En casa nos dimos cuenta que nuestra hija menor, Miranda, estaba teniendo dificultades con la vista. 

“Veo dos mamá”, me dijo un día mientras me miraba. Me percaté además que de vez en cuando metía su ojito izquierdo, mientras con el otro se quedaba mirando fijamente. De inmediato le saqué cita con el doctor, quien luego de las pruebas y análisis de rigor le recetó unos espejuelitos. 

Cualquier cambio en la vida de nuestros hijos siempre nos provoca gran preocupación. “Hay que asegurar que siempre los tenga puesto, excepto para bañarse y dormir”, advirtió el oftalmólogo pediátrico. Un gran reto para una niña como Miranda, a quien ustedes conocen muy bien. 

Bueno, nos tocó ir a la óptica con la receta para que seleccionara su modelo favorito. Luego de ponerse el dedito índice sobre sus labios en actitud pensativa y mirar todos los modelos, terminó señalando hacia unos rosado, su color favorito. “Esos son mis favoritos. Están súper extra mega duper extra mega brutales”, me dijo. 

Así como lo leen... ahora todo lo que ella entiende que está “súper” lo describe así. Volviendo a los espejuelos. Se los puso llena de alegría y desde ese momento cada vez que se encuentra con alguien le pregunta si nota algo nuevo en su cara. 

En casa preparamos un evento para recibirla. Compré  espejuelos para todos los miembros de la familia y ese día, cuando llegó Miranda de la escuela, papá y su hermano estaban esperándola con unos espejuelos puestos ellos también.  Yo no me quedé atrás y me puse los míos, demostrándole admiración por lo bonita que se veía con sus espejuelos. 

Era importante ese acto de solidaridad, pues mejorar la visión de ella es una tarea de toda la familia. Que ella se sienta cómoda con los espejuelos y los asocie a cosas buenas. Me tocó también conversarlo con su maestra, quien usa espejuelos, para que el ambiente en su salón fuera lo más relax posible. 

No podemos subestimar los eventos que suponen cambios en la vida de nuestros hijos. Tenemos que acompañarlos e involucrar a toda la familia y su entorno. Hacer la gestión máxima para prepararlos, de forma que puedan enfrentar su nueva realidad de la mejor forma posible. Que nada afecte su alegría de niños y puedan comprender que los cambios que experimentan son importantes para su vida. 

Ahora Miranda no quiere cuenta con sus espejuelos. Dice  que ahora es ella quien mejor ve en toda la casa y me ha pedido unos espejuelos para todas sus muñecas para que se vean “súper extra mega duper extra mega brutales”.