No puso reglas ni condiciones, como ocurren en ocasiones con artistas de su nivel.

Simplemente, llegó al estudio de grabación, saludó a los presentes con simpatía y se prendieron las cámaras.

De inmediato, se ganó mi cariño al confesarme que su llamativa y muy elegante vestimenta se la había preparado y enviado desde los Estados Unidos su esposa Ángela, a quien conoció en el rodaje de la película “Salsa”.

“Me dijo que tenía que verme bonito”, expresó Draco.

Ese amor profundo hacia su esposa, con quien adelantó “se casará por la iglesia” próximamente, se hizo sentir durante toda la entrevista.

Luego de una hora hablando cara a cara con Draco, imposible no admirarlo, quererlo y distinguirlo.

Salí de aquella entrevista entusiasmada, llena de energía y más convencida que nunca de un principio que he compartido con ustedes en otros escritos, y que Draco lo encarna como pocas personas: ser auténticos nos hace fuertes.

Contrario a otros artistas, siendo para mí Michael Jackson uno de los ejemplos más dramáticos, que se van alejando de lo que son con el pasar del tiempo, Draco fue encontrándose consigo mismo.

Olvidándose de los aplausos y el glamour que experimentó a temprana edad como parte de un concepto preestablecido como lo era Menudo, decidió labrar su propia ruta, crear su propia fórmula. Se atrevió a pensar fuera de la caja, pero sin comprometer su esencia, sus sentimientos, su forma de ser. 

Draco optó por la sinceridad, la transparencia y el arte honesto. Es lo que refleja su música y lo que transmite en cada entrevista. Esa fuerza interna que le ha permitido cosechar profesionalmente, también le ha servido de arma contra los retos de la vida, como su lucha contra el cáncer.

Draco proyecta felicidad, se siente a gusto con lo que hace y con la forma en que lo ha hecho. La forma en que escribe, en que canta, en que se proyecta al público, no es diferente a la forma que trata a su familia, amigos y el resto de la sociedad.

Cuando uno trabaja y vive de esa forma, podemos entonces hablar de sentirnos realizados. Podemos entonces hablar de verdadera felicidad.