El 90% de los casos que llegan a la clínica de conducta de la organización Fogaus se deben a que los dueños tratan a sus perros como personas y las mascotas, al no saber cómo comportarse, sufren de ansiedad.

Ese trastorno se da, por ejemplo, por la separación, ya que se crea una dependencia emocional entre animal y ser humano.

Ocurre cuando el can se queda solo en la casa porque su dueño sale a trabajar o a estudiar. Algunos dueños se despiden de su mascota, lo cual ya es una señal de humanización.

Al sentirse abandonado por su manada, el animal llora, destroza cosas o se orina y defeca en diversos lugares, principalmente cerca de ventanas y puertas.

El ser humano puede interpretar esta conducta como venganza por dejarlo solo, pero el cerebro de los perros es incapaz de elaborar ese tipo de conceptos.

Simplemente está reaccionando a la soledad, la cual se ve reforzada cuando el dueño se despide de él o lo saluda al entrar a la casa luego del trabajo.

El comportamiento de los perros está determinado en un 80% por factores ambientales, y el otro 20% se debe a la genética.

Respecto a la genética, unas razas están más predispuestas a la ansiedad y a sufrir por nervios.

Los investigadores de la Universidad de Duke (EE. UU.), en un estudio publicado en la revista científica Animal Cognition, observaron que un poco de estrés podría ser bueno en los perros, pero esto dependerá de la raza o el can, en el caso de los ‘mestizos’.

Las razas más calmadas podrían beneficiarse del estrés, ya que al aumentar el nivel de emoción y urgencia, también se incrementa su capacidad de concentración en la tarea con tal de obtener el premio.

En cambio, en razas o perros hiperactivos el efecto fue contrario. El aumento del nivel de estimulación solo hizo que tardaran más tiempo en hacer la tarea e incluso desertaran de ella.

“También hay que tener en cuenta el nivel de energía del perro, no necesariamente el tamaño. Un beagle es pequeño, pero este es un perro de caza y tiene una gran energía”, destacó David Peiró, director de Fogaus y especialista en etología (estudio del comportamiento de los animales).

Según dijo Laura Castro, médica veterinaria de la Universidad Nacional (UNA), un can con problemas de ansiedad puede padecer de colitis, gastritis, incontinencia urinaria, vómito, diarrea y desnutrición porque no come.

“El perro no puede hacer nada por modificar su conducta”, comentó Peiró y agregó: “Entonces nos corresponde a nosotros ser más ‘perros’ para entenderlos”.

Cerebro canino. Seres humanos y cánidos están juntos desde hace 27,000 años, pero no quiere decir que ambas especies tengan procesos evolutivos similares.

Si bien el cerebro humano y canino comparten la característica de poseer dos hemisferios y eso deriva en algunas similitudes, su funcionamiento es diferente.

“Cuando al perro se le trata como persona, creyendo que tiene sentimientos y capacidades cognitivas como para entendernos, lo que en realidad hacemos es confundirlo”, sostuvo Peiró.

Los canes piensan y recuerdan, pero no manejan conceptos abstractos como el bien o el mal.

“Para un perro, el ser humano es perro. Somos parte de su manada, aunque somos una manada muy rara porque, aunque andamos en grupo, no seguimos sus mismos patrones de conducta social”, comentó Peiró.

Lo cierto es que los cánidos son altamente sociables. Evolucionaron para ello como mecanismo de supervivencia. Al consumir presas más grandes en tamaño, hicieron de la colaboración un método de caza y, por eso, la manada es lo máximo, al punto que daría su vida por ella.

“A diferencia del gato que, al cazar presas pequeñas, no necesita socializar con otros y por eso es un animal solitario”, acotó el director de Fogaus.

Esa característica es quizá lo primero que una persona debe entender: dueño y mascota constituyen una manada.

Por eso, los perros criados en la calle y abandonados son más susceptibles a desarrollar apego con su dueño, ya que este le provee alimento, refugio y cuidados, algo que no tenía antes y por ello, defenderá a su ‘manada’ con una mayor intensidad.

Para que una manada funcione, necesita estructura y jerarquía. Esta siempre estará liderada por unalfa y cuando se trata a un perro como humano, este va a creer que es él.

“Si el perro duerme en nuestra cama y le damos de nuestra comida, llegará el punto en que creerá que es el jefe y él no tiene la culpa; nosotros le hemos dicho que puede ser jefe”, explicó Peiró.

En condiciones naturales, el alfa no comparte su espacio ni su comida. “Al permitirle dormir en nuestra cama, el perro está entendiendo: ‘Mirá, el jefe me está cediendo su lugar’. Un alfa come lo suyo y las sobras son para los demás. Cuando uno le da comida a un perro, le está enviando señales de dominancia”, acotó el especialista en etología.

Ser el alfa de la manada implica instruir disciplina, pero esto no debe confundirse con maltrato o indiferencia. “Los perros son tan sociales que lo más importante para ellos es conseguir la atención del líder, esa es su obsesión”, añadió Peiró.

Las personas que lucran con las peleas de perros utilizan esta característica de los caninos para cometer el delito porque –con tal de agradar a su dueño o alfa – un perro es capaz de matar o morir en combate.

“No hay ‘razas peligrosas’, sino una educación incorrecta”, enfatizó Peiró.

En una manada, es relevante la comunicación y, por eso, entre cánidos, el lenguaje corporal es clave. Las orejas, por ejemplo, indican jerarquía. Cuando se orientan hacia delante es porque indican posición superior o atención; hacia atrás es sumisión. Si ya están totalmente abajo, es porque tienen miedo.

El pelo erizado es indicador de tensión y si el perro mira a los ojos es porque está retando. Un perro sumiso desviará la mirada para evitar la confrontación.

El rabo es otro elemento de comunicación. Relajado significa tranquilidad; hacia arriba y tenso es señal de dominancia y entre las patas traseras, es miedo o sumisión. Si lo mueve de un lado a otro, puede ser alegría o ansiedad.

Científicos de la Universidad de Trento (Italia) descubrieron que los perros mueven la cola a la derecha cuando sienten emociones positivas y a la izquierda, cuando sienten las negativas.

Es más, esos movimientos de cola pueden ser interpretados de la misma forma por otros perros.

El estudio observó que cuando un can ve a otro mover su cola a la izquierda, su ritmo cardíaco aumenta y empieza a verse ansioso. En cambio, cuando ve un movimiento a la derecha permanece relajado.

Para los investigadores, eso no necesariamente es un intento de comunicación entre perros, sino más bien una reacción cerebral a un estímulo.

Lo cierto es que dueños, veterinarios y otras personas pueden utilizar el movimiento de cola como un indicador de ansiedad.

Otro estudio de la Universidad de Sussex (Reino Unido) observó que, si bien los canes no entienden todas las palabras que los humanos dicen, sí reaccionan a la entonación, entienden algunas y más cuando las relacionan con el interlocutor. Estos sienten una mayor vinculación cuando estas vienen de su dueño, lo cual hace pensar que un buen uso de la entonación y palabras claves es suficiente para educar sin golpes.

De hecho, los perros son capaces de diferenciar entre una cara humana que está feliz y otra que está enojada.

“Nuestro estudio demostró que los perros distinguen expresiones humanas de enojo y felicidad y pueden determinar que estas dos expresiones tienen significados diferentes. No solo pueden determinarlo con personas que conocen bien, sino con cualquiera, aunque no lo hayan visto antes”, dijo Ludwig Huber, autor del estudio e investigador del Instituto de Investigación Messerli, en Viena, Austria.

Aunque es difícil saber qué significado les dan los perros a estas expresiones, Huber explicó que los canes asocian un rostro feliz con algo positivo y uno enojado, con lo negativo.

Para Castro, esto es posible porque los perros consideran a los humanos como su manada y han aprendido a percibir sus estados de ánimo. En este sentido, las emociones que puedan transmitir una persona u otro perro pueden desembocar también en estrés y en ansiedad.

Salud mental. La felicidad del perro depende de su dueño. Por eso, es importante garantizarle condiciones óptimas de alimentación, refugio y cuidados.

Hay que asegurarse de que el animal esté bien nutrido (no con sobrepeso), tenga un lugar cómodo, limpio y bajo techo, con agua siempre al alcance y libre de excrementos.

En cuanto al alimento, Castro recomienda evitar la comida casera. “El metabolismo varía con el tamaño del animal. El concentrado está diseñado para ese nivel de metabolismo y la bolita de alimento es especial para que un perro de ese tamaño pueda morderla y comérsela, lo cual ayuda a la salud de los dientes. En cambio, la comida casera no es recomendable porque no está balanceada, es comida muy grasosa y no muy nutritiva”, explicó la veterinaria.

También se deben dar cuidados como peinarlo y mantenerlo limpio, así como llevarlo al veterinario para chequeos médicos, tenerle las vacunas al día y desparasitarlo.

Para la salud mental, el ejercicio es clave. Se debe pasear o jugar con él al menos 30 minutos diarios al aire libre. “Los perros son animales exploradores, entonces necesitan mucha estimulación sensorial. Aunque se tengan dos hectáreas de terreno, si no existe estimulación, de nada sirve”, advirtió el director de Fogaus.

Los canes requieren socializar con otros perros, otros animales y otros humanos. Eso ayuda a minimizar la dependencia emocional al alfa y reduce la agresividad cuando se enfrenta a otro ser.

Para Castro, lo ideal sería tener dos perros para que se hagan compañía en ausencia del dueño, y socialicen.

“¿Por qué hay tanto abandono y maltrato? Porque las personas educan mal al perro, lo humanizan y esto genera problemas de conducta y, ¿cuál es el siguiente paso?, pues el maltrato o abandono”, dijo el especialista.

De hecho, la agresividad responde al reforzamiento positivo o negativo que le da su dueño.

“Si un perro está peleando con otro perro, y el dueño se mete, lo que entiende es que su dueño lo está apoyando porque eso es lo que hace una manada”, explicó Peiró.