Los perros que muerden los muebles, se comen las pantuflas, se llevan los zapatos, rasgan los cojines y acaban con todo a su alrededor suelen desesperar a sus dueños a tal punto que estos están dispuestos a abandonarlos, regalarlos, venderlos, mejor dicho, a deshacerse de ellos.

Pero el problema radica, por lo general, en que una persona o familia que decide tener un perro, generalmente busca un cachorro “y se les olvida que estos son como bebés, a los que hay que tener paciencia y educar”, cuenta la doctora Carolina Alaguna.

Cuando los perros son cachorros, entre el primer y tercer mes, están en una etapa de desarrollo dedicada a explorar con la boca y cogen todo con ella, se lo llevan y lo examinan.

Esto de morder todo lo que se encuentran a su paso también tiene que ver con la salida de los dientes. Alaguna explica que con los cachorros pasa lo mismo que con los bebés: morder cosas blandas les alivia un poco la molestia.

Por eso, la mejor forma de evitar que muerdan lo que no deben (zapatos, chanclas, medias, peluches, almohadas, muebles...) es tenerles juguetes adecuados para que ellos muerdan. “No peluches, porque se pueden comer cosas que no les sientan bien, tampoco juguetes muy pequeños que se puedan tragar”, aclara la doctora.

En este sentido, es una ventaja adoptar perros adultos, que ya han superado esta etapa.

Otra causa para que los perros destrocen cosas es el aburrimiento, especialmente cuando son adultos. “Si no les ponen atención, si no tienen en qué distraerse, si no tienen alguna actividad física, si permanecen encerrados se aburren y buscan qué hacer, como morder lo que tienen alrededor”, explica la etóloga.

Para prevenir este comportamiento lo mejor es sacarlos a pasear a diario, tenerles juguetes adecuados y prestarles atención.

Otro es el caso, si se trata de ansiedad por separación.

Ladrar y ladrar hasta quedar sin aliento

Una de las quejas más frecuentes entre vecinos (y hasta motivo de querellas por convivencia) es un perro que ladra sin parar a toda hora. “Hasta pueden quedarse sin voz, quedar disfónico”, comenta Carolina Alaguna, médica veterinaria y etóloga.

Hay tres causas principales para que un perro haga esto. Una, que como los niños, también hacen ‘pataleta’ para llamar la atención de su dueño, porque quiere subirse a la cama o salir. “Si le pone atención, el perro entenderá que ‘ganó’ y así lo hará siempre”, dice la doctora. En este caso, aconseja, no hay que ponerles atención (como hacen los papás con los niños). “Ignorarlos por completo: ni mirarlos ni hablarles. Y si es el caso, apartarlos, rechazarlos por su actitud hasta que se calmen. Esto hacen las perras con sus crías cuando se ponen casonas, se dan la vuelta y ellos entienden que deben calmarse”, explica Alaguna.

El segundo motivo de los ladridos desesperantes puede ser por aburrimiento, porque el perro pasa mucho tiempo solo, encerrado, sin paseos ni juegos. Según Alaguna, “los perros son de alta energía, pueden correr dos horas seguidas y no se cansan, y nosotros los dejamos encerrados durante horas en la casa, haciendo nada. Pues se aburren, se desesperan y salen sus comportamientos primitivos como ladrar y ladrar”.

La solución obvia es no dejarlos solos tanto tiempo, sacarlos a pasear (así sea con un paseador de perros), ejercitarlos y dejarles juguetes con los que se entretengan mientras están solos.

Finalmente está la ansiedad por separación. Esta es frecuente en perros que han sufrido abandono, que han pasado de una casa a otra o que han sido adoptados. “Cuando tienen un hogar y se sienten cómodos, se encariñan con una o varias personas de la casa. Si ellas se van, no toleran estar lejos de esa persona, y ladran hasta que vuelve, así haya otros miembros de la familia en la casa”, explica la etóloga.

Estos casos requieren un acompañamiento de un etólogo para desapegar al perro del dueño, y que el animal aprenda a manejar la ansiedad.

¿Quién pasea a quién?

Hay muchos dueños de mascotas que terminan por no disfrutar el pasear a su perro porque es este el que los pasea. Sí, halan tanto que se ve al animal corriendo y el amo detrás con la lengua afuera tratando de atajarlo.

Esto puede pasar con perros que tienen mucha energía o son muy ansiosos (quieren salir, ver otros perros y halan para ir a donde ellos quieren), pero en general, no debería pasar, mucho menos si el perro es adulto.

“Esta circunstancia se ve con frecuencia y es porque la gente no sabe manejarlos y no le enseñó a su mascota desde cachorro a que debe ir con la correa al pie suyo, y que debe obedecer ciertas órdenes”, afirma Alaguna.

Y las órdenes a las que se refiere son básicas, como ‘quieto’, ‘ven acá’, ‘sentado’ o responder si lo llaman por su nombre. “Estas son necesarias, porque los perros necesitan entender que uno es su líder, para tener una convivencia sana entre humanos y ellos”, dice la experta en comportamiento animal.

Cuando el cachorro aprende a obedecer lo básico, puede ir aprendiendo cosas como caminar junto a su amo, a controlar sus impulsos y a no salir corriendo a penas le abren la puerta de la casa.

“Si empieza a halar, uno le dice ‘quieto’ y él responde y va entendiendo que deben caminar juntos”, comenta Alaguna.

En todos estos procesos de aprendizaje y adiestramiento son importantes los refuerzos positivos, es decir, premiar al perro cuando hace algo bien: si camina de manera tranquila, se le da una galleta. “Así ellos repetirán esa conducta y aprenden que es el comportamiento adecuado”, agrega Alaguna.

Si por el contrario, el perro sale como loco, usted debe quedarse quieto, llamarlo y esperar que regrese, para arrancar juntos.

Si ya está grande y es difícil de manejar, se puede modificar su conducta con la ayuda de un especialista. También se puede usar una correa halty, especial para perros que halan.