Nunca se sabrá a ciencia cierta si la arrojaron desde el puente que da al río Piñonas, en Barranquitas, o si cayó a orillas del mismo, luego de que fuera atropellada por un auto. Lo que sí se supo después es que había sufrido numerosos accidentes que la dejaron marcada para siempre. Viejas fracturas tuvieron como consecuencia serias deformidades a causa de las cuales no puede usar sus patitas traseras. Por si fuera poco, había soportado días a agua, sol y sereno, tiradita sobre la tierra mojada, a unos 30 pies de profundidad. Ciertamente, sólo un milagro podía salvarla. Y el milagro ocurrió.

En el fondo del barranco hay un perrito

Un sábado del pasado mes de mayo, Heriberto Rodríguez, propietario de la gasolinera Texaco Express Lube y Herick's Auto Detailing, en Barranquitas, se encontraba compartiendo en su negocio con varias personas cuando un chiquillo de la localidad le comentó: “Ahí abajo hay un perro que yo le tiro piedras y no se mueve”. Alarmado por las palabras del muchachito, el empresario se asomó por la parte trasera de su negocio y comprobó que, en efecto, sobre tierra, piedras y ramas yacía el cuerpo de un animalito. “Te doy diez pesos si vas y la buscas”, le propuso al chico, y poco más tarde tenía ante sí uno de los espectáculos más lastimeros que había visto en su vida: una perrita menuda, que no respiraba ni se movía y que estaba, literalmente, en los huesos, cubierta de excrementos y orines. 

“Lo primero que hicimos fue darle comida y agua”, relató Heriberto. Acto seguido, y como mejor pudieron, la acomodaron en lo que tenían a la mano, que resultó ser “dentro de una caja de (litros) de leche con cartones en el fondo” para que pasara la noche. Allí la dejaron y se fueron, temiendo lo que podrían encontrarse al otro día.

Al día siguiente, domingo, “fui a chequear que estuviera viva y le llevé más comida y agua”, recordó. Como el animalito seguía dando la batalla,  la primera llamada que Heriberto hizo el lunes fue a Sarita Vélez, rescatista y tenaz defensora de animales, y amiga suya. Ella resultó ser instrumental “en el manejo de Pulgo Za”, como ahora se llamaba la perrita. “Ella me hizo el favor de llevarla  el mismo lunes al veterinario”, añadió. 

¿Que la ponga a qué?

En cuanto examinó a la perrita, la primera recomendación del médico fue “ponerla a dormir”. Esto sublevó a Heriberto, quien, al recibir una llamada de Sarita, diciéndole que eso era lo que el veterinario aconsejaba, no pudo menos que exclamar: “Y a él, ¿le gustaría que si le hubiera pasado lo mismo lo hubieran puesto a dormir?”. 

Así fue como, a su solicitud de que se hiciera todo por salvarla, se procedió a hacerle placas a la perrita y a administrarle los medicamentos necesarios para que sobreviviera y pudiera recuperarse.  “Me la devolvieron el miércoles con instrucciones de que la curáramos todos los días con agua oxigenada porque tenía muchas úlceras (en la piel), nuevas y viejas. Se curaba dos veces al día, por las mañanas y por las tardes”. 

Y los esfuerzos no fueron en vano porque, al cabo de una semana, ¡ya estaba mejor!

¡Todos para una!

Por las razones que fuera, esta perrita había calado muy profundo en los  corazones de Heriberto y Noemí Aponte, su esposa, y en los de sus empleados. Así fue cómo, impresionados por las vicisitudes que  la cachorra había pasado, el trío compuesto por Juan Sáez, Javier Rosado y Omar Tosado se dio a  la tarea de fabricar un carrito para ella. 

Como no tenían experiencia en estos menesteres, los diligentes mecánicos recurrieron a la Internet para buscar información al respecto. Como resultado de sus “investigaciones”, produjeron varios carritos con ruedas, todos hechos a la medida del cuerpito de Pulgo.

Sin embargo, unos prototipos eran muy pesados porque contenían partes en metal, mientras que otros eran inestables debido a las ruedas que se habían seleccionado. Pero, como buenos inventores, tras unos cuantos tropiezos, dieron con el modelo ganador. Gracias a ello, hoy día Pulgo se desplaza -¡a toda velocidad, cabe señalar!- por los predios de la gasolinera. Entra y sale del área del garaje y de la tienda, está pendiente de todos los que van y vienen, y hasta hace las veces de perro guardián o de anfitriona, según sea el caso, avisando que hay extraños por los alrededores o clientes que esperan ser atendidos.

Cosas del destino

De sus propias palabras se desprende que  Heriberto Rodríguez  a todo le ve su lado positivo. Por tal motivo, en vez de pensar en Pulgo con pena, en lugar de lamentarse por todo lo que sufrió el animalito, Heriberto reconoció que, de no haber ocurrido las cosas como acontecieron, tal vez él nunca la hubiera conocido. Por eso, sobre el pasado azaroso de su perrita reflexionó:  “Lo que fue en ese momento, tal vez, su agonía, hoy día es su bendición”.  

Y así es Heriberto, así es.  




“Esto es para Tus Mascotas”

 Ése fue el primer pensamiento que pasó por la mente de don Héctor Meléndez, fiel lector de Primera Hora, en cuanto se enteró del rescate de una perrita que, según le había comunicado su hermana, vivía “como una reina” en una gasolinera en Barranquitas. “Esto hay que darlo a conocer”, le dijo a su esposa Aida Sáez y, ni corto ni perezoso, procedió a llamarnos. 

 Y es que don Héctor y su familia -al igual que el matrimonio compuesto por Heriberto Rodríguez y Noemí Aponte, los orgullosos guardianes de Pulgo Za- son amantes y defensores de los animales. Y la noción de que un animalito con tantos  impedimentos como esta perrita hubiera sido acogido con semejante cariño por el matrimonio Rodríguez Aponte, conmovió a Meléndez, quien de sobra sabía que, en otras circunstancias, cualquiera que hubiera rescatado al animalito bien hubiera optado por sacrificarla.

Saber que Pulgo Za  está bien y que ahora todos conocerán su historia, le reconfirmó a Meléndez que estas situaciones hay que compartirlas para que más personas se animen a “proteger a los animales”.