Velda González nunca dejó de ser la criada malcriada. No importa cuántas otras caracterizaciones hiciera, ni la gran labor en el servicio público que brindó para Puerto Rico, ella para la gente era su criada malcriada y punto. Así de profundo caló en el alma de nuestro pueblo el simpático personaje que doña Velda encarnó y que tantas carcajadas generó mientras estuvo en la televisión, las tablas y el cine. Ante su inesperada partida me he dado a la tarea de disfrutar de algunos de los capítulos que podemos encontrar en la Internet y simplemente el personaje es magistral. A Velda se le hacía fácil interpretarlo y con el llegar al corazón de la gente, pues su picardía en la vida diaria no era distinta a la del personaje. De esa picardía puedo dar testimonio, pues conmigo siempre fue divina. Me abrazaba, me besaba y siempre me hacía algún cuento. 

Son muchos los relatos que sus compañeros de trabajo han estado ventilando públicamente y que presentan la fibra humana de Velda,  sobre todo, su forma auténtica de ser; era siempre la misma. Una historia que me encantó fue narrada en días recientes. Tenía que ver con su gran amigo de luchas José Aponte de la Torre, el fenecido alcalde de Carolina. Recordaban cuando ambos fueron arrestados durante la lucha en contra de la Marina en Vieques. Resulta que en medio de un evento el alcalde se tuvo que quitar la correa y como los pantalones le quedaban grandes, se le cayeron, por lo que, según él, Velda, estando a su lado, tuvo que haberlo ligado. El comentario provocó risas, pero claro, Velda, ni corta ni perezosa, se asomó al micrófono y ripostó que era verdad, que lo había ligado, pero que se quedó callada porque como en Carolina todos presumen de ser gigantes, ella no quería hacerlo quedar mal. ¡Ay Velda! Cuentan que aquello se quería caer. Vaya manera de hacer reír la gente sin ser vulgar ni faltar el respeto. Los que la conocieron aseguran que Velda vivió una vida plena, alegre y que nunca dejo de hacer las cosas que le gustaban. Al momento de su deceso se mantenía activa en los medios de comunicación,  participaba en una obra de teatro y contemplaba seguir como asambleísta municipal de Carolina. 

Esa es una de las claves para vivir a plenitud, no dejar nunca de hacer las cosas que nos gustan y nos llenan. También a ser "malcriadas" a nuestro estilo, respondiendo con firmeza cuando corresponde sin abandonar nunca la buena forma y la simpatía. Así  lo hizo Velda cuando decidió entrar a los terrenos de la Marina en Vieques, sin temerle a las consecuencias. También cuando defendió los derechos de la mujer aprobando legislación en su tiempo como senadora. Mujeres como Velda deben servir de inspiración a quienes transitamos por la vida buscando la felicidad. La fórmula no parece ser muy compleja, dejar fluir nuestros sentimientos no reprimirlos. Disfrutar ser quienes somos y expresarlo sin reservas. Que la gente lo sepa para que nadie tenga dudas. Eso fue lo que nos enseñó nuestra eterna malcriada.