A los 21 años Jorge De Castro Font comenzó a trabajar en la Legislatura como ayudante, siendo apenas un soldado sin estudios. No hay que ser analista o politólogo para entender que este joven llegó al marmol del Capitolio por su linaje político.  Cándidamente, el ex senador convicto por delitos de fraude y extorsión, reveló este dato en un noticiario televisivo, en donde defendió los contratos de asesoría dados a su hija, aconsejandole que no haga caso a la gente, porque siempre la van a criticar.

Andrea de Castro, cuyo mayor logro es ser ‘influencer y fashonista’, y que ha logrado una fama por revelar sus intimidades en las redes y en la televisión, goza de contratos en la Asamblea Legislativa, no ahora, sino desde el pasado cuatrienio.  En realidad eso no debe sorprender a nadie, porque al final del día es hija de su padre y en la política todo se vale y los favores se pagan por generaciones.

La indignación que ha causado el contrato de esta jóven, trasciende el hecho de que no tiene preparación académica, ni licencia de relacionista, y mucho menos experiencia mediática, que no sea revelar su cuerpo y sus más íntimos secretos de manera masiva.  Tal vez, es que se entrelaza con la lucha de los universitarios, o con el anuncio del salario insólito de la ex ministro de finanzas de Ukrania como Directora Ejecutiva de la Junta, y se sazona con los descaros continuos Trump. 

Tal vez, este contrato, que en otro momento pasaría desapercibido, es la paja que le quiebró la espalda al camello y nos obliga a calar hondo buscando una explicación. ¿Cómo es posible que con tanta gente preparada, sin trabajo y ante un crisis sin precedentes, se escoja a esta joven como asesora?  La respuesta es obvia. Por supuesto que un legislador va a quererse asesorar por alguien que sin haber logrado nada, tiene una profunda influencia sobre la masa.

Esta joven “influencer” no informa, ni educa, y no tiene especialidad alguna. Es un espejismo creado para engordar los ‘ratings’, saciar la curiosidad del tercermundismo, el morbo y el insaciable interés por la vida ajena.  Es el colmo de a lo que hemos llegado.

En un país, sumido en la desesperanza, de una migración masiva, recortes de salarios y una jauja de alto copete a una señora que nos visitará una vez al mes desde Ukrania, un trapo de contrato a la hija de un político corrupto, es un balde de agua fría. Es la manifestacion clara de un país que no se respeta a sí mismo.  Al mirarnos en ese espejo la falta de pudor nos lacera, porque todo esto, aunque no es lo mismo, es igual.