Nicole Rodríguez Sepúlveda va todos los días a la playa, pero en vez de llevar sombrilla, sillas y picadera, carga con un galón de agua y un saco de comida para perros.

Respondiendo a un llamado que ha tenido desde hace mucho tiempo, un día Nicole decidió  levantarse y tirarse a la calle a llevar alimento a los animales  que han sido abandonados.

“Siempre había visto la necesidad de estos perritos abandonados y había querido ayudar, pero no encontraba la oportunidad”, comenzó contando la joven, que cursa su cuarto año del bachillerato de biología en la Universidad Interamericana de Arecibo. 

“Hace unas semanas atrás, llamé a mi novio y le dije: ‘Vamos pa’ el supermercado a comprar un saquito de comida y vámonos por ahí a llevársela a los perritos’”, recordó.

Este simple gesto bondadoso, de querer levantarse un día y hacer algo positivo, fue el comienzo de lo que hoy es Guardianes de la Poza, una organización sin fines de lucro que vela por el bienestar de perros desamparados.

Desde que comenzó esta iniciativa hace  pocas  semanas, tanto Nicole como su novio, Néstor José Pérez, frecuentan la playa Poza del Obispo en el barrio Islote de Arecibo, así como los predios del parque histórico del Faro Los Morrillos y a orillas del muelle, ubicados en la misma zona, para llevar a cabo su obra.

En sus primeras visitas, Nicole tomaba fotos de los animalitos que encontraba para publicarlas en Facebook y denunciar el mal estado en que se encontraban las criaturas.

Perros maltratados, heridos, con sarna y otras enfermedades rondaban por la famosa playa y algunos se albergaban en un edificio abandonado que antes era una cafetería frente al mar.

Estas tristes imágenes eran para Nicole una manera de llamar la atención y concienciar a sus seguidores en Facebook, y lo que la impulsaba a buscar la ayuda necesaria para poder darles una segunda oportunidad de vida a los caninos.

Así fue como conoció a Haydée de Jesús Colón, quien de inmediato se unió a la causa y le propuso la idea de organizarse en un esfuerzo colectivo. El grupo de cuatro lo completa Ruth Marín Martínez, quien también es estudiante universitaria.

¿Por qué la  Poza 

del Obispo?

“A través de los años, esto ha sido un lugar donde abandonan perritos porque aquí no hay mucha iluminación y queda un poco escondido de las carreteras principales”, explicó Haydée, que es la mayor del colectivo. Dijo también que personas inescrupulosas han dejado hasta camadas completas, que han tenidos que sobrevivir con la comida que les dejan los extraños.

Además de llevar alimento a los perros realengos, el grupo se encarga de recogerlos y llevarlos para que sean examinados por un veterinario si ven una oportunidad de poder rescatarlos. Posteriormente, son llevados a un hogar temporero para, luego, y si la fortuna es buena, ser adoptados.

“Es fuerte porque uno quisiera poder ayudarlos a todos, pero cuesta mucho trabajo. Al menos darle comida y agua, y el cariño que ellos necesitan, para mí resulta ser muy satisfactorio”, soltó Ruth Marín Martínez, quien también es voluntaria.

Lo más importante de la labor que realiza Guardianes de la Poza, según Nicole,  es “educar a las personas y decirle que no hay por qué tenerle asco a estos animalitos”, y que “tampoco tienen que tener muchos conocimientos técnicos”. 

“Simplemente  se trata de tener un buen corazón y la pasión para ayudarlos”, manifestó.

La comida, las visitas al veterinario y las medicinas son algunas de las cosas que este grupo tiene que costear y, para esto, solicitan la ayuda de la ciudadanía para que se unan a la causa, ya sea ofreciendo de su tiempo como voluntarios o haciendo una aportación monetaria. 

Los interesados en conocer más sobre Guardianes de la Poza pueden hacerlo a través de su página en Facebook, que lleva el mismo nombre.