Hola, ¿cómo están? Soy yo, El Sabelotodo… y estoy de vuelta.

Quienes me conocen saben  que yo lo sé todo; de ahí mi nombre. Y antes de que continúen el odioso refrán: “lo que no sabe, se lo inventa”, permítanme aclararles que no es así: lo que no sé, yo me fajo buscándolo hasta que lo encuentro. Así que si tienes alguna duda, pregúntame y aquí encontrarás la respuesta.

Siglos antes de la llegada de los taínos, los indios igneris introdujeron a la Isla un novedoso método de cultivo que les permitía sostener a la población con un abasto seguro de alimentos. Sin embargo, los incendios propios de ese método, denominado roza y quema, causaban la pérdida de los bosques, así como de los hábitats de muchas plantas y animales nativos.

Al llegar los taínos, un nuevo grupo cultural procedente de América del Sur, estos trajeron consigo un método mucho más avanzado y eficiente.

Conocido como el montón, este sistema no sólo protegía el suelo prolongando su utilidad, sino que aseguraba una producción agrícola mucho mayor que la roza y quema.

Cultivar por este medio requería que se amontonara la tierra hasta formar grandes montículos. Estos, que tenían sus topes aplanados, tenían anchas bases que medían unos 12 pies de diámetro, y podían alcanzar los 9 pies de altura. Esto permitía aumentar el tamaño de la superficie que sería cultivada.

Los conucos, o áreas de siembra en los yucayeques taínos, podían poseer cientos de estos montículos para el cultivo. En los montones se sembraban productos como la yuca y otros tubérculos propios de la dieta de los taínos. Para irrigarlos, bastaba con que el agua fluyera desde la parte superior del montón hacia la base por la fuerza de gravedad.

Una vez se recogía la cosecha, cada montículo podía ser “renovado” revolviendo la tierra de la base, para que los nutrientes, que se acumulaban abajo por causa de la irrigación, se distribuyeran nuevamente por toda la tierra del montículo.

La sociedad taína era mucho más numerosa que las poblaciones indígenas que le precedieron en nuestra historia. Por tal razón, era imprescindible desarrollar un sistema eficiente de producción, para asegurar la supervivencia de los habitantes.

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