Me encontraba en el camerino compartiendo con Hermes Croatto, el hijo menor de Tony Croatto, y su esposa cuando me dan la información sobre un accidente en el teatro en el que fue necesaria una intervención de emergencia.

Me dijeron que la persona, aunque se fracturó su pierna, estaba estable gracias a Dios.

Por un lado me alivió saber que no fue nada grave, pero por otro me llenó de tristeza saber que doña Grace haya vivido ese mal rato previo a disfrutar el stand up comedy.

 Doña Grace Burgos salió tempranito de Bayamón para asegurarse de ser una de las primeras en llegar al Centro de Bellas Artes de Caguas. Había planificado el viaje junto a otras “chicas”, todas amigas, que deseaban reír y pasar un buen rato. De camino hacia la puerta de entrada, un traspié llevó a Grace al suelo, lastimándose seriamente su pierna. Los planes cambiaron súbitamente y en vez de pasar una noche agradable, como querían, Grace tuvo que dormir en el hospital. 

Solicité que me buscarán su número de teléfono para llamarla y asegurarme que estuviera bien. Quería, además, decirle que estaría pendiente a su recuperación para que regresara a otra función. “Casi Casi te veo”, me dijo doña Grace muy apenada, acordando conmigo mantenerse en contacto para coordinar volver en otra ocasión, cuando ya esté recuperada. 

Hermes, al escucharme sobre el incidente con la señora, me contó que su padre en una ocasión se trasladó hasta un hospital para hacerle un concierto personal a una señora que resultó herida al caerse una carpa durante una presentación en unas fiestas patronales. Puedo imaginarlo, pues con ese corazón enorme que tenía Tony, saber que algo malo le pasó a alguien que fue a respaldar su música era un asunto serio. Coincido totalmente con Tony.

Cuando se dice que los artistas se deben a su público se tiene que asumir literalmente. El respaldo que nos ofrecen con sus aplausos y comparecencia es lo que permite que nos podamos ganar la vida dedicándonos a lo que nos apasiona. Por lo tanto, cuando alguien queriéndonos respaldar sufre algún percance, tenemos que responder como si le hubiera pasado algo a uno de los nuestros, porque en esencia lo son. La solidaridad debe ser un hábito. 

En el caso de quienes nos dedicamos a las artes debemos ser solidarios con nuestro público, preparándonos bien y dejando el alma sobre el escenario, pero también preocupándonos por quienes nos respaldan. La calidad de los espectáculos debe siempre ser la mejor posible dentro de las circunstancias, en respeto a nuestro público. Ahorrarse dos pesetas en la producción a costa de afectar la experiencia del público, a la larga te rebota en contra. 

Nuestro público, esa gente que desde una butaca del teatro mira hacia el escenario con admiración y respeto, quiere siempre lo mejor para el artista. El artista, por su parte, no puede mirar desde el escenario hacia la butaca de manera distinta. En todo caso la mirada debe incluso ser más solidaria, pues la deuda de gratitud del artista hacia su público debe siempre ser mayor.

Estoy segura que si aquella noche a mí se me hubiera lastimado la rodilla sobre el escenario, doña Grace en su butaca hubiese sentido el dolor como suyo, y de inmediato me hubiera puesto en sus oraciones. Por lo tanto yo, aunque no puedo hacer como Tony y llevar el espectáculo al hospital, estaré pendiente de la recuperación de doña Grace, y si tengo que irla a buscar para que ahora en vez de “casi casi verme”, pueda disfrutar el show de rabo a cabo, así lo haré.