Estás en una tienda o en un supermercado. Tu nene se antoja de un juguete, pero tú le dices que no, y les explicas las razones. Pero la reacción de tu hijo es una combinación de llanto, gritos y pataletas por largo rato –momento que para ti se convierte en eterno ante la mirada de los demás-.  

Esta situación no es nueva para la inmensa mayoría de los padres, quienes entienden que forma parte del proceso de desarrollo. Pero, ¿qué tal si te dijeran que las rabietas de tu hijo o hija son un asunto médico –y no changuerías-?   

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La decisión de aprobar las rabietas como una enfermedad, como consta en el DSM-V (Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders) ha creado un debate entre quienes entienden que esto no es otra cosa que un asunto de disciplina. Sin embargo, el manual de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés), publicación que se utiliza como referencia para realizar diagnósticos de salud mental, establece las bases para diferenciar un patrón de rabietas típicas del desarrollo, de aquellas que alertan que algo anda mal con el menor.

“Hay una diferencia bien grande”, explica el psicólogo Dr. Enrique Gelpí Merheb, psicólogo clínico especializado en niños y adolescentes. “Cuando hablamos de trastorno es cuando esas rabietas ocurren con una frecuencia considerable, son rabietas explosivas, bien intensas, que pueden tener una duración bastante grande”, abunda. A este cuadro se añade que “hablamos de un patrón en que las rabietas fuera de control ocurren, por ejemplo, tres veces por semana, y la mayor parte del tiempo, el niño o la niña está irritable, con mal humor, a diferencia de un niño normal, que cuando se le pasa el coraje, está contento, de mejor ánimo”. En este caso, cabe la posibilidad de que le niño esté sufriendo este trastorno “o una condición que requiera seguimiento profesional”.

¿Y por qué estos arrebatos son diferentes a las rabietas típicas? “No hay mucha data”, menciona el psicólogo. Pero se considera que obedece a una combinación de factores, incluyendo neurobiológicos, de temperamento, de etapa de desarrollo y crianza.

Gelpí Merheb añade que algunos estudios han encontrado que los niños con esta condición “tienen un metabolismo más bajo en el área de la amígdala cerebral”. Ante este panorama, resulta imperante la intervención de un profesional de la salud para evitar la posibilidad de que el menor entre en un cuadro disfuncional. Además, en ocasiones, puede requerir farmacoterapia.

Por otro lado, el doctor menciona una serie de consejos para manejar los arrebatos o rabietas cuando forman parte de un cuadro típico de desarrollo, y no patológico. Pero antes, puntualiza que es mejor prevenir que tener que remediar. “Las rabietas son sinónimo de descontrol emocional, de descontrol conductual, y una vez comienzan, es bien poco lo que se puede hacer para resolver”, advierte el psicólogo. Por eso, adelántate a la situación. Por ejemplo, si sabes que vas a una tienda donde el menor se podría antojar de juguetes o de alguna golosina, adviértele con anticipación las reglas.

Dale su espacio. Trata de no intervenir demasiado si no es necesario -y si el bienestar del niño o de la niña no está en riesgo-. Deja que se le pase.

Trata de redirigir su atención. Distráelo hacia otra cosa. Si el menor insiste en su coraje, vuelve a la dinámica de dejarlo desahogarse.

No lo ignores ni lo abandones. Tratar de actuar neutral y darle su espacio no es lo mismo que tratarlo como si no existiera. De lo contrario, pudiera pasar que el menor realice cosas más negativas para llamar la atención.  

Disimula tu incomodidad. “Delante del niño, los padres no deben demostrar que están molestos, nerviosos o asustados de que el niño vaya a actuar peor. Si el menor lo percibe, esto puede hacer que aumente esa conducta negativa”, advierte el doctor.

No lo premies. “Jamás se debe recompensar al menor para que deje la rabieta, porque, sin querer, podemos reforzar esa conducta”, advierte enfático Gelpí Merheb. El niño o la niña puede interpretar que ese es el camino para lograr ciertos objetivos.

Para citas con el Dr. Enrique Gelpí Merheb, psicólogo clínico especializado en niños y adolescente: 787-727-7276