Una vez que se comprende la profunda meditación que da la caída libre a 200 kilómetros por hora, uno entiende cómo esa adrenalina y atención pueden convertirse en una adicción. Bienvenido al mundo del paracaidismo...

De esa forma cuentan los socios de Circovolante como es volar por los aires. El grupo, formado en su mayoría por aficionados del paracaidismo que terminaron por profesionalizarse, empezó en 2005 y hoy en día es un equipo que compite a nivel nacional e internacional -son campeones nacionales en free fly y aterrizaje-, además de funcionar como una productora audiovisual especializada en tomas de paracaidistas.

Claudio Troncoso, director de Circovolante, empezó a saltar en la escuela de La Serena y desde el aeródromo de Melipilla en el año 2002. Hoy es instructor de paracaidismo tras pasar años en la escuela más grande de la especilidad en Europa, Skydive Empuriabrava, ubicada en Barcelona. Además, trabajó en lo mismo en Dubái y la India. Hasta su señora, Paula Ivovic, paracaidista profesional y campeona nacional, batió un récord saltando con once mujeres, todas agarradas de la mano, cuando estaba con cuatro meses de embarazo. "Fuimos doce más uno", dice ella recordando.

Los paracaidistas son como los surfistas, pueden viajar por el mundo buscando las óptimas condiciones para practicar su deporte. Se requiere alta visibilidad y buen tiempo para saltar. Con mayor razón el verano es el momento para tomar ese primer paso y saltar.

"La diferencia entre un aviador y un piloto"

"¡Es más seguro que andar en auto!", dice Domingo, uno de los integrantes de Circovolante, mientras el resto de los paracaidistas, que están relajándose con los últimos rayos del sol, se ríen. Este ingeniero comercial empezó a saltar el 2013 y ahora es integrante del equipo. "El miedo nunca se te va, pero disminuye. Es como una meditación. Se agudiza la concentración", comenta.

Ernesto Parragué, piloto del avión, quien también tuvo que hacer su salto en paracaídas, cuenta que "tuve la sensación de leer un libro entero en un minuto ¡como en Matrix!". Claudio lo sintetiza en que "es sensorialmente recargado", agregando que "por eso a la gente le gusta volar".

El piloto, quien ha llevado a los miembros de Circovolante y a otros en cientos de saltos afirma que "para mí, los paracaidistas son aviadores. Un gran aviador dijo 'hay una diferencia entre un piloto y un aviador; uno es un técnico y el otro es un artista enamorado de volar'".

Dicho gran aviador en cuestión fue el norteamericano Elrey Borge Jeppesen, quien empezó su carrera en 1925 en un "Circovolante" también -Tex Rankin's Flying Circus en Portland, Oregon- como aviador acróbata, y terminó haciendo mapas de grandes partes del oeste de los Estados Unidos como piloto.

Para los experimentados, la atracción de saltar en paracaídas es "volar con el cuerpo". Estos grupos de amigos se crean con lazos muy estrechos, siempre en situaciones extremas, por ello la atracción no es solo volar, sino "volar con tus amigos". Es como la intensidad de las trincheras, como tener compañeros de armas, pero lo vives solo por unos segundos en el aire. "Somos todos Peter Pan..."

Más allá de los sueños de todo niño de volar, la práctica es sumamente importante para desarrollarse como deportista de competencia, por la sencilla razón de que una caída dura aproximadamente un minuto, pero en un el simulador de vuelo o "túnel" pueden estar una hora. Los "túneles" de aire son esenciales para aprender. Actualmente, Chile no cuenta con un túnel de aire pero existe uno en Argentina y tres en Brasil. En los campeonatos se compite en las categorías de "aterrizaje" y "figuras" en el aire.

Aunque pareciera para muchos demasiado riesgoso, los amantes del paracaidismo vuelven a saltar porque buscan una sensación particular, un estado mental. Como todo deporte extremo, pide una focalización extrema. Y al contrario del estrés y las preocupaciones, "te hace súper presente". Un empresario de Santiago salta cada dos semanas porque "es un reseteo para el mes". Para mantener la perspectiva: "He hecho más de 10.000 saltos", dice Claudio Troncoso, "y nunca pierde su encanto".