Dondequiera que Elda Meléndez y su cotorrita Quaker Monty van juntas, causan sensación. Y es propio que así sea,  no sólo porque la mayoría estamos acostumbrados a ver gatos y perros por la calle, sino porque el ave se porta de maravilla y, como dice la misma Elda, es tan dócil y amorosa, que “se va con cualquiera”.  

Lo que ha hecho que Monty sea tan sociable es la alegre algarabía que impera en este encantador núcleo familiar,  que “se compone de dos maravillosas niñas adolescentes y mi querido (¡y paciente!) esposo Pedro, con quien llevo casada 23 años.  Soy ama de casa, chofera de mis hijas, ballet mom, soccer mom, entreno perros a domicilio y rescato perritos cuando mis circunstancias me lo permiten”.  

Aunque, por modestia, Elda no lo admita abiertamente, también hace trabajo voluntario, “ayudando a personas que necesitan guía y propósito en sus vidas.  Amo la naturaleza y a los animales, y hago lo posible por defender a los que no tienen la voz para defenderse a sí mismos”.

En tales circunstancias es que se ha “criado” Monty, quien comparte amor  y familia con cuatro perritos, “tres de los cuales son rescatados”.  Ellos son: Faith y June Lilly, dos  Golden Retrievers;  Jordan, un Shetland Sheepdog; y Oscarito, “el loquito.  Aparte de ellos, tengo muchos ‘hijos postizos’ que he rescatado y han sido adoptados por familias amorosas”.  

Escuchándola hablar, se hizo más que evidente el hecho de que Elda siempre ha sido “amante de los animales, desde pequeñita.     Mis mascotas son mi alegría, mis mejores terapistas.  Me dan paz cuando me siento ansiosa o triste.  Para mí, no es pesado atenderlas, ¡al contrario!  Bañarlas, cepillarlas, darles de comer, dedicarles tiempo, sacarlas a pasear... yo creo que yo me beneficio más con estas cosas que ellas mismas.  El amor que te brindan no tiene precio”, acotó.

El amor llegó volando

Monty llegó a la vida de Elda, luego de que, inesperadamente, perdiera  a su “querido cocatiel, Coda.  Yo estaba pasando por una depresión y perder a Coda fue un duro golpe.  Entonces, mi adorada hija mayor, Adriana, empezó a hacer sus averiguaciones hasta que encontró una criadora de Quaker por Internet y se puso en contacto con ella.  Un día me dijo:  ‘Mami, necesito que me lleves a Plaza hoy’.  Allí mismo, en el estacionamiento, se encontró con la criadora, quien sacó de su carro una pecera con los tres bebés Quakers más hermosos del mundo.  Adriana me dijo:  ‘Mami, uno de esos bebés es tuyo, escoge el que más te guste’.  Ahí estaba Monty, de apenas 14 días.  Era un saquito de piel y pico, ¡pero para mí era el más bello!  Desde ese entonces, vivo enamorada de esa cosita verde que controla mi vida y hace de mí lo que él quiere, ja, ja, ja!”.

Cabe señalar que, aunque Elda le llama “él” a su cotorrita, “en realidad no sé qué sexo es”. Pero, no le hace porque lo que realmente le importa es que “siempre le estaré eternamente agradecida a mi hermosa hija por darme el mejor regalo del mundo, mi Montito verde, cuando más lo necesitaba”.

La cotorrita paseadora

 Como pasa con muchas cosas en la vida, Monty se convirtió en un ave andariega más o menos por casualidad. Resulta que el horario de la congregación a la que Elda asiste  “confligía con el horario de alimentación de Monty, así que lo eché en una cajita y me lo llevé.  Gracias a Dios que por ser tan chiquitito, no hizo ningún ruidito y, pues, cuando le tocaba comer, me lo llevaba al baño y allí le daba su fórmula.  Como yo estaba tan enamorada de él, y como soy una mamá bien protectora, no me gustaba dejarlo en casa tan chiquito y me lo llevaba en un bulto de perrito a todos lados.  Le acomodaba peluchitos en el bulto para que le dieran calor (porque no tenía plumas) y yo estaba tranquila de tenerlo conmigo.  Con el tiempo, y a medida que crecía, mi esposo me decía que ya podíamos salir sin él, pero yo le decía que me daba pena dejarlo, que ya él estaba acostumbrado a salir conmigo (pero, en realidad, ¡era YO la que estaba acostumbrada a estar con él todo el tiempo y no lo quería dejar, ja, ja, ja!)”.   

Con el tiempo, Monty se “graduó” de su bultito y, en cuanto se convirtió en “un niño grande”, como Elda dice, al primer sitio que lo llevó fue “a un Walgreens.  Yo lo llevaba en mi hombro, pero, mientras yo empujaba el carrito de compras, me dio por ponerlo en el carrito a ver si le gustaba y fue un éxito.  A Monty le encantó su paseíto en el carrito de compras y desde ahí, no hubo marcha atrás.  Donde yo estoy, Monty está”.






¿Le gusta? ¡Claro que le gusta!

Si bien  Elda disfruta de sus salidas con Montycito porque sabe que él  “está seguro y que está feliz y no triste, solito en una jaula”, para ella es  obvio que él, también, las disfruta. “Lo sé por su lenguaje corporal.  Nunca se pone tenso ni levanta sus plumitas ni se agacha ni le tira a nadie.  Todas ésas son señales de que un pajarito está tenso o asustado, pero él nunca se pone así.  Le gusta ver cosas nuevas, sobre todo, los estantes de las tiendas.  Le llaman la atención los colores y las formas y si lo dejo, ¡le mete el pico a todo!”. 

Muy acertadamente, Elda también reconoce que “cada paseo es una oportunidad de socializarlo.  Estas cotorritas necesitan mucha socialización para mantenerse mansas, pues tienen una personalidad bastante fuerte.  Yo no quiero una mascota que sea brava”, y pasearlo constantemente “ha hecho de él un pajarito bien mansito al que le encanta la gente”.

Ella también disfruta viendo cómo “la gente se sorprende de verlo tranquilito, en mi hombro, o agarradito del carrito de compras.  Ya Monty es cliente asiduo de Walgreens, PetSmart, el supermercado, la panadería, y muchos sitios más.  Monty es lo que yo llamo un ice breaker.  Las personas que, en circunstancias normales siguen su camino sin hablar con nadie, se detienen a conversar con nosotros, a hacerme preguntas y a contarme sus historias de sus mascotas.  Muchos me preguntan si pueden tocarlo y yo siempre contesto que sí y hasta Monty se va con ellos y disfruta de jugar con las pantallas, pulseras, collares y hasta el cabello de las personas.  Es bien tierno y cuidadoso con los niños.  Nunca he pasado un mal rato con él.  Lo veo como un trabajo educativo.  Nosotros, los puertorriqueños, hemos progresado mucho en cuanto al buen cuidado de las mascotas, pero todavía nos falta.  Si yo puedo poner un granito de arena para educar acerca del buen trato a nuestros animales, me siento realizada y feliz”.

Agradecimientos

Walgreens, calle Teniente César González, Hato Rey, 787-294-1730 

PetSmart, San Patricio, 787-774-1370

Alcapurrias To Go, avenida Américo Miranda, Puerto Nuevo, 787-781-3658