Hay piscinas, piña colada, sol y mucha rumba, además de ese bamboleo y mareíto de pasar varios días en altamar. Los cruceros son islas flotantes con todo lo que te puedas imaginar a bordo, pero son sus habitantes los que te hacen la vida placentera, así sea a costa de ellos mismos.

Trabajar en un crucero no es “soplar y hacer botellas”, según narraron varios tripulantes de estas embarcaciones a Jessica Hullinger, en entrevista con la publicación Mental Floss. Algunos de los datos más interesantes de ese arranque de honestidad (aunque muchas veces anónimo) fueron:

La liga de las naciones: Kat, una de las entrevistadas, reveló que “en cualquier contrato te puedes encontrar trabajando con gente de hasta 64 nacionalidades”, siendo los norteamericanos, a su juicio, los peores empleados porque están acostumbrados a un horario de 40 horas y fines de semana libres.

Bajas de peso: Con tanta caminadera de punta a punta y turnos que a veces llegan a las 12 horas, la misma joven reveló que podía perder entre 10 y 12 libras en cada contrato. El asunto de la comida (que no tiene nada que ver con la langosta que te ofrecen en el restaurante) también es un problema. “Imagínate comer del comedor de la escuela, tres veces al día, siete días a la semana, por un año”, explicó un ex empleado de una línea de crucero a Reddit.

Les gusta el party: No solo juegan con los pasajeros tirando comentarios como “nos vemos en la bolera esta noche” (cuando no hay ninguna en el barco) sino que, cuando ya se acaba la larga jornada, muchos optan por irse a beber. Gavin, uno de los consultados, comentó que tienen sus propios bares disponibles y el trago que te venden a $15 en la barra de la piscina les puede costar a ellos $1.50. Ahora, si los cogen borrachos (por encima de un límite de alcohol de 0.04 en la sangre) pueden ser sancionados.

Amoríos por cada esquina: Sam, otro empleado de crucero, aseguró que tanto tiempo en el barco, sumado a que están “ensalchichados” en áreas delimitadas, termina en la versión de “voy a ver películas en tu casa” o el más reciente “Netflix and chill”. O sea, se disparan las hormonas. Pero ojo: si los cogen vacilando con un pasajero son inmediatamente despedidos y los bajan en el próximo puerto, desde donde se la tendrán que arreglar para volver a su país de origen.

Mal comentario = mal sueldo: Kat comentó que si un pasajero se queja de un miembro de la tripulación se convierte en una bofetada en el cheque. “Muchas personas tienen sueldos bajos y dependen de bonos”, explica, agregando que un mal “review” puede arruinarles lo que reciben.

Perdidos en el espacio: El costo de conectarse a internet en altamar puede ser prohibitivo y la falta de acceso a periódicos diariamente hace que muchos pierdan la noción de lo que sucede en el mundo. Por eso es que la mayoría de los tripulantes esperan llegar a un puerto a hacer llamadas o conectarse a WiFi para poder comunicarse con los suyos y enterarse de las noticias.

Doble vida: En la política tácita de “no preguntes, no digas” (don’t ask, don’t tell), Kat explica que muchos llevan una vida a bordo y otra en tierra. “Hay gente casada y, a bordo, tienen otra pareja”, reveló.

Hay morgues: Si te mueres a bordo de un crucero, no te van a tirar por la borda sino que te llevarán a la morgue, que generalmente tiene entre cinco y seis espacios disponibles. Según la investigación de Hullinger, unas 200 personas mueren anualmente a bordo de cruceros y hay que salvaguardar los cuerpos hasta llegar a puerto.

Si te quedas, te quedas: Las líneas de crucero enfrentan multas altísimas si salen luego del horario establecido, así que si te vas de paseo en excursión y no llegaste, no creas que el barco te esperó. Se van sin miramientos.