A cerca de 20 años del paso del huracán Hugo, aún se sufren daños en la infraestructura de vivienda en la Isla, como es el caso de don Alfredo ‘Peye’ Campos, quien vive entre las ruinas que dejó el fenómeno atmosférico en el barrio Casa Blanca de Luquillo.

Erguidas como recuerdo de lo que fuera la vivienda de sus padres, sólo varias paredes de cemento y bloque sostienen un endeble techo de madera y zinc, que a duras penas se mantiene sin desplomarse.

“En verdad no sé cómo eso no se ha caído. Eso no tiene los ‘palos’ (madera) completos”, expresó Juan Iglesias Flores, amigo de infancia de Campos y quien labora como maestro albañil y carpintero.

De camino para comprar unos víveres al colmado cercano, Iglesias Flores, se detiene frente a ‘Peye’ e inmediatamente le pregunta qué sucedió con la ayuda que le prometieron para la reconstrucción de la casa.

“Pues mijo, aquí llevo cerca de año y medio desde que me prometieron los materiales y no ha pasado nada. Necesito esa ayudita para preparar un cuartito, mientras se hacen los arreglos para tumbar esto y comenzar a reparar la casita de mis viejos”, respondió Campos, quien ha vivido sus 65 años en el lugar.

Varios árboles de mangó amenazan con sus inmensas ramas la deteriorada estructura, que carece de los servicios de electricidad y agua potable.

“Esos árboles hay que tumbarlos. Tienen comején y se están pudriendo, pero para hacerlo hay que sacar unos permisos en Recursos Naturales y pagar yo no sé cuánto y yo no tengo chavos para eso. Que se queden ahí hasta que se caigan”, declaró Peye, mientras caminaba hacia su cuarto de dormir; cocinar, trabajar sus artesanías y guardar la ropa que a mano lavaría al día siguiente.

“Ves, aquí yo no tengo espacio. Pero tengo que hacerlo como quiera porque tengo dos de diez hijos que me visitan los fines de semana y tengo que acomodar todo esto. La cama la trepé en una mesa, la estufita se me dañó y el baño está en el patio, ah y mira lo que estoy trabajando por pedidos”, dice al mostrar sus artesanías que por 40 años realiza sobre higueras, cocos y bambú.

Asegura Peye que aunque la cama es lo único que no se moja cuando llueve, sí el resto de sus pertenencias en el resto de la estructura en la que los llamados ‘toldos azules de FEMA’, cubren los espacios abiertos que en su momento fueron ocupados por ventanas. La situación para el hombre, que trabaja a tiempo parcial en la División de Áreas Verdes Departamento de Recreación y Deportes Municipio  —cuyo contrato vence el 31 del presente mes—, se torna aún más insoportable debido a las hormigas y otros animales que se cuelan por cuanto espacio abierto encuentran.

“Murciélagos, hormigas, abejas y comején. To’eso se mete. En verdad que necesito esa ayudita para echar hacia adelante”, repite insistentemente a lo que Iglesias Flores añade, “son unos materiales que mal tasa’o, no llegan ni a los $1,200. Eso para comenzar. Nosotros tenemos un grupo que estamos dispuestos a meter mano y reconstruir la casita, pero necesitamos esos materiales aquí”, declaró al lado de lo que el grupo de vecinos llama, ‘La Mesa del Senado’; una plancha de madera empotrada, rodeada de vetustas sillas, que ubica al frente del deteriorado inmueble.

Horizonte quiso conocer el estatus de la promesa de ayuda y supimos que las mismas fueron hechas por el saliente Presidente del Senado, Eduardo Bhatia Gautier y por el Representante Charlie Hernández.