La intención es buena, pero las consecuencias son desastrosas. Sin quererlo, los acumuladores de animales terminan haciéndoles más daño que bien a las mascotas que rescatan.  Y es que, invariablemente, todo el que tenga más animales de los que realmente pueda manejar los mantendrá en condiciones de hacinamiento totalmente insalubres que derrotarán el noble propósito con que habrán iniciado su gesta.

Lo más triste es que cada vez parecen ser  más los  que empiezan con un solo animal y terminan con 10, 30 o hasta 60. En su deseo por socorrer  a todos los animales que se pueda, se ofuscan al toparse con que en la Isla ya tenemos cerca de 200,000 perros y  gatos realengos, sin contar con los caballos. Por eso,  cuando vienen a ver, tienen a su cargo muchas mascotas, más de las que humanamente pueden salvar.

¿Por qué pasa? Por lógica, todos deberían reconocer  que, salvo rarísimas excepciones, la mayoría de nosotros solo puede salvar a unos cuantos animales a la vez porque, económica y prácticamente,  cuidar de demasiadas mascotas a un mismo tiempo no permite proveerles los cuidados veterinarios que necesitan ni alimentarlas ni asearlas como se merecen.

Por eso, en Tus mascotas quisimos saber cuáles podrían ser las posibles razones para que, en contra del sentido común, una persona se convirtiera en un acumulador de animales. Para ello, consultamos con el médico psiquiatra Dr. Douglas J. Romero.

“Las personas que acumulan animales –explica el especialista–  típicamente tienen dificultades para establecer límites apropiados en sus vidas. Es decir, tienen dificultad en trazar una línea realista en sus relaciones y eso les lleva a invertir (tiempo, emociones, esfuerzo)  exageradamente en animales para tratar de nutrir sus necesidades emocionales. Por lo regular, están socialmente aisladas o tienen relaciones interpersonales disfuncionales”. 

Más aún, apunta Romero a que “muchas veces ven a los animales como seres que les dan aceptación incondicional y que llenan necesidades personales de afecto que no encuentran en sus relaciones personales”. 

El psiquiatra también aclara que, en  los acumuladores de animales, “es típico encontrar otras áreas en su vida (trabajo, familia) en las cuales tienen dificultades serias”.

Quiénes están en riesgo Amantes y defensores de animales somos muchos, pero eso no  quiere decir que todos estemos en riesgo de convertirnos en acumuladores. 

De hecho,  Romero establece que, irrespectivamente de las circunstancias que lleven a alguien a acumular animales, lo que estas personas  suelen tener en común es que, contra toda evidencia física y tangible –las mascotas están enfermas, hacinadas, en condiciones insalubres, rodeadas de basura y excrementos, etc.–, y  debido a las necesidades emocionales que las mascotas llenan en sus vidas, se ciegan y se convencen “de que realmente están ayudando a estos animales”.

Perfil de un acumulador de animales Con miras a que no vayamos a catalogar a todos los rescatistas y defensores de animales como acumuladores,  el médico psiquiatra Dr. Douglas J. Romero detalla algunas de las características distintivas de este tipo de persona.

-Generalmente, se trata de individuos  socialmente aislados con una pobre red de apoyo social.

-Suele tratarse de personas  de mediana edad que tienen crisis en sus relaciones personales y esto coincide con las crisis típicas de la mediana edad. 

-También, ocurre con cierta frecuencia en  mujeres mayores de 60 años, sin pareja, con problemas severos en sus relaciones interpersonales.

-Frecuentemente, es alguien que padece de trastornos de depresión y/o ansiedad, y cree que realmente está ayudando a los animales.

-Suele ser una persona que ha perdido  la introspección de que está creando condiciones no sanitarias para sí misma y para los animales que pretende ayudar.

-En algunos casos, se trata de personas incapacitadas mentalmente, que no se dan cuenta de su situación (por ejemplo, un viejito con Alzheimer) o de  personas maliciosas que no acumulan animales como tal, sino que los usan para impulsos sádicos o para beneficiarse con la venta de estos.

-El deseo de acumular puede afectar a personas de cualquier nivel socioeconómico, lo mismo en áreas rurales que urbanas. No obstante, a menudo se trata de personas de bajo nivel socioeconómico que carecen de los recursos para atender a tantos animales y viven en zonas urbanas, donde carecen del espacio necesario para proveer un ambiente sanitario para los animales y para sí mismos. 

