No importa las circunstancias que nos haya tocado vivir, las ganas de luchar y echar adelante siempre serán determinantes. Esto es así en cualquier país, pero en los tiempos que vive Puerto Rico se hace más necesario que nunca.

De la misma forma que se señala cuando personas saludables y en plena juventud optan por hacer lo mínimo, es oportuno y justo resaltar cuando hacen todo lo posible por progresar en la vida, con trabajo digno y honrado.

El pasado domingo, antes de ir a la séptima y última función de “Hijas de Su Madre”, en la Sala de Festivales de Bellas Artes en Santurce, nos paramos a comprar unas donitas para llevar al camerino.

Hago un paréntesis para agradecer a los cerca de 13,000 personas quienes fueron a ver la obra y los otros miles que en Mayagüez, Humacao y Juana Diaz han adquirido boletos; estamos sorprendidos y muy agradecidos.

Bueno, al salir del servicarro de aquel negocio, una chica con un look muy moderno, tatuajes en sus manos y pelo corto desteñido me saludó. Estaba en el estacionamiento del comercio, parada al lado de su carro mientras se terminaba de abrochar una camisa blanca que parecía ser de una agencia de seguridad. Bajé la ventana y ella se acercó. Le hizo “cucas monas” a Miranda y le deseó suerte para la función del domingo. Simpatiquísima ella. “¿Trabajando duro?”, le pregunté. “Durísimo”, me contestó. “Acabo de terminar un turno como cajera, ahora voy a hacer otro como guardia de seguridad. También estoy estudiando”. Me lo decía orgullosa y llena de alegría. La felicité y la “pompié” a seguir adelante.

Inevitable no recordar cuando me las buscaba como cajera, mesera, vendedora y todo lo que encontraba para, igual que aquella joven, ganarme unos chavitos dignamente, mientras estudiaba. Me encantó lo que vi en los ojos de ella. Estaba sonriente, alegre. No había lamentos ni reproches con la vida. Era obvio que tenía muy claras sus metas y estaba luchando fuerte para lograrlas.

No censuro a quienes, con ese mismo deseo de echar adelante, brincan el charco para buscar nuevas oportunidades. Yo haría lo mismo, si las circunstancias me acorralaran. Pero los que como aquella joven se han quedado y están dando la pelea para tratar de encontrar, en su País, opciones para crecer y vivir, tienen de mi parte un respeto especial.

Ese ímpetu es el que hace falta sembrar en nuestra juventud. Que estén dispuestos a dar la batalla, a enfrentarse a los retos que la vida le ponga de frente sin perder nunca la alegría. Aproveché la ocasión para hablarles a mis hijos. Que valoraren el esfuerzo de aquella joven mujer, y que tuvieran presente que igual tienen que fajarse para tener éxito en la vida. 

Espero que aquella joven haya tenido un buen turno el pasado domingo. Que Dios la bendiga a ella y a toda la juventud luchadora y trabajadora de mi País. ¡Adelante!