Siempre he asociado a Perú con cosas buenas. Recuerdo haber escuchado de estudiante en alguna clase de Estudios Sociales la frase: “Dios me lleve al Perú”, alusión al deseo de algunos, durante los tiempos de dominio español, de trasladarse a este país suramericano en búsqueda de oro.

En estos tiempos, Perú también se ha puesto de moda, no por el oro, si no por algo de mucho más valor: su cultura y su gente.

Casi todos vamos a Perú soñando conocer a Machu Picchu, una de las siete maravillas del mundo.

Esta impresionante ciudad Inca, descubierta en 1911, representa sin dudas el principal atractivo turístico, pero en Perú hay mucho más.

Visitar Machu Picchu fue mágico, imposible no trasladarse a los tiempos de dominio Inca y preguntarse cómo pudieron hacer algo tan maravilloso.

Sin embargo, confieso que no hubiera sido lo mismo sin Miguel Ángel, nuestro guía turístico.

La pasión que Miguel ponía en su relato, te permitía valorar aún más lo que estabas viendo. Mantenía la atención de todos en el grupo, niños y adultos. Cuidaba cada detalle, desde las precauciones necesarias para evitar un accidente en el proceso de subir las colinas hasta la hidratación necesaria para nuestra salud. Sin él, la experiencia del grupo no hubiese sido lo mismo, por lo tanto, cuando la gente regresa de Machu Picchu hablando de lo bien que la pasó, el reconocimiento incluye a Miguel y a sus colegas guías turísticos peruanos, quienes le dan vida a las bellezas de su país.

Los viajes culturales son siempre un reto para los niños, quienes demandan actividades recreativas a tono con sus intereses. Ellos han estado conscientes. Por eso balancean bien el calendario, colocando visitas a cuevas, chorreras naturales, compartir con animales autóctonos y otras atracciones que los niños adoran. Algunos niños, entre ellos mi hijo Adrián, se entusiasmaron con la sampoña, un instrumento de viento autóctono del Perú.

Miguel lo identificó e hizo su magia para enseñarlo a tocar algunas notas al punto de tenerlo tocando cumpleaños feliz durante todo el viaje.

Es notable la buena educación, disciplina y amor hacia su labor de este grupo de trabajadores. Sobre todas las cosas, su orgullo hacia la cultura peruana y amor profundo hacia su país. 

Estos guías turísticos son el nuevo oro de Perú, un activo de valor incalculable para su país. A lo mejor las fotos de Machu Picchu en las campañas de publicidad te llevan a Perú, pero el cariño de Miguel y su gente te harán regresar.