Trastornos comunes  Partiendo de que, por lo general, un acumulador de animales  no tiene la capacidad para reconocer que estos no están siendo bien atendidos, el Dr. Romero enumera las condiciones mentales que la persona podría padecer:

1   Depresión mayor

2  Trastorno obsesivo compulsivo

3  Trastorno de ansiedad

4   Delirio de grandeza (se siente capaz de rescatar decenas o hasta cientos de animales)

5   Zoofilia (tiene sexo con animales)

6    Abuso de sustancias

¿Cómo se les puede ayudar? Le preguntamos al Dr. Romero cuál sería la mejor manera de ayudar a un acumulador de animales  a reconocer su realidad.

 En cuanto a esto, el especialista advierte que no intentemos hacerlo solos: “Ayudar a estas personas requiere la cooperación de un equipo interdisciplinario compuesto por profesionales de la salud mental, profesionales del campo de los derechos de animales y las agencias del Gobierno”. Nuestra mejor opción será hacer una querella por Ley 154 con la Policía estatal  o comunicarnos con algún oficial de control de animales. 

Una triste realidad  Las situaciones que presencian los oficiales de control de animales con los acumuladores suelen ser espantosas. Así las cataloga Iris Quiñones, quien se desempeña como investigadora de crueldad desde el 2010.

 “En mi grupo intervenimos con acumuladores de animales por lo menos cuatro veces o más al año, pero como están escondidos, pueden ser muchos más”, relata Quiñones.

 Entre varios, Iris menciona el de un acumulador que tenía a las mascotas “amarradas todo el tiempo. No se podían mover del lugar en que estaban. No podían ni bajar la cabeza ni acostarse. Las cadenas que tenían al cuello las mantenían paradas todo el tiempo, pero él genuinamente creía  que les estaba salvando la vida, que él estaba salvando a esos perros”.

Al igual que el psiquiatra Douglas J. Romero, Iris Quiñones destaca que los acumuladores “se ciegan, no ven el daño que le están haciendo a los animales. La mayoría de los acumuladores no tienen el dinero (necesario) para llevarlos al veterinario y pretenden curarlos ellos mismos. Tampoco esterilizan a los animales  y estos se siguen reproduciendo”.

 Pero, si lamentables son las condiciones en que se encuentran los animales, la situación de los acumuladores suele ser deplorable. Detalla Iris: “Las cocinas y los cuartos están asquerosos porque no tienen tiempo para limpiar ni fregar. Hay excrementos adentro y afuera de las casas, y el aseo de ellos mismos  es horrible, pero ellos insisten en que ‘están salvando el mundo’”.

El proceso de intervención Cuando un oficial de control de animales e investigador de crueldad es notificado acerca de un posible acumulador de animales, el proceso, según Iris Quiñones, es el siguiente:

a) Se recibe la querella, que puede ser anónima, y se detalla lo que está sucediendo. Aunque el investigador de crueldad no pide nombre, solicitará un número de teléfono de contacto, en caso de necesitar más información.

b) Se acude al lugar de los presuntos hechos y se ofrece una orientación. “Pero, si vemos que es un caso de vida o muerte, acudimos a la Policía y hacemos la querella. La Policía hace la citación y diligencian la orden de allanamiento. Previo a esto, dejamos establecido adónde vamos a albergar a los animales porque una vez que los saquemos de allí, tenemos que saber qué vamos a hacer con ellos, dónde se hospedarán, etc., para mantener todo eso en el expediente”, explica Quiñones.

c) Cuando los animales se retiran en presencia de un oficial del orden, el acumulador puede estar presente o no.

d) Se entrega –o se deja pegada en un lugar visible– copia de la orden de allanamiento y se cita a la persona para una vista preliminar.

e)  En la vista preliminar, el juez decidirá si hay causa o no y establecerá si habrá fianza o no. También, decidirá cuándo será la vista formal.

f) Los investigadores de crueldad pasan, entonces, a ser testigos a favor de los animales.

MÁS INFORMACIÓN

- Douglas J. Romero es médico psiquiatra con práctica privada en San Juan, teléfono 787-764-5642. También, pueden visitar  www.mimejoramiento.com o www.siquiatriaexplicada.com.

-Iris Quiñones es investigadora de crueldad. Pueden escribirle a  oica@mail.com o visitar la página Oficiales Investigadores de Crueldad de Animales en Facebook.