puede que las razones para que se esté viendo un aumento en casos de este trastorno estén directamente relacionadas con la dieta y el alto consumo de alimentos procesados, según opina Sears. Una dieta alta en alimentos procesados puede, a su vez, contribuir al aumento en niveles de inflamación provocados por la alimentación.

¿Y qué se puede hacer al respecto? Lo que Sears recomienda es adoptar una dieta antiinflamatoria y llevarla al pie de la letra. Ello implica que, por lo menos dos veces en semana, comamos abundantes cantidades de pescados de aguas frías, ricos en grasas saludables. Pero, si ese no es nuestro gusto, podemos, en su lugar, tomar un buen suplemento de pastillas de aceite de pescado para reducir la respuesta inflamatoria de nuestro cuerpo. También, tenemos que hacer todo lo posible por evitar las grasas saturadas, las “trans fats”, el exceso de azúcar y sal, y comer lo más fresco y saludable posible.

Si adoptamos esos cambios lo antes posible, no solo reduciremos la necesidad de que nuestro metabolismo produzca altos niveles de cortisol para reducir la inflamación existente, sino que reduciremos la probabilidad del daño futuro que la inflamación pueda ejercer sobre las células que secretan hormonas en las glándulas adrenales, como lo aconseja Barry Sears.