La adopción es una de las formas más nobles y admirables de demostrar amor. Siempre que conozco a una familia que se ha dado la oportunidad de crecer permitiendo la llegada al hogar de un niño o una niña vía adopción me aseguro de hacerle constar mis respetos. 

El pasado martes en el programa Alexandra de Noche, cuando conocí a Brenda Collazo Arias, de 25 años, a su madre adoptiva Hilda Arias y a su hermano Christian, no fue la excepción. 

Cuenta Hilda que todo fue una gran casualidad. Siendo una mujer con vocación de servir y ayudar a los demás, respondió a un anuncio del Departamento de la Familia que solicitaba respaldo a jefes y jefas de hogares. 

“Llamé pensando que era para donar ropita o materiales para niños necesitados y me sorprendieron con la propuesta de hacer disponible nuestro hogar, por seis meses, para una niñita de cinco años”. 

Aunque no era lo que esperaban, su instinto, esa fuerza interna que mueve el corazón de gente especial y buena como Hilda, la llevó a decir que sí. Decisión que permitió cambiar para siempre la vida de Brenda, quien necesitaba con urgencia el amparo y amor de una familia. 

Así fue que, luego de los trámites de rigor, se integró a la familia como una más. Era la más pequeña de cuatro hermanos, dos varones y otra niña, que la incorporaron a su quehacer diario sin marcar ninguna diferencia. Así lo expresa Brenda, quien hoy, luego de 20 años en su nuevo hogar, no deja de agradecerle a Hilda, su madre adoptiva, todo lo que hizo y sigue haciendo por ella. 

Siempre que conocemos historias tan bonitas, en las que gente común y corriente es capaz de hacer tanto por a ayudar a otros, resulta inevitable reflexionar sobre cuánto estamos dispuestos a hacer nosotros. Si la vida nos hace un llamado como el de Hilda, y está en nuestras posibilidades, ¿cuál sería nuestra reacción?      

No me refiero exclusivamente al proceso de adopción, sino a ese llamado que recibimos a diario en asuntos sencillos, como cuando un compañero está pasando un mal momento, o alguien necesitado toca a nuestra puerta. La regla debe siempre ser la misma: si está en nuestras posibilidades debemos tratar de ayudar. La gente de bien no se hace de la vista larga ante la necesidad. 

La adopción es una decisión muy seria que requiere profunda convicción y mucha responsabilidad. Depende además de que las circunstancias de vida te lo permitan. Me consta que hay muchas familias considerando dar este gran paso.  Ojalá que finalmente puedan tomarlo.

 Son muchos los niños y niñas que como Brenda necesitan con urgencia un corazón generoso que los ampare y cambie sus vidas. Quienes optan por la adopción merecen todo nuestro respeto y admiración. 

No es de extrañar la gran felicidad que inunda a estas familias, pues es la forma de Dios agradecer un gesto tan sublime.