Sería dable pensar que tras las vidrieras de las boutiques de Condado uno, obligatoriamente, encontraría sólo mascotas de pura raza. Digo, en caso de que éstas fueran admitidas en dichos locales.

 Sin embargo, en la tienda de ropa masculina Otto Style for Men, propiedad de Otto Bauzá Belaval, los tres artículos más preciados ni se compran ni se venden... y no tienen precio. Son tres satitos de pura cepa.

 Y es que en la filosofía de Otto, las mascotas rescatadas de la calle son lo más maravilloso, algo por lo que vale la pena luchar día a día, no importa cuánto se invierta o se sufra.

El que lo hereda no lo hurta

El amor de Otto por los animales necesitados tiene un punto de partida bien definido: su abuela Luri. La dama vivía en La Parguera y “siempre tenía mascotas que tenían algún defecto”. Con ella, el joven y sus hermanos tuvieron como mascota, entre otras, “a una gallina ciega”, que viajaba con ellos en el carro “y la llevábamos al campo” y hasta la traían a pasarse fines de semana de La Parguera a San Juan. “(Luri) era una mujer muy dada, de carácter muy fuerte, pero se desvivía por la gente y por los animales. Ella fue mi mayor influencia”. 

Todo empezó con Ramiro

La gran cadena de rescates de Otto comenzó con un  satito que un día él vio deambulando por Punta Las Marías, en Santurce, con una pata rota. Al acercarse al animalito, vio que llevaba una chapita con los datos  de un veterinario, pero de Trujillo Alto, nada menos.

 “Lo rescaté para llevárselo al dueño”, recordó Otro, “pero cuando llamé al veterinario, me dijeron que era de una señora de Punta Las Marías, que ella los vacunaba, pero que ellos vivían en la calle”. 

La intención de esa buena samaritana era castrar a este perro para, como con muchos otros, devolverlo a la calle. Algo que, dicho sea de paso, en el mundo de los rescatistas que no tienen albergues se conoce como catch and release. Las mascotas regresan a la calle, pero sin posibilidad de procrear o de transmitir enfermedades como la rabia.

 Luego de tenerlo un tiempo, “me dio pena (pensar) que hicieran eso. Entonces, lo castré y le arreglé la pata, y me quedé con él. Fue un perro meganoble. Para mí, Cándido”, uno de sus perritos actuales, “es la reencarnación de Ramiro porque se me muere Ramiro y al año yo encuentro a éste, que tiene las mismas manchas, el mismo carácter y el mismo comportamiento”.

Y, hablando de Cándido, hay que aclarar que quien se acerque a este perrito no podrá menos que derretirse ante su humildad y su pasión por las caricias. “Nosotros le tenemos par de nombres simpáticos”, comentó Otto. “Le decimos Love Sucker y El tecato del amor”.

Flor y Marcela se unen a Cándido

Mencionar todos los rescates de Otto sería imposible, pero, baste con decir que Cándido, Flor y Marcela son algo muy especial.  Mientras Cándido y Marcela están en la vitrina como sendos maniquíes, Flor se da tremendos baños de sol panza arriba,  a la entrada del negocio.  

Los tres y Otto son inseparables. “Mis perros están conmigo todo el tiempo. Van conmigo a donde sea”, afirmó el joven empresario.

Flor, por ejemplo, rescatada de un cafetín en Aibonito. El dueño del local “la había llevado a otro sitio para desaparecerla y ella volvió al mismo lugar”, relató Otto. Su nombre obedece al Festival de las Flores de dicho Municipio.

En cuanto a Marcela, Otto relató que él la encontró en el Monumento al Jíbaro, camino de La Parguera. La vio a orillas de la carretera con un patita rota y como se quedó pensando en ella, viró para buscarla... y hasta el sol de hoy.

Y sobre Cándido nos contó que es campeón de obediencia y que fue rescatado  en Cupey, “era jovencitito y me lo encontré de frente. Le dije: ‘Vente, ¿quieres almorzar? Si estás por aquí cuando me vaya, te llevo para buscarte hogar’”. Se lo llevó para darlo en adopción y ya llevan cinco años juntos.

Continúan los rescates

Con el paso de los años, Otto ha encontrado innumerables mascotas para rescatar. A todas las que ha podido, las ha recogido, las ha esterilizado, las ha anunciado en el   periódico y les ha encontrado hogares que él mismo ha aprobado. De hecho, el joven estima que, en los últimos 18 años, debe haber rescatado a más de 100 animalitos desamparados, muchos de los cuales han sido huéspedes de un pequeño albergue  que él mantiene en Cayey. “Se llama Albergue de Animales La Teta que Cobija y está en Facebook”.

Sin embargo, al preguntarle si quisiera utilizar este reportaje para solicitar ayuda para el mismo, Otto rápidamente declinó. El joven insistió en que hay muchos otros albergues y santuarios que   están más  necesitados que el suyo y merecen toda la ayuda que se les pueda brindar. “Si alguien quiere dar, me gustaría más que ayudaran a los albergues que tienen más animales que nosotros”.

Satisfacción inmensa

Gracias a sus rescates, Otto ha podido experimentar una “sensación de satisfacción” que no le ha brindado ninguna otra cosa en su vida. “Ni las fiestas ni las juergas ni los carros ni nada”. Por eso, a pesar de lo sacrificado y doloroso, por no mencionar sumamente costoso, que pueden resultar múltiples rescates, Otto insiste: “Yo, todavía, no he experimentado nada en mi vida que se compare a yo coger (una mascota) y ayudarla, y conseguirle un hogar. Y, a la misma vez que hacer una gente feliz, ayudar a un animal. Por eso, mientras más les consigo hogares a los que les busco hogar, más (mascotas) recojo”.

 No en balde, sus mayores momentos de plenitud, según confesó, han sido aquellos en los que ha estado con “perros rescatados, enfermos y sarnosos, curados y entregados. Eso es lo que más me ha llenado, servir”.

AGRADECIMIENTOS

Otto Bauzá Belaval quisiera reconocer la desinteresada colaboración y apoyo de quienes le ayudan en sus rescates: Karen Uphoff, tío José, Juanjo, Sanders, la Clínica Veterinaria Condado y, por supuesto, su padre don Otto Bauzá Rolón.