No estoy segura de quién aceptó y lanzó en Puerto Rico el primer reto del Ice Bucket Challenge, pero como en la mayoría de los países, ha sido un palo. Se trata de una novedosa campaña para llamar la atención sobre la esclerosis lateral amiotrófica (ALS, por sus siglas en inglés) o enfermedad de Lou Gehrig y a la vez levantar fondos para combatirla. Se supone que usted escoge una de dos opciones: donar $100 a la asociación ALS o lanzarse un cubo de agua con hielo por la cabeza. Los resultados para la organización han sido impactantes. Reporta su directora que al momento han recaudado más de $13.3 millones, cuando en la misma fecha el año pasado los recaudos fueron de solo de $1.7 millones.

Sin dudas la iniciativa ha captado la atención de la gente en la Isla, que además de estar dispuesta a bañarse con agua helada hace la debida aportación. Como suele ocurrir en nuestro país, también han surgido cuestionamientos pues hay quienes piensan que algunos aprovechan la ocasión para “pautarse” o llamar la atención. También se cuestiona si los participantes tienen conocimiento de la causa que están defendiendo y hasta cuánto hielo tendrá el agua.

Con el respeto a quienes así piensan, creo que a veces nos ponemos muy rígidos en la evaluación de las cosas y tratamos de encontrarle la quinta pata al gato. Posiblemente la mayoría de los participantes en el Ice Bucket Challenge no conozca en detalles la enfermedad por la cual hacen el reto, pero de seguro hoy saben mucho más que ayer. La identifican como una causa con la que vale la pena solidarizarse y de ahora en adelante, cuando escuchen su nombre, prestarán más atención.

No podemos pretender que sean expertos y por no serlo cuestionar sus intenciones. Igual con la crítica que se hace a las celebridades por hacer público el respaldo. De eso se trata el concepto, de crear conciencia, de llamar la atención y nadie mejor que las figuras públicas para lograr hacer “ ruido” en favor de las causas que lo ameritan. Que cada participante haga un juicio personal sobre cuán genuina es su aportación, pero de afuera no debemos cuestionarla, por el contrario, reconocerla y felicitarlos.

El gobernador Alejandro García Padilla lo hizo en un parque de bombas en los Estados Unidos. El comisionado residente en Washington, Pedro Pierluisi y el líder independentista Juan Dalmau hicieron lo propio en la Isla. Se unieron muchos otros como Maripily, Silverio Pérez, la representante Jenniffer González, el presidente de la Cámara, Jaime Perelló, el presidente de la Universidad de Puerto Rico, Uroyoán Walker, el cantante Ricky Martin, el ex pelotero Carlos Delgado y el secretario de Estado, a quien tuve el placer de enchumbar junto a mis hijos.

Para ser efectivas, las causas loables necesitan llamar la atención a través de personalidades que el pueblo quiere y respalda. De esta manera, el mensaje llega y sensibiliza a la sociedad en general en torno a las necesidades y retos de quienes padecen la condición. El resultado: una pequeña aportación que puede hacer la diferencia.

Campañas como esta, que combinan el uso de la tecnología y la creatividad, logran ese propósito. Lejos de criticarlas, debemos aprender de ellas y utilizar mecanismos igual de efectivos para respaldar otras encomiables causas.