Su infancia y adolescencia las pasó descalzo recorriendo el monte y comiendo las frutas que le brindaba la naturaleza y ahora es él quien cuida esa tierra que tanto le dio.

Alberto Rivera Santiago tiene 66 años y es el vigilante de Monte Choca, un bosque estatal que está protegido por el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA) desde el 2003, luego de una batalla librada por “Berto”, como lo conocen en el barrio Palos Blancos.

Hablando animadamente, Berto contó que en 1999 les llegó la noticia de que unos desarrolladores estaban interesados en el bosque y que querían convertirlo en villas agrícolas con el aval de la Corporación de Desarrollo Rural del Departamento de Agricultura.

“En ese tiempo era más fácil conseguir permisos para agricultura que para construcción”, reflexionó. “Pero era un truco: ellos dijeron que iban a hacer unas fincas agrícolas para sembrar unas matas de plátano, para esperar unos meses y decir que no servían para agricultura, y construir. Era un truco”, insistió el guardabosques.

“De hecho, las fincas tenían que ser sorteadas entre agricultores y descubrimos que ya habían cinco fincas con cinco nombres. Lo más sorprendente es que la mejor la tenía una beautician que nunca en su vida había sembrado ni un moriviví, ¿y cómo a ella se la van a dar?”, cuestionó.

El asunto no les hizo ni pizca de gracia. “Nos unimos como comunidad, hicimos un comité y fuimos a Recursos Naturales a reclamar” y lograron que personal de la agencia fuera a evaluar el bosque. Durante un estudio preliminar de la agencia, encontraron que Monte Choca contaba con árboles centenarios, riachuelos prístinos y era hogar para especies en peligro de extinción. 

“Con esos datos volvimos a Agricultura a decirles que nos oponíamos al proyecto e invitamos al secretario para que lo viera con sus propios ojos y cuando llegó, y vio la Catedral de Bambú, dijo que no se podía destruir... Cuando lo escuché le di un codazo a quien andaba conmigo, porque triunfamos”, sonrió.

Luego de trámites gubernamentales, los terrenos fueron adquiridos por el DRNA con la condición de que la comunidad los cuidara, porque no tenían personal para asignarle al bosque. 

“Eso fue en diciembre del 99 y ese año llegamos 20 voluntarios. Ahora somos tres. Lo que hacemos es limpieza de las veredas, del área de acampar, remover árboles caídos y mantener el Centro de Visitantes, que lo conseguimos con nuestro esfuerzo. Aquí hay trabajo porque son casi 250 cuerdas de bosque”, aseguró.

Es un bosque húmedo subtropical. En la época de la colonización española se extrajo oro. (vanessa.serra@gfrmedia.com)
Es un bosque húmedo subtropical. En la época de la colonización española se extrajo oro. (vanessa.serra@gfrmedia.com)

Firme a sus raíces y a su comunidad

“Fui criado en el campo, uno de 14 hijos de Juana Santiago, y tenía que atravesar ese bosque todos los días, desde primer grado hasta que llegué a la universidad. Toda mi vida me crié en el bosque, buscando leña o en la finca… quizá por eso lo quiero tanto”, recuerda Berto.

Por los años 70, decidió ir a la Universidad de Puerto Rico, recinto de Río Piedras, donde completó un bachillerato en Estudios Generales. Se enfilaba para estudiar Derecho cuando se vio obligado a interrumpir sus estudios, y no volvió sino años después a hacer la maestría en Estudios Hispánicos. “No la terminé, porque la lucha del bosque me obligó a tomar cursos en Ciencias Ambientales para pulirme más y eso me ayudó”, indicó.

Ganada la pelea por Monte Choca, iba a regresar a sus estudios cuando el destino volvió a ponerle a la naturaleza de por medio.

“Me ofrecieron reforestar el recinto”, comentó. “Cuando entré a trabajar y vi tantos árboles que no conocía, y que eran de otros países, pregunté que dónde estaban los árboles nuestros. Y quien dirigía la División de Ornamentación Panorámica me ofreció que reforestara con árboles nativos y le dije que encantado de la vida”, rememoró. 

“Logré reforestar con ayuda de estudiantes y profesores, o incluso yo solo. Y mira, en el 2006 la EPA (Agencia de Protección Ambiental federal), me dio un premio y todo”, dice con orgullo.

Trabajó en la universidad por 15 años y aunque ahora está retirado, “me siguen consultando cuando un árbol se enferma o hay que quitarlo”.

Berto nunca dejó Palos Blancos. Su esposa es de allí y sus hijos nacieron en el lugar, así como los nietos. Además, todos lo conocen y Monte Choca lo necesita para seguir adelante.

“Soy como un punto de encuentro, todo el mundo viene donde mí, porque saben que cuido el bosque, que luchamos por la escuela de pueblo, que auspiciamos homenajes y actividades… siempre ha habido trabajo comunitario y ha sido fructífero”, aseguró.