“Siempre hay retos, pero tengo claro que es mi responsabilidad y que no la voy a dejar sola”, dijo, en un tono suave, Loida Oliveras.

Con su progenitora hablabla por teléfono a diario. Le contaba cómo iban las cosas en San Juan y su mamá le decía cómo estaba todo en Jayuya. Pero esa realidad cambió y ya no hablan por teléfono. Viven en el mismo apartamento en San Juan.

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“Al principio nos sentábamos a hablar de cómo se sentía, era lindo tener esas conversaciones de madre e hija o de amiga que teníamos antes, y ahora, pues, a veces se dan, pero son bien reducidas”, lamentó Loida, quien lleva el mismo nombre de la mujer que ahora cuida.

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En la etapa en la que se encuentra su mamá, no es mucho lo que habla, pero Loida continúa su rutina de contarle sus cosas. “Obviamente, si son preocupaciones trato de no involucrarla mucho para que no las tenga”, señaló.

¿Qué extrañas de tu mamá?

Extraño que ella no pueda comunicarse como ella quiere con todo el mundo, aunque yo la entiendo, pero que otros la puedan entender y que ella se pueda comunicar como yo sé que ella quiere.

Dentro de lo posible, Loida trata de explicarle a su mamá sobre la condición. “Ella sí sabe que se le olvidan las cosas. Pero que te diga ‘tengo Alzheimer’ no, pero reconoce que ya no hace las cosas como antes”, expresó la joven.

Más que físico, el cansancio de Loida es emocional porque “uno como ser humano tiene muchos roles en la vida”. “Aparte de eso, tener la responsabilidad de cuidar lo mejor que puede; eso he aprendido también, no soy la hija perfecta ni la cuidadora perfecta. Es lo mejor que se puede”, reconoció.

¿Has dejado de hacer muchas cosas?

He tenido que hacer modificaciones. No es que no las pueda hacer, pero es diferente.

Las salidas románticas, por ejemplo, ahora son de tres. Loida y su compañero le avisan que van a salir y que ella también va, pero que la cita es de ellos. Al final, la tercera en la cita es quien recibe mucha de la atención. La requiere y la pareja no tiene inconvenientes en brindarla.

El novio de Loida, Jorge Quiñones, lo entiende. Después de todo, él también es cuidador.

“Jorge la cuida durante el día y yo de noche”, dijo sobre un itinerario que está hecho a base de las horas de trabajo de ambos.

Jorge es, también, su “angelito”. Es quien le recuerda que se tiene que dar atención.

“Tengo un horario diríamos flexible. El horario de Loidita es mañanero. Esa horita que tenemos de espacio (el tiempo que transcurre desde la llegada de ella a la salida de él) la aprovechamos”, indicó el joven mesero.

La rutina en la casa comienza cuando Loida, madre, se levanta. Después del baño viene el desayuno y los medicamentos. Jorge está a su cargo hasta el mediodía, donde los tres se sientan a almorzar. En la tarde también tienen la costumbre de sentarse a cenar antes de que Jorge salga a su trabajo.

“Usualmente lo puede hacer (comer sola), pero a mitad o al final hay que ayudarle. A veces se duerme, coge donde no hay comida pero igual se lleva la cuchara (vacía) a la boca. Al principio no había que ayudarla para nada”, explicó Loida.

Aun con la tristeza que supone la condición de su mamá, Loida encuentra momentos que la llenan de alegría, como cuando se montan en el carro y pone música. “Ella las canta todas y las baila también”,  expresó.

A veces su madre no la reconoce, pero en medio de ese momento confuso, también ha podido encontrar consuelo.

“En una ocasión fuimos a desayunar y me preguntó si mis papás sabían que yo estaba allí; quería hablar con mis papás para decirles lo buena que yo era cuidándola. Esos momentos, aunque son un poquito difíciles, son jocosos a la vez. Por eso te lo puedo contar un poco más tranquila”, observó.

Loida no deja de disfrutarse a su madre. “Cada vez que ve jardines, cuando dice ‘qué bonito esos colores’. Uno dice ella está feliz y uno canta y baila también”. 

¿Qué es lo más que necesita un paciente y su cuidador?

Su cuidador, además de una red de apoyo, necesita cuidarse, estar claro que la persona depende de ti y que somos nosotros los que nos tenemos que ajustar al paciente, que es el que en este momento nos necesita y va a ir cambiando. Y el paciente necesita mucha comprensión, quizás no tanto “tongoneo”, pero sí mucho amor y comprensión porque ellos no tienen la culpa de la condición que les dio y que se vaya deteriorando.

Loida también aconsejó tratar de obtener la mayor cantidad de información posible. “Buscar ayuda, preguntar al médico, no permitir los únicos 15 minutos donde te dicen ‘¿sabes qué? tiene Alzheimer’. Pregunta qué viene ahora, qué me recomienda, que busquen ayuda para ellos, que lean, que vayan a grupos de apoyo”, recomendó.

Independientemente de cuán complicado pueda volverse el panorama, Loida está clara en que no podría dejarla sola.

“Hace 29 años ella hacía todo por mí y también se le tuvo que haber hecho difícil. De alguna forma uno tiene que devolver lo que se le dio”.