Todos estos equipos son fuentes de entretenimiento, comunicación y educación, si se usan bien. Pero cuando se convierten en niñeras o bobos virtuales, no solo le estás matando la imaginación a tu hijo pequeño o adolescente, sino que literalmente le estás robando la sanidad mental.

Hay menores que no pueden andar sin un iPad en la mano, o sin estar texteando. Rayos, hay adultos que tampoco pueden, pero en el caso de los “grandes” hay otras responsabilidades que atender y el tiempo para “jugar” es limitado. Con los niños es más complicado: una vez terminaron las asignaciones y tienen un rato libre, muchos prefieren pegarse a la computadora a salir a jugar con una pelota o a patinar.

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Seamos realistas: a veces hasta lo preferimos, ya sea por la inseguridad en la calle, o las malas juntas, o “es que prefiero saber dónde estás”. Pero si donde está es pegado a una pantalla, como un autómata y sin capacidad de responder a una simple pregunta, el asunto cae en lo patológico.

La publicación Psychology Today menciona varios efectos del “screen-time”, o el tiempo que los niños invierten interactuando con equipos electrónicos. De acuerdo con la doctora Victoria L. Dunckley, autora de “Reset your Child’s Brain”, estos menores suelen estar, al mismo tiempo, sobreexcitados y exhaustos por la cantidad de estímulos que reciben. No descansan bien, prefieren seguir conectados a hacer otras actividades y pueden desarrollar problemas de memoria, socialización y académicos. 

“En algún punto, un niño con estos síntomas puede ser diagnosticado con un problema de salud mental, como depresión mayor, bipolaridad o ADHD”. Dunckley agrega que los pacientes serán medicados, pero los síntomas probablemente no se aliviarán, dejando a padres y pediatras en un limbo en cuanto a qué le pasa al muchacho. 

La repuesta puede ser, sencillamente, apagar el equipo. Suena a locura para muchos (en particular para los jóvenes gamers o texteadores compulsivos) pero se ha demostrado clínicamente que el cerebro puede hacer “reboot” una vez se le elimina la exposición a equipos electrónicos por un tiempo tan corto como una semana. Dunckley recomienda una “purga electrónica” que,  “si se hace correctamente, puede producir un sueño más profundo, un comportamiento más coherente, más foco y organización y aumento en actividad física”. Entre otros beneficios también menciona la habilidad de tolerar mejor el estrés, disminuyendo las rabietas, y los niños empiezan a disfrutar más de la naturaleza y a alimentar y crear juegos con su imaginación. 

Algunos de los efectos del “screen-time”:

1. Desincroniza el reloj biológico: debido a la luz que emiten los equipos electrónicos, muy semejante a a luz del día, el cuerpo deja de entender los ritmos circadianos (que regulan el sueño) y los niños permanecen despiertos, incluso sufren de insomnio.

2. Desensibiliza la capacidad de sentir placer: los juegos electrónicos estimulan en exceso y, según la doctora, generan altos niveles de dopamina a los que el cuerpo se va acostumbrando, y va pidiendo más, tal cual fuera una droga. 

3. Acaba con las reservas de energía: Aparte de que los muchachos se convierten en prácticamente muebles, dejando de lado la actividad física que tanto necesitan en esa etapa de crecimiento, también se les drena la energía mental y varios efectos son las pataletas, los arranques de rabia o ansiedad, el insomnio o la excesiva somnolencia y la incapacidad de enfocarse.

Saber que con unos simples cambios e imponiendo límites le mejorarás la salud física, mental y emocional a tu hijo debería ser motor suficiente para implementar un horario de juegos electrónicos. Si te parece imposible apagar todo, disminuye el tiempo de exposición paulatinamente, con firmeza y estableciendo reglas. Poco a poco, ve llevando a tus hijos hacia otras actividades placenteras lejos de lo electrónico, e incorpórate: también te verás beneficiado. Más aire libre y menos encierro hará maravillas para el ánimo, salud y alegría de todos en la casa.