Esta semana me daré la vuelta por el Hiram Bithorn para disfrutar de la Serie del Caribe. He ido poco a poco cogiéndole cariño al béisbol, más por las ocurrencias de la fanaticada y el ambiente festivo de las gradas que por el juego en sí mismo.

Mientras mi esposo y sus amigos estarán atentos a los detalles mínimos del juego -quién será el lanzador, a cuántas millas lanza la bola etc.-, yo estaré más pendiente al bullicio y a la algarabía de la gente.

Como de costumbre el folclore boricua le ha puesto al béisbol su toque especial, convirtiéndolo en una experiencia única. No será la canción  “Take me out to the ball game” la que necesariamente escucharás en las gradas, sino los coritos de plenas llenos de creatividad criolla que también se escuchan en las fiestas de la calle San Sebastián.

Es como ir un viernes a la placita de Santurce o un domingo de chinchorreo. Desde que llegas al estacionamiento todo es algarabía, las compañías de mercadeo haciendo promociones, guaguas de sonido y pleneros por todos lados. La gente con sus caras pintadas, camisetas y las gorritas de sus equipos favoritos. 

Cuando el juego es con República Dominicana aquello sí se pone bueno, pues la bulla de una lado para el otro es para morirse de la risa. En la ruta hacia tu asiento es inevitable chocar con los kioscos vendiendo frituras, cervezas frías y todo lo que se pueda, cada cual aprovechando el momento para buscarse el pesito. 

Es típico ver a los señores con radios portátiles en los oídos escuchando las narraciones. Ahí sí que no me agarran, escuchar un juego de béisbol por radio está duro, duro. Empezando mi relación con David, este me obligó a escuchar un juego de Doble A desde Patillas hasta San Juan, ¡en silencio ambos las nueve entradas! Obvio, eso lo hice de novia, ahora de esposa ¡jamás!

Cuando comienza el juego disfruto mucho escuchando a la gente: wao, ¡qué muchos dirigentes hay en las gradas! Todos saben lo que tienen que hacer los equipos, pero después que pasa la jugada. Así es un mamey. Se escuchan los gritos dándoles instrucciones a los jugadores, como si ellos los escucharan. “¡Caballo, no le quites la vista a la bola!”, “¡No lo hagas pitcher!” y muchas cosas como estas. 

A los pobres árbitros los acribillan los fanáticos de un equipo o del otro: no tienen forma de salir bien. 

Algo que me gusta hacer solo por verle la cara a mi esposo es repetir algún análisis especializado que haya escuchado como si fuera una opinión mía.  Por ejemplo, “creo que el lanzador está abusando mucho de su recta”,  jajaja… Todos me miran extraño, empezando por mi esposo, pero no me importa, tenemos también derecho. 

Las mascotas siempre hacen de las suyas entreteniendo a todos, particularmente a los niños. En algún momento Billy Van se subirá en el “dugout” de Puerto Rico a bailar y a cantar al son de “Puerto Rico patria mía” en la voz de Andy Montañez. Carmen Yulín llevará una bandana diferente en cada juego amarrada en la cabeza, en fin, no hay que ser experto en béisbol para pasarla bien.

Más allá de mostrar las habilidades atléticas de los participantes, el deporte es una actividad completa que te permite pasar un buen rato con los amigos y la familia. ¡Todo el mundo para el Bithorn!