A una semana de la histórica final del Clásico Mundial de Béisbol, no puedo dejar de sentir la emoción que se vivió en la Isla.  Cuatro años esperando volver a ver a Puerto Rico en la final y ese sueño se hizo realidad.  Cuatro años esperando por ver un junte de estrellas que no imaginábamos, ya que para el 2013 estos jóvenes que hoy se convirtieron en ídolos, eran solo unos niños talentosos  llenos de sueños mirando al Clásico como una de sus metas futuras.

¡Y ese futuro llegó! El histórico junte de Carlos Correa, Francisco Lindor, Javier Báez y Edwin “Sugar” Díaz, sin duda impactó la historia de esta generación con su entrega a nombre del País.  Ellos dejaron el alma en cada batazo, en cada atrapada, en cada doble play, en cada base robada, en cada lanzamiento.  ¡Cómo olvidar ese robo de la tercera base por parte de Báez!  ¡Cómo olvidar tantos doble plays de Lindor y Báez que nos hicieron a miles recobrar el aliento! ¡Ni hablar de la espectacular atrapada que hiciera Correa para sacar de out a Nolan Arenado y sus oportunos jonrones!  Y,  ¿quién olvidará como Edwin Díaz acabó con el arrogante ego de Wladimir Balentein?   Y si seguimos enumerando jugadas, me quedo sin espacio para rendirles homenaje.

Relacionadas

Ya todos conocíamos la grandeza de Yadier Molina, su temple, liderato y corazón. Su manera audaz de jugar la pelota y controlar cada aspecto del juego de su equipo y del adversario. Y conocíamos que sin él llegar a una final nuevamente no sería tan fácil.  Conocíamos la veteranía de Carlos Beltrán y lo “fajón” que es Angel Pagán. Pero, ¿realmente estábamos preparados para ver esta cepa de jóvenes brillar de la forma en que lo hicieron?  ¿Esperábamos verlos disfrutándose tanto el juego y entregándose jugada tras jugada?  ¡La verdad que nos sorprendieron!

Tenemos todo lo que pudiéramos anhelar en un equipo. Allí todos los equipos eran dignos de un Clásico, todos tenían el talento, pero a muchos les faltó lo que nos sobró a nosotros: el corazón. Por eso merecíamos ganar, y ¡GANAMOS! Aunque los americanos no entiendan y se ofendan, Puerto Rico ganó. Terminó el torneo 7-1, llegó invicto a la final habiéndolos derrotado 6-5.  Además, no solo vencieron a Venezuela, México, Italia, República Dominicana, Estados Unidos y Holanda, Puerto Rico derrotó la desesperanza.

Al final, nos pueden prohibir que suene la plena, nos pueden vencer 8-0, nos pueden esconder las medallas para no premiarnos con honor, nos pueden prohibir que nuestros jugadores regresen a la Isla a celebrar.  Puede parecerles absurdo que celebremos cada jugada, una blanqueada o un subcampeonato, pero como dijo el célebre Edwin Rodríguez “No queremos que entiendan porque no nos van a entender”. Nadie nos va a quitar la alegría y el orgullo que este equipo nos dio. Y, estoy segura de que durante los próximos cuatro años muchos viviremos esperando que llegue el momento de que nadie en el mundo nos entienda, de volver a pintarnos el cabello de rubio y gritar con fuerza ¡Que viva Puerto Rico!