Debutar, en lo que sea, siempre crea ansiedad. No importa cuán preparado te sientas y cuan duro hayas trabajado para ese momento, la ansiedad es inevitable.

Esto es así en escenarios normales, así que podrán imaginarse lo que sentí minutos antes de comenzar la obra “Hijas de su Madre”, en la cual comparto escenario con mi hija Miranda, de 7 años.

¿Cómo reaccionará cuando se pare sobre el escenario y vea aquel teatro lleno de gente? Es difícil para los adultos experimentados, ni imaginar para una niña de 7 añitos.

Además, no es un papel sencillo de dos o tres líneas el que le tocó a Miranda, pues “Carolina”, la niña que interpreta es una de las protagonistas y su participación es clave y se extiende durante toda la obra. Si ella falla, la obra también.

Admito que durante el proceso de ensayos y confección del proyecto tuve muchas dudas, al punto que hubo momentos en que pensé que lo mejor era dar hacia atrás y posponer el debut de mi hija varios años. En eso llegó el huracán María y obligó a una posposición de algunos meses que ayudó muchísimo a tranquilizar mis temores.

Bueno, luego de muchos ensayos y noches de preocupación llego el esperado y a la vez temiendo viernes de estreno. Nunca he sudado mucho, pero aquella noche me salieron hasta los pancakes en las axilas que los políticos han hecho famosos.

Miranda, por su parte, se veía relax, no exhibía síntoma alguno de preocupación. Para ella era una aventura más, como si estuviera haciendo uno de los shows que monta en la sala de casa con sus amiguitas. Iba para arriba y para abajo por los pasillos de Bellas Artes con un pequeño conejo de peluche al cual bautizó “Good Bunny” que le regaló Yadira, quien fue su maestra de terapia del habla durante mucho tiempo, y con quien guarda una relación hermosa. 

Se hizo amiga del elenco de “Les Miserables”, quienes compartían camerinos con nosotros. 

Aun así, mi temor a que el famoso “frío olímpico” la traicionara en el escenario seguía latente.

Todos aquellos temores desaparecieron cuando mi amada Miranda entró por aquel escenario como toda una profesional, superando incluso todo lo que había hecho durante los ensayos. Se lo disfrutó y nos dio seguridad y ánimo al resto del elenco. Nada de nervios ni de equivocaciones, por el contrario, mucho aplomo y confianza en sí misma, y el público la recompensaba con carcajadas y aplausos.

Además de trabajar duro con la nena, le pedí mucho a Dios que la ayudara, pero mucho, y estoy agradecido de su respuesta.

Este proyecto, que fue una idea de Miranda, es un esfuerzo familiar hecho con todo el amor del mundo, contrario al anterior que molesta porque los niños no podían entrar a “La Casi Casi Primera Dama” por ser una obra de adulto.

Miranda y yo estamos sobre el escenario, pero backstage está su padre David ayudando con todo el proceso operacional y Adrián vendiendo camisetas para ayudar al Hospital Pediátrico. 

Aquí no hay malas palabras ni chistes subidos de tono, aun así, el público se ríe de principio a fin, disfrutando cada momento de la obra. 

Ver a la familia completa, abuelos, padres e hijos disfrutando de “Hijas de su madre”, es una satisfacción enorme. 

Todavía nos queda mucho trabajo y funciones por delante.

¡Allí los esperamos!