Los administradores del coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelot jamás imaginaron que las escaleras de salida de la instalación servirían de escenario para uno de los conciertos más bonitos y emotivos que hayan celebrado. 

Este concierto no incluyó tarimas, luces ni efectos especiales. Tampoco sonido, pues se trató de una emocional interpretación a cappella de una multitud de personas a quienes un fuerte aguacero nos les permitía salir del “Choli” al finalizar el concierto que presentó la emisora radial KQ-105. 

Apenas había espacio entre las personas, muy pegaditas las unas de las  otras. Bajo circunstancias normales un escenario como este podría ser muy peligroso y requerir la intervención de personal de seguridad para garantizar  la calma. Pero la Navidad puertorriqueña se encargó de todo. Bastó con que uno de los presentes comenzara a cantar el estribillo “Dame la mano, paloma” para que comenzara una parranda “improvisá” que se extendió por cerca de 30 minutos y que incluyó clásicos de nuestro repertorio navideño como “La bomba” y “La botellita”. 

Una de las participantes captó el momento con su celular y lo subió a su página de Facebook, permitiéndonos a todos disfrutar de lo que ella calificó como “el mejor concierto al que ha ido en su vida”.

No eran cantantes, artistas ni nada por el estilo, solo gente común y corriente, nuestro pueblo, quienes motivados por el espíritu navideño boricua simplemente decidieron ponerse a cantar a garganta pelá. No había güiro, maracas, guitarras, tuqui- tuqui ni panderos. Tampoco cancioneros ni director.

De seguro desafinaron y olvidaron parte de la letra de las canciones, pero ni cuenta se dieron. Poco importaba en medio de aquella algarabía sabrosa, llena de sabor de pueblo. 

En aquella escalera había gente de todos los sectores sociales, religiones y tendencias ideológicas celebrando, libre de prejuicios, lo que nos une e identifica. Así disiparon la ansiedad y esperaron pacientemente a que pasara el aguacero. 

Me imagino que el personal de seguridad presente se puso a cantar también pues no había nada que atender. En vez de empujones e insultos,  lo que habían eran abrazos y buenos deseos. Ese es el verdadero corazón de nuestro pueblo manifestándose a plenitud. Así somos realmente los puertorriqueñ@s, que nadie nos convenza de lo contrario. 

Por difícil que anden las cosas, nuestra solidaridad, el respeto de unos con otros, deben siempre prevalecer. A ese joven que se le ocurrió empezar el corito, dondequiera que se encuentre y a quien lo grabó para subirlo a las redes sociales, mis felicitaciones y agradecimiento por regalarnos a todos este ratito de alegría.