No es que me haya inhibido mucho, pero sin dudas durante los pasados meses traté de ser un poco más recatada.

Nada del otro mundo porque brinqué, canté, baile y me aseguré de pasarla de lo lindo.

Gracias a Dios que no me dio con pitar en público porque a juzgar por la reacción de dos o tres el pasado viernes, me hubieran acribillado. 

¿Qué de malo tiene que una mujer, en un momento de alegría, se lleve los dedos a la boca y pite con todas sus fuerzas?

Se supone que nada, pero lamentablemente hasta en asuntos tan triviales como ese hay gente que gusta de formar un revolú.

Resulta que el pasado viernes subí a Instagram un vídeo fun, donde formo una bulla pitando durante el concierto de Marc Anthony y que parece no fue del agrado de algunas personas.

Aunque la gran mayoría se lo disfrutó y comentaron favorablemente, para otros era como si le mentaran a la madre.

“¡Qué clase de cafrería, perdiste todo el caché!” me dijo una. “¡Así quería ser Primera Dama!, escribió otra, me imagino que con el ceño fruncido. 

¡Por amor a Dios a dónde vamos a llegar!

Dejen a la gente ser feliz y preocúpense por cosas más importantes.

¡La pasamos brutal en el concierto de @marcanthony!

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Una simple pitada que no le reprocharían a ningún hombre, forma un escándalo porque lo hace una mujer. 

Tenemos que coger las cosas con más calma y dejar que cada cual se exprese de la forma que lo sienta. Si no le hace daño a alguien, no hay razón por la cual una persona tenga que inhibirse de expresarse de la manera en que mejor lo entienda.

Si a usted no le gusta algo de una persona y no es capaz de tolerarlo, entonces lo más inteligente es buscar otros espacios para no mortificarse la vida. 

La verdad es que aprendí a pitar desde chiquita, gracias a mi padre que es un vacilador profesional. 

No es que uno se la pasé pitando o haciendo bullas en cada esquina ni en lugares inapropiados.

Cada cosa tiene su sitio y su momento, eso sin dudas.

Pitar de esa forma en medio del sermón de la misa sería una imprudencia mayor. Pero cuando uno está gozando y compartiendo entre amistades, que vengan los pitos, los gritos, las muecas y todo lo que a la gente se le antoje, dentro de lo que es decoroso.

La regla de oro debe ser no hacerles daño a los demás. 

No podemos permitir que las etiquetas sociales nos aprieten al punto de paralizarnos. 

Estamos en navidades y es tiempo de pasarla bien, tiempo de bailar, cantar, gritar, pitar y todo lo que se le ocurra.

Y si como yo eres masoquista, grábate pasándola bien, súbelo a las redes y comparte la alegría con tu gente.