Cabo Rojo.- Luca llegó a las 11:00 AM, y la conexión fue inmediata. Robert compartía con otro de los chicos de SASFA: un sato crema y juguetón que disfrutaba en una de las áreas de juego, cuando Luca arribó a bordo del vehículo de la familia que le servía de hogar temporero desde hacía dos semanas y media.

“Robert, Luca llegó”, grité varias veces hasta que finalmente me escuchó. Miró hacia el portón del Santuario de Animales San Francisco de Asís (SASFA), y comenzó a caminar con calma hasta la entrada. Ángel venía con Luca al hombro, junto a su esposa, Sheila, y su hijo, Aahil, un rescatista de animales de 7 años que allí nos dio una gran lección.

Lo de Robert fue amor a primera vista. Vio a Luca en un post de SASFA, en Facebook, en el que solicitaban donativos para costear el funcionamiento del refugio. Rápido se comunicó y preguntó sobre el cachorro. Nunca le había pasado algo así, pero sentía que ese perrito era para él. Cuando la presidenta del Santuario, Dellymar Bernal, supo que visitaríamos el refugio para llevar donaciones, coordinó para que pudieran verse.

El día era fresco y los ladridos de los más de 200 perros que alberga SASFA se escuchaban a la distancia, pero Luca no se distrajo. Ante la mirada atenta de Aahil, Roberto y ese hermoso perrito blanco de unos cuatro meses se miraron, y comenzaron a conocerse.

José; mi esposo, Néstor, y yo observábamos a distancia. Algo rozó mis piernas y miré hacia abajo. No había nada, y cuando subí la vista ya Luca estaba en los brazos de Robert, quien lo aguantaba divertido mientras esquivaba las lamidas entusiastas del cachorro.

“Parece que Luca regresa con nosotros”, le dije entre risas a mi esposo; el coincidió. Me acerqué al compañero de Robert, José, y le dije “Si quieren adoptarlo, cabe en la guagua, hay cinco faldas y espacio de más”.  Su respuesta fue una mirada llena de dulzura.

No había nada más que buscar, era claro que Luca se uniría a la feliz comunidad del tercer piso de nuestro condominio, donde en un apartamento viven tres gatos y en el otro, dos perritas. Todos rescatados. Los humanos somos lo de menos, pues la sabrosura y la alegría corren por cuenta de los peludos de cuatro patas.

Mientras Luca y Robert se conocían y desarrollaban complicidad, Aahil observaba con una sonrisa. “Él es un buen perro, y va a ser muy feliz cuando lo adoptes”, le dijo sin reparos a Robert. Ese niño de hermoso pelo largo, piel trigueña e impresionante elocuencia ya declaraba que su amigo había sido adoptado. Ese amigo que por dos semanas le acompañó como copiloto en los paseos a bordo del “go kart” que le trajo Santa Claus.

“Yo lo bañé y lo cuidé, y le gusta jugar mucho”, añadió cuando le pregunté qué había hecho con Luca. Su tranquilidad era pasmosa, y mientras a los adultos se nos escapaban las lágrimas, él sonreía y afirmaba que Luca sería muy feliz.

La despedida fue agridulce. Sheila, Ángel y Aahil estaban felices de que Luca hubiera conseguido un hogar permanente, pero les dolía despedirse del cachorro. Una familia de luz, pues se requiere un corazón con fuerza del más allá para hacer una labor tan bella: rehabilitar un animal abandonado, maltratado y enfermo, para que pueda ser dado en adopción. Por sus manos, y corazones, han pasado más de 30 perros y gatos abandonados o rescatados por el Santuario. Eso explica la fortaleza de Aahil. “Gracias por preparar a ese perrito para Robert y su nuevo hogar. Eres un angelito. Eres el angelito de Luca y el angelito de nosotros también. ¿Lo sabes?”, le dije al chico imitando su fortaleza. “Sí, lo sé”, me respondió con una amplia sonrisa y asintiendo con la cabeza.

Luca ayer consiguió un hogar donde le amarán y respetará como se merece, donde tendrá dos hermanitas perrunas y tres primitos que maúllan. Anoche, Luca durmió acurrucado con Nena y Taína bajo la mirada atenta de sus papás. Y ya es dueño de los corazones de Roberto, José, Ángel, Sheila, Aahil, Néstor, todo el personal de SASFA y del mío.

Su llegada ha vuelvo a llenar de alegría a la comunidad del tercer piso, y su adopción renovó las energías y las esperanzas del personal de SASFA, que trabaja diariamente para darles una vida digna a los cientos de animales abandonados y maltratados que están bajo su tutela.

Ojalá que esos peludos que aún se encuentran en el refugio hallen, al igual que Luca, un hogar que inundar con su alegría. Nada haría más felices a los amigos de SASFA, a Ángel, a Sheila y, muy especialmente, a Aahil.

Alba Y. Muñiz Gracia es una experiodista y "animal lover